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Arte e Ideas

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Documentan en cine tres décadas de feminicidios y desaparecidas en Ciudad Juárez

Es necesario contar las historias de las víctimas y las luchas de sus familias, para así evitar que queden miniminzadas en la estadística, dice la cineasta Estefanía Bonilla.

Estefanía Bonilla es la productora principal del podcast “La nota roja”, un proyecto que retoma casi tres décadas de feminicidios y desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez, del que este diario difundió detalles en la edición del pasado 20 de octubre y en el que se da constancia de la afronta que han asumido las familias en la búsqueda de sus mujeres desaparecidas, la pugna por la reparación de daños y ante la impunidad perpetrada, en la mayoría de los casos, desde los gobiernos.

Secuela de La nota roja

Narrada por la periodista Lydia Cacho, “La nota roja” pretende ser un punto de partida desde lo particular para reflexionar sobre la atomización de la violencia de género en el país; un instrumento contra el olvido que, a decir de Bonilla, ha transformado a quienes se han involucrado en él, sin ser ella la excepción, toda vez que además debutará como cineasta con el documental “Flowers of the desert: Stories of the red note”, mismo que se realizó de manera paralela al podcast y que ahora mismo se encuentra en una primera fase de postproducción con la intención de estrenarse el próximo año.

La aproximación del trabajo fílmico, comparte la realizadora, es distinta al podcast, que es una contextualización histórica lineal a manera de explicar la corrosión gradual del sistema social y judicial en la ciudad fronteriza, mientras que en el documental el abordaje será más bien antropológico: “como tratando de entender la historia más desde una raíz, de quiénes son los actores principales, cómo se están configurando esas relaciones sociales, políticas y económicas que han permitido la posibilidad de que se genere este tipo de circunstancias”.

Sin embargo, reflexiona la etnohistoriadora de formación, hay trabajos que no deben y, es más, no pueden ejecutarse exclusivamente desde el peldaño de la academia.

“Estábamos abordándolo mucho desde el lado intelectual, desde un lugar académico, dado que la antropología en México suele vincularse al movimiento social, pero con formas de pensamiento y marcos teóricos muy intelectuales. Pero si no tienes empatía no hay manera de hacer un proyecto que valga la pena y realmente ayude a las familias. Esa fue una de las enseñanzas que saqué de este trabajo”, dice Bonilla.

Relata que el nudo en la garganta, la imposibilidad del llanto, fue una constante durante el levantamiento de audios e imagen en Ciudad Juárez. Para estar en campo, con las familias relatando su historia desde la primera persona, había que ponerse al servicio de los testimonios.

Un ejemplo de ello es lo dicho en el podcast por la dramaturga y activista Eve Ensler, quien visitó Juárez a principios de los dos mil para escribir sobre los feminicidios en serie: “cuando estás ahí y lo ves de primera mano, entonces te haces responsable para siempre, para contar esta historia y hacer lo que esté en tus manos para que a la gente le importe”.

Fue con esa empatía que la realizadora resolvió hacer del trabajo artístico un instrumento funcional: “nos tocaba pensar cómo contar la historia de tal manera que no se perdiera la voz de las familias, de las mamás clamando por justicia. Se trataba de ponerlos a ellos en el centro, no de poner la intelectualidad ni las teorías que uno se hace como creativa. Al mismo tiempo tenía que funcionar para provocar la discusión”.

Generar redes de apoyo, apunta, es fundamental para las familias de las víctimas, cuyo patrón generalmente es la procedencia de escasos recursos, lo cual, en la escala social, les impide acceder de manera franca a las redes de apoyo.

Es necesario comprender, indica, que las familias han hecho mucho más por sus hijas que todo lo que pueda hacer un documentalista desde su posición de privilegio. “Nosotros no hemos salvado a nadie ni vamos a salvar a nadie. Estamos intentando usar el privilegio para ponerlo al servicio de la gente que no tiene esa posibilidad y, de esa manera, empezar a elevar el discurso, propulsar los reclamos, los cambios que hay que hacer de manera estructural.

“Es muy fácil minimizar a las mujeres y a las personas desaparecidas como si fueran un número más en la estadística. Se trata de empezar a humanizar nuestro discurso, de hacerlo como una filosofía de vida propia. Eso permitirá la creación de redes para dejar de pensar en lo individual. Tenemos que volvernos a ver como una comunidad. Esa es la forma como podríamos enfrentar los problemas que vivimos en esta crisis tan neoliberal, social y política”.

Los feminismos, el contrapeso

Se le pregunta si visualiza el impacto del trabajo, qué intenciones tiene con él o hasta dónde podrá ser capaz de elevarse como discurso. Bonilla reflexiona y responde:

“No puedo pretender más sino sencillamente despertar la discusión. A lo máximo que puedo aspirar es a que mucha gente lo vea y creo que es lo que quiere cualquier persona que se dedica a esto: tratar de sumar voces para seguir empujando esta cuestión adelante. No es que vayas a cambiar el mundo al hacer un podcast o una película, pero sí creo que puedes despertar la conciencia de alguien y ya con eso el trabajo cumple su propósito”.

El documental se desarrolla al tiempo de que las mujeres en el país han generado un contrapeso social para la denuncia de la violencia de género en el país y han elevado un reclamo ante las autoridades. Dice que “los feminismos han resultado ser la más grande oposición al Estado” y reflexiona que, entre más se alcen las voces femeninas será más factible que los mecanismos de impunidad queden expuestos, “aunque eso, claro, va a incomodar a mucha gente”.

A partir de ello, resuelve: “si el movimiento feminista pinta unas cuantas paredes y echa abajo unos cuantos vidrios que se entienda de dónde viene la ira y la rabia; que no se les criminalice por un tema en donde el Estado ha sido el criminal, el que ha victimizado a su sociedad por décadas. El problema no es la pared ni el movimiento, sino lo que está pasando en el sistema, la forma en la que el Estado se está manejando en su entraña, para que hayamos llegado al punto de que la única forma en que nos escuchan sea esa”.

Frase

  “Que se entienda de dónde viene la ira y la rabia”, Estefanía Bonilla, cineasta.

Ficha técnica

Título original: “Flowers of the Desert, Stories from The Red Note”

País: Estados Unidos- México

Año: 2019-2020

Dirección: Estefanía Bonilla Hernández

Producción Ejecutiva: Jason Hoch, Lydia Cacho

Productores: Craig Whitney, Will Wallace, Laura Caulfield, Estefanía Bonilla Hernández

Compañias Productoras: Imperative Entertainment (US) & Blue Guitar (MX)

Supervisión de Producción: Héctor Zubieta

Dirección de Fotografía: Ernesto Pardo

Investigación: Alicia Fernández

Guion: Estefanía Bonilla Hernández, Rodrigo Ríos, Craig Whitney

Edición: Rodrigo Ríos

Año tentativo de estreno: 2021

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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