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Política

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Z-40: pronto todo volverá a la normalidad

Diego Enrique Osorno, autor de La guerra de los Zetas, considera que tras la detención de Miguel Ángel Treviño, el narcotráfico mexicano puede estar por volver a su viejo esquema del oligopolio violento al monopolio criminal y pacífico.

Nuevo Laredo es una ciudad del noreste de México, rodeada de monte y tierra quemada por el sol. Por su carretera principal circulan miles de tráileres día con día, llevando o trayendo mercancía legal o ilegal de Estados Unidos. Aunque no es tan famosa como Tijuana o Ciudad Juárez, se trata de una de las fronteras terrestres con mayor intercambio comercial de América Latina. Su economía legal gira en torno a Texas, aunque en el mercado negro la cocaína que se trafica por ahí es la que va directo a las fantásticas calles de Nueva York.

Además de su carretera principal y sus avenidas asfaltadas, Nuevo Laredo está rodeada por un laberinto de brechas, caminos con ambiente western que llevan a donde sea, rutas campesinas de antaño por las que también circula esa vida de las sombras. Durante la madrugada del lunes 15 de julio, de acuerdo con la versión oficial, por uno de estos entresijos del noreste mexicano viajaba Miguel Ángel Treviño. Iba acompañado solamente por un escolta que cargaba ocho armas largas y 500 cartuchos y por un contador que llevaba guardados dos millones de dólares en efectivo. Algo falló esta vez porque ni el arsenal ni el dinero en una región donde ambas cosas son primordiales para sobrevivir impidieron la detención de quien estaba catalogado como el líder de Los Zetas.

La organización de Los Zetas fue fundada en el año 2000 por 32 militares desertores del Ejército Mexicano, con el financiamiento del entonces jefe del Cártel de Golfo, Osiel Cárdenas Guillén. Entre el 2004 y el 2009, su momento ascendente en el mundo criminal, sorprendió por su dinámica estructura horizontal, la crueldad de algunos de sus ataques y su capacidad de resistencia bien organizada frente al Cártel de Sinaloa, el grupo más antiguo y poderoso de México, que representó mucho tiempo el statu quo del narco. Tras la colaboración con la DEA del capo Cárdenas Guillén, así como una incursión sorpresa hecha en febrero del 2010 por diversos grupos armados oficiales y no oficiales en su territorio, Los Zetas empezaron a ver menguar su poder.

No solo su poder. En octubre de 2012, el último de los militares fundadores que estaba en activo, Heriberto Lazcano, fue sacado de la jugada, tras declarársele muerto oficialmente, aunque su cadáver fue cómicamente robado de una funeraria de pueblo y se encuentra desaparecido. Con este hecho concluyó el sello de nacimiento que marcaba la diferencia de Los Zetas con los demás grupos del narcotráfico: su origen militar. A los 40 años de edad, Miguel Ángel Treviño Morales, quien nunca tuvo formación castrense, aunque fue policía en Tamaulipas, se convirtió en el nuevo líder de la banda y en poco tiempo, el gobierno federal -que ofrecía una recompensa de dos millones de dólares por él- lo consideró el narco más sanguinario. Se le adjudica, por ejemplo, ordenar la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas. Su fama negra era tal que la industria de la extorsión de los reclusorios del Distrito Federal, adoptó su nombre para amedrentar a cientos de personas vía telefónica. En youtube.com hay decenas de estas llamadas que hacían los falsos Z-40's.

La muestra de que ya no habrá Zetas bajo el término general con el que se conocieron hasta ahora es que el inminente sucesor del Z-40 es Omar, uno de los 12 hermanos de la familia Treviño Morales, la cual creció entre Nuevo Laredo y Dallas, Texas. Es probable que Los Zetas dejen de ser una agrupación mercenaria, en buena medida amenazante y eficaz por su estructura paramilitar, para convertirse en un clan familiar típico en la narrativa de la historia del narcotráfico mexicano. Así como el Cártel de Tijuana se volvió la organización de los Arrellano Félix y el Cártel de Juárez en los Carrillo Fuentes, Los Zetas se convertirán en el grupo de los Treviño Morales. Prevalecerá la marca de los Zetas como sinónimo de extrema violencia usada por cualquier criminal.

