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Consumo de energía de Tecnologías de la Información crece 9% cada año
Las tecnologías digitales, tanto en su producción como en su consumo, han emitido 450 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) desde el 2013, de acuerdo con un reporte del think tank The Shift Project.
La digitalización de la economía ha sido vista como una forma de reducir el consumo de energía en muchos sectores. Al mismo tiempo que reducen el tiempo que se dedica a una tarea, las comunicaciones digitales parecen reducir el gasto de energía que se requiere para enviar, por ejemplo, un mensaje. No se requiere la misma energía para enviar una carta escrita que la que se requiere para enviar un mensaje de texto. En contraste, la fabricación de dispositivos electrónicos, su multiplicación y el uso intensivo que se les da han hecho que el consumo de energía de las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TICs) crezca a una tasa anual de 9% desde el 2010, de acuerdo con el reporte “Austeridad TIC: hacia la sobriedad digital” publicado por el think tank francés The Shift Project.
En este Día de la Tierra, que se celebra cada año el 22 de abril, para crear conciencia alrededor de problemas ambientales, como la contaminación, la sobrepoblación y la conservación de la biodiversidad, es necesario recordar que el uso que se le da a la energía está vinculado con factores como la economía de las sociedades, la pobreza y el cambio climático. Por esta razón, resulta preocupante que, en comparación con el año 2010, el consumo directo de energía generado por la inversión de 1 euro (alrededor de 21 pesos mexicanos) en tecnologías digitales haya aumentado 37 por ciento. Esto ha ocasionado que la intensidad energética del sector TIC, es decir, el costo de este sector para transformar energía en riqueza, haya aumentado 4% cada año desde 2010, mientras que el costo de la economía mundial (PIB) para transformar energía en riqueza se ha reducido a una tasa anual de 1.8 por ciento. Esto revela que el sector TIC es menos eficiente que la economía global.
De acuerdo con el estudio de The Shift Project, esto se debe sobre todo a la explosión del uso de sistemas de video (Netflix, Skype) y al incremento del consumo y la renovación de dispositivos digitales como los smartphones, los servidores y las televisiones inteligentes. A lo que se suma el que la emisión de gases de efecto invernadero de las TIC respecto del total de las actividades humanas haya aumentado de 2.5% en el 2013 a 3.7% en 2018, lo que implica que las tecnologías digitales, ya sea en su producción y en su consumo, hayan emitido 450 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) desde el 2013. En comparación, la Ciudad de México emite 43.8 millones de toneladas de CO2 cada año, de acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente.
“Aún no se ha demostrado la contribución neta de las TIC a la reducción de los impactos ambientales globales, sector por sector, y esta demostración debe tener en cuenta los numerosos "efectos de rebote". La tendencia real de la digitalización está en oposición a su supuesta función de "desmaterializar la economía". La evolución actual del impacto ambiental de las TIC va en contra del desacoplamiento del consumo de energía del crecimiento del PIB, que es un objetivo del Acuerdo de París de 2015”, refiere el reporte.
Disparidad tecnológica
Al mismo tiempo que han incrementado su consumo de energía, las TIC no han demostrado contribuir de forma significativa al crecimiento de la economía de muchos países. Según The Shift Project, mientras que el promedio de crecimiento del PIB en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), entre los que se encuentra México, se ha mantenido en alrededor de 2%, el gasto en tecnología ha crecido entre 3 y 5 por ciento. “Los efectos esperados de las tecnologías digitales están lejos de ser obvios o automáticos”, añade.
El documento considera la producción y la utilización de dispositivos que van de las redes de telecomunicaciones, los centros de datos, las terminales (computadoras, smartphones, tabletas y equipo audiovisual) y los equipos conectados a través del internet de las cosas (IoT). Responsabiliza del incremento en el consumo de energía a los países más desarrollados, como Estados Unidos; en donde un habitante posee en promedio 10 dispositivos conectados digitalmente, mientras que consume alrededor de 140 gigabytes de datos al mes. En contraste, un habitante de la India cuenta con un sólo dispositivo y consume solo 2 gigabytes por mes.
Esto, según The Shift Project, acusa una disparidad que se ve reflejada en el consumo de energía por parte de las TIC dentro de países en desarrollo, como México y la India, en donde dicho consumo alcanzó 7% del consumo global de energía de las TIC y se prevé que no rebase 13% hacia 2023, pese a que en estos países vive 50% de la población mundial. “El resultado de esta situación es que la huella de carbono digital de un estadounidense es 16 veces más grande que la de un habitante de un país en desarrollo y cinco veces más grande que el promedio mundial”, asegura el reporte.
Para contrarrestar esta situación, el think tank propone varias acciones para las empresas tecnológicas, los gobiernos y los consumidores, las cuales se antojan difíciles de cumplir. Estas recomendaciones van desde alentar la sustitución de equipos más allá del promedio de dos años de remplazo que actualmente tienen hasta implementar políticas que cuestionen si las grandes tecnológicas, entre las que menciona a las FAANG (Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google) y a las BATX (Baidu, Alibaba, Tencent y Xiaomi), deben tener tanto peso a la hora de decidir cuál es la velocidad y la intensidad con la que sucede la transformación digital de la economía.
The Shift Project es un think tank francés enfocado en generar propuestas que fomenten el cambio de la economía mundial hacia una que no esté basada en los hidrocarburos fósiles. Fundado en 2010, su financiamiento, que en 2017 ascendió a 600,000 euros, proviene de grupos corporativos dedicados sobre todo a la generación de energía, como el francés SPIE, EDF, la empresa estatal de ferrocarriles de Francia SNCF y el grupo Bouygues.
rodrigo.riquelme@eleconomista.mx