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Arte e Ideas

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Cultura en la refriega

En cuatro meses se sucederán una serie de acontecimientos desde las polémicas celebraciones del Bicentenario hasta la Ley General de Cultura cuya discusión seguirá la ruta que dicte la carrera hacia Los Pinos.

Para el sector cultural se vislumbra un escenario de suma complejidad. En cuatro meses se sucederán una serie de acontecimientos que pueden compararse en intensidad a los ocurridos en 1988, cuando el entonces presidente electo, Carlos Salinas, dispuso del instrumental del Estado para encontrar en la cultura un espacio de legitimidad tras el proceso electoral.

El primer tinglado corresponde a las celebraciones de la Independencia y la Revolución. Se llega a ellas en un ambiente crispado y con un telón de miles de millones de pesos que en las semanas por venir serán objeto de mayor escarnio o de un justo reconocimiento por haber logrado la cohesión social a tan alto costo.

La movilización creativa probará su poder para la concordia o alimentará la confrontación de un país que se jacta de una cultura milenaria, diversa y tolerante. Los resultados del tremendo festín permitirán a los poderes legislativo y judicial, a la federación, a la gobernanza de la capital y de los estados contar con mejores márgenes de operación a efecto de solucionar los dilemas nacionales o con un elemento muy delicado de inconformidad. Un buen resultado es vital para todos de cara a la sucesión presidencial.

El segundo tablado está dispuesto para la Iniciativa de Ley General de Cultura. Quienes conocen el poder legislativo, saben que si no se logra concretar aunque sea lo que he llamado una versión light, es decir, darle sustento jurídico al subsector encabezado por el Conaculta, resulta prácticamente inalcanzable en lo que resta de la legislatura.

Por ello se hace necesario que el presidente Calderón haga saber si, como en sus tiempos lo hizo Salinas, va con todo para consumar una transformación que ni el propio Salinas, ni Zedillo ni Fox pudieron lograr. Si para el Ejecutivo la cultura es capital político, medio de consenso para el proyecto de nación, le queda poco tiempo para asumirlo con sus brazos ejecutores: su esposa, la maestra Gordillo, Ernesto Cordero, Josefina Vázquez, Gustavo Madero, Kenia López y Consuelo Sáizar.

El tercer proscenio va ligado a la ley. Se trata del andamiaje de los ingresos de la federación y de sus implicaciones tanto en el aparato institucional, como en todos los actores del sector cultural. Salinas dispuso de cuantiosos recursos para fincar el Consejo, pero no generó condiciones para diversificar el sector.

Si se quiere una ley con todo el rigor que impone, deberá acompañarse de una estructura renovada, del incremento del gasto en bienes y servicios, de medidas de aliento a la inversión productiva, al mecenazgo y de regulación del mercado. De otra forma no se contará ni con las condiciones ni con los fondos para responder a los compromisos.

Un cuatro y último tablado concentra la llana negociación con el propósito de que la política hacendaria y el presupuesto del subsector de la SEP sean lo menos afectados con o sin ley, con picota o serpentinas por el festín bicentenario. Vienen meses claves para el historial de este sexenio, tránsito que señalará la ruta que el sector cultura habrá de seguir en las ofertas electorales en pos de Los Pinos.

KLM

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