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De la muerte de Pelé a la resurrección de Lula
Brasil se encuentra pasando por un momento claroscuro en el que tres días separan a la muerte de Pelé de la resurrección de Lula.
Con esto, lo único que queda claro es que el futbol está por encima de muchas cosas y que lo que une se acaba cuando se topa con las fronteras de lo político.
Así es que mientras 2 millones separan al país que prefirió a Luiz Ignácio Lula da Silva del que prefirió a Jair Messias Bolsonaro, millones de “ambos bandos” acudirán a despedirse del rey del balón en las próximas 48 horas.
Ojalá todo fuera como celebrar un gol o abrazarse en las derrotas. No obstante, fuera de la cancha del juego de pelota la dinámica es un poco diferente e incluso se puede decir, que Edson Arantes do Nascimento fue lo suficientemente gentil incluso después de su muerte, para ponerla en pausa unos días y permitir que Lula pudiera tener en paz su “Domingo de Resurrección”, al estilo de Jesús.
Sus actos fúnebres fueron pospuestos a pedido de su familia para que no interfirieran con la investidura del experimentado presidente y este dos de enero, su cuerpo saldrá del hospital Israelita Albert Einstein en la zona del Morumbí de Sao Paulo, y el cortejo fúnebre lo llevará directo al estadio de Santos. Su último deseo.
Luego, el martes 3 de enero por la mañana saldrá de nuevo el cortejo fúnebre para llevarlo a su última morada, ese paso será con una ruta especial, pasarán por el Canal 6, lugar donde vive la madre de Pelé, con 100 años, Doña Celeste verá pasar al cuerpo de su hijo antes de llegar al cementerio.
Mientras tanto, el expresidente Jair Bolsonaro se rehusa a que esto último ocurra con su cuerpo político y no le entregó la banda presidencial al izquierdista. Voló hacia Florida y pasará algún tiempo en el condominio Mar a Lago en Palm Beach, propiedad del expresidente Donald Trump.
Por lo que podemos decir que de norte a sur si bien es cierto que la historia no se repite, hay veces en que rima, y que al igual que el futbol la democracia también tiene malos perdedores y malos ganadores.
Porque si bien Lula habló en su toma de protesta de la democracia, del hambre y de la deforestación, también dedicó mucho tiempo a criticar la situación en que dejó al país su antecesor y calificó su gobierno como “un proyecto de destrucción nacional”.
Prendiendo esto último las alarmas porque además de capitalizar la polarización para la glorificación de un momento político, es bien sabido que culpar al pasado de los problemas del presente distrae, pero que no los soluciona.
Así es como el 2023 arranca con todas sus cargas.
Brasil respira polarizado y le gruñen las tripas con tantos sueños como miedos. En los que el contexto nacional y el internacional se traducen en retos.
Con base a un estudio de la red Penssan divulgado en junio, hay 33 millones de brasileños que pasan hambre. Lo que se traduce en un 15.5% de la población del país, y esto a su vez se traduce en una proporción bastante mayor al 9.5% de personas que pasaban hambre durante el primer gobierno de Lula.
Valiendo la pena resaltar que buena parte de quienes votaron por el hoy presidente, esperan que repita el gran logro de su primer gobierno, cuando más de 30 millones de brasileños ascendieron a la clase media con programas sociales del Estado. Sin embargo, el mundo del 2023 no es igual al del 2003.
Hace veinte años el mundo estaba creciendo mucho en gran medida por China, los precios de las materias primas experimentaron un gran boom y Brasil se benefició. Mientras que el año que inicia trae consigo a un mundo que aun no se recupera de una pandemia, a una China que está creciendo menos, y a una guerra en Ucrania que hace que los combustibles y alimentos se encarezcan.
Todo esto se refleja en Brasil y hace que el aumento del gasto social sea todo un reto. Porque el dinero está lejos de sobrar y cumplir promesas de campaña como el mantenimiento de un programa de transferencias de dinero a los pobres denominado Bolsa Familia, que fue clave en su primer gobierno, y un aumento del salario mínimo, no será fácil.
El Congreso autorizó en diciembre gastos adicionales del gobierno por el equivalente a unos US$28,000 millones durante 2023 para financiar esos planes, así como unos US$4,400 millones extra para inversiones públicas.
La aprobación de esta enmienda constitucional fue un triunfo político del gobierno entrante, que tiene como ministro de Hacienda a Fernando Haddad, ex alcalde de São Paulo y ex candidato presidencial del PT en 2018, cuando Lula fue condenado por corrupción en un proceso que luego fue anulado.
Pero al superar el techo de gastos que estaba establecido, también arrojó dudas sobre las restricciones fiscales que tendrá la nueva administración. Alineándose de esta manera, con la manera en que reaccionaron los mercados ante el regreso de Lula.
Los activos brasileños cayeron en octubre después de las elecciones. El ETF de acciones que cotizan en EE.UU., el mayor fondo cotizado en bolsa que rastrea acciones del país, tuvo una caída de un 5%. A la vez que las acciones de Petrobras en EE.UU. lo hicieron hasta 8 por ciento.
Este es el contexto de la resurrección de Lula después del martirio que finalizó con 18 meses de “crucifixión” en la cárcel durante el 2018 y que tal como lo había prometido a sus “discípulos”, regresó de la muerte.
Ahora su vida, dependerá en gran medida de la economía y de su habilidad política para negociar con un Congreso en donde los simpatizantes de Bolsonaro tienen la mayoría.
Mientras tanto Pelé descansa en paz y sobretodo trasciende.
El último en salir apague la luz.
Twitter: @HenaroStephanie