El nuevo gobierno federal ha emprendido una campaña para presumir la detención sin un disparo del líder zeta, pero en Nuevo Laredo, Tamaulipas, todavía no se puede cantar la victoria que corean algunos analistas del Distrito Federal. El Mañana de Nuevo Laredo, un diario muy serio y con más de 80 años de existencia, ni siquiera se animaba a dar la noticia de la detención de Miguel Ángel Treviño en su sitio web. Por el contrario, reseñaba con lujo de detalle la violencia en Egipto.

Nuevo Laredo es parte de Tamaulipas, un estado en el que no existe plena libertad de expresión. Por tuits han sido colgados blogueros en los puentes viales, mientras que decenas de periodistas han tenido que abandonar la ciudad en completo silencio y abandono institucional. Los reporteros asesinados y desaparecidos de forma forzada no aparecen en las listas de organizaciones internacionales altruistas, como Reporteros Sin Fronteras, porque éstas no tienen las mínimas garantías gubernamentales para acceder a dichos territorios. El enemigo del derecho a informar tiene dos caras en esta región: al hecho de que aquí fueron creados y crecieron Los Zetas, hay que sumarle el que desde hace 90 años gobierna el mismo partido político. La combinación perfecta para que predomine la narcopolítica.

A la par de los preparativos para el operativo de detención del Z-40, que incluyó el uso de cuatro vehículos terrestres y un helicóptero, los jefes del Ejército y la Marina mexicana acudieron este fin de semana a Washington para reunirse con altos mandos del Pentágono. Se trató de la primera gira oficial en Estados Unidos de los representantes militares del nuevo gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto. También durante estos mismos días, en algunas ciudades donde Los Zetas tienen presencia, fueron colocadas mantas en las principales avenidas con un mensaje del Cártel de Sinaloa dirigido a Miguel Ángel Treviño Morales:

Al Z-40 y autoridades corruptas

Tenia que ser uste compa, lo mugroso no se le quita, se lo vamos a quitar, mire que mandar matar brazeros en Victoria, pinche enfermo, alli no te sobraron huevos Z-40, te faltaron… pero vamos a seguir limpiando Nuevo Laredo, ni el apoyo del H te va a servir.

Si pues compa, cada minuto que vive uste de mas, son mas inocentes que mueren. Haganos frente ojete y de la cara. Que ni el apoyo de tu putito comandante Wenceslao Gaznarez, ni el de tu alcalde corrupto Benjamin Galvan te serviran.

Damos todo el apoyo al CDG, para limpiar de Zetas a México.

Atte. El Chapo Guzmán

Con la detención de Miguel Ángel Treviño, hay señales de que tras una década de competencia económica salvaje por el control del tráfico de las drogas que van a Estados Unidos, que ha incluido enfrentamientos y masacres acrecentadas por la errática política militarista del anterior gobierno de Felipe Calderón, el narcotráfico mexicano puede estar por volver a su viejo esquema. Del oligopolio violento al monopolio criminal y pacífico.

Mientras tanto, en estos días, quizá los consumidores de cocaína en Nueva York pasarán un par de días batallando para conseguir la mercancía a causa de las turbulencias que produzca en el mercado la caída del Z-40 en Nuevo Laredo. Sin embargo, pronto todo volverá a la normalidad en las fantásticas calles de Manhattan.

Y pronto todo volverá a la normalidad también en México. Ese parece el mensaje que busca mandar el gobierno de Enrique Peña Nieto.

El regreso del viejo statu quo del narco está en marcha.

* Diego Enrique Osorno, periodista y autor de diversos libros, ha cubierto el enfrentamiento contra el narcotráfico y otros conflictos en México, América Latina y Oriente Medio. Entre sus libros se encuentran La guerra de Los Zetas, Oaxaca sitiada, El cártel de Sinaloa, entre otros.

Twitter: @diegoeosorno

mac

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