Lectura 5:00 min
El hombre y los bosques, íntimamente ligados, para bien y para mal
Ha disminuido la pérdida de superficie forestal: Conafor.
En el Día Internacional de los Bosques, la FAO indicó que entre 1990 y el 2015, se ha ralentizado el ritmo de la pérdida de superficie forestal con respecto a la superficie terrestre mundial, de 31.6 a 30.6%, esto gracias a programas de reforestación y conversión de tierras agrícolas en bosques. Aunque 40% de las 230 cuencas hidrográficas más importantes del mundo ha perdido más de la mitad de su cubierta de árboles original durante los últimos 25 años, cada vez más superficie de los bosques se dedica a la conservación natural.
Esto podría coincidir con los datos aportados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), los cuales indican que en México la superficie boscosa reporta una recuperación de 5,000 km2 de 1985 al 2014. No así para las selvas húmedas y secas, que perdieron 33,500 y 29,000 kilómetros cuadrados de extensión, respectivamente.
¿Esto a qué se debe? ¿La solución yace en simplemente hacer Áreas Naturales Protegidas (ANP)? La respuesta es mucho más compleja de lo que se piensa. Tan sólo en México, 80% de nuestros recursos está en manos de ejidos y comunidades. A escala mundial, 1,500 millones de personas en localidades y pueblos indígenas tienen control legal sobre los recursos forestales, gracias a la tenencia comunitaria. El hombre y los bosques están íntimamente ligados, para bien y para mal.
Sobre los datos aportados del Inegi, el ingeniero Luis Antonio Martínez Yañez, jefe de producción del Consejo Nacional Forestal en la Ciudad de México, dijo en entrevista que estos números se pueden explicar por la producción que ahora se tiene en las zonas de selvas. “Es más fácil que se pueda desarrollar un cultivo agrícola o frutal en el trópico que en las condiciones de templado-frío, un ejemplo es en Tierra Caliente, Michoacán, donde se han deforestado grandes cantidades de selva baja para cambiarlos por aguacatales”.
“En el sureste mexicano, generalmente se hace la tumba de zonas de selva para llevar a cabo el establecimiento de algún cultivo, pero éstos son terrenos calcáreos, suelos pobres que cuando mucho producirán tres años, después de eso pierden su potencial y son abandonados para buscar una nueva superficie(...) Por eso se percibe una mayor recuperación en las zonas boscosas, ya que ahí no es tan fácil hacer el cambio del uso de suelo”. Lo anterior prueba que, nuevamente, la mano del hombre determina las razones de este fenómeno.
Otro ejemplo se da a partir de un estudio realizado por el Instituto de Geografía (IG) de la UNAM. Investigadores se dieron a la tarea de revisar la recuperación de una zona boscosa en el centro de México que ocupa más de 700,000 hectáreas. Los resultados indican que se mejoró la condición de las masas forestales, que son las que recargan los acuíferos de los que dependen más de 23 millones de habitantes del Valle de México, Toluca y Cuernavaca.
El análisis se realizó dentