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Arte e Ideas

Lectura 4:00 min

Di Benedetto

El escritor misterio es muy legible.

Hace un par de semanas les hablé aquí del ?Santo Grial de la literatura latinoamericana. Me refiero a Antonio di Benedetto, escritor argentino cuya novela Zama es más difícil de conseguir que un cuerno molido de unicornio.

Y sin embargo, tal parece que todo mundo la ha leído. Roberto Bolaño la tenía en gran estima. Martín Kohan y Álvaro Enrigue fueron afectados por el libro. Ya hasta tengo miedo: ¿y si es un grimorio letal como el de Nana de Chuck Palahniuk?

En todo caso sería un libro mágico que lo hace a uno a escribir. Ganar el mundo y perder el alma por una buena novela.

En fin, desvarío. Les contaba de Di Benedetto. En la librería ?El Faro de Alejandría en Querétaro di con sus cuentos. Cuentos claros se llama el delgado volumen. Según la entrevista con la que comienza el libro a manera de prólogo, Di Benedetto se consideraba un novelista. Dice él mismo en una bonita imagen que para él las ideas de cuento son como un copo de nieve que cae en los labios de un habitante del trópico: una sorpresa, pero una que se derrite y se acaba.

Los cuentos para Di Benedetto eran ideas que lo interrumpían en su escritura de la próxima gran novela, el siguiente jonrón. Pero le llegó el momento en que esas ideas, garrapateadas a toda velocidad en servilletas y tickets de compra, se fueron acumulando y tuvieron, a fuerza de presión, como todos los partos, que nacer.

Apenas estoy comenzando a leer los cuentos porque me piqué leyendo la entrevista que un periodista argentino le hace y está incluida a modo de prólogo. Dice muchas cosas interesantes, cerebrales. Estos escritores argentinos todo se lo toman en serio (y sin embargo tienen un gran sentido del humor).

A la pregunta de por qué escribir, Di Benedetto contesta un rollo que trataré de resumir acá:

A veces se cree que eso (escribir una novela) va a ser decisivo para la humanidad, para la literatura, pero más a menudo se piensa que eso será decisivo para sacarlo a uno, aunque sea fugazmente, de su mediocridad (...) Es una manera de ayudarse a existir, de convalidar la existencia .

O sea, Di Benedetto está de acuerdo con la afirmación del borracho de Faulkner de que la literatura no era más que otra manera de escribir Kilroy was here en la pared de la historia de la humanidad.

Leí el primero de los Cuentos claros. Es muy delicado: la relación entre un padre y su hijo pequeño. El niño es, como dice uno de los personajes, como un animalito. Está asustado, triste, no sabe qué hacer con su duelo su madre acaba de morir y el padre no puede sino dejarlo encerrado en el cuarto de pensión donde viven. Pero el cuento no dice tantos detalles. Es casi un cuento de Chejov donde la historia parece ir por un lado y luego, ¡pum-pas!, hace una contorsión circense y se va por otro.

Con lo de contorsión circense no quiero decir que haya fuegos artificiales y trucos de mago de fiesta infantil. Di Benedetto, lo repito, es delicado, o al menos así me parece en su primer cuento, un cuento narrado en escenas separadas que tiene el misterioso título de Enroscado . ¿Quién está enroscado? ¿El niño que no sabe qué hacer consigo mismo o el padre que no sabe qué hacer con su hijo? Misterio.

Di Benedetto no es difícil de leer como yo me temía cuando oía a todos esos escritores hablar de Zama. Siempre desconfía de los monstruos sagrados. Me pasa con Di Benedetto como me pasó alguna vez con Roberto Bolaño: agarré Los detectives salvajes jurando que no me iba a gustar tremenda mamonería, y así estaba yo, enfurruñada pero pasando página tras página sin dejar de leer. Mi escepticismo fue vencido a base de páginas.

Antonio di Benedetto fue perseguido por la dictadura de Videla y tuvo que salir huyendo de su país. Se exilió en España y no volvió a escribir, como si el exilio le hubiera secado el pozo de las palabras. Regresó a Argentina en 1984, apenas caída la junta militar, pero lo hizo sólo para morir en su tierra en 1986.

Si algún lector informado lee mi columna, seguramente se reirá de mi ignorancia por no haber descubierto a Di Benedetto antes. Para mí sigue siendo el escritor misterio al que me asomo con miedo de sentirme rebasada. El cuento no estuvo nada mal.

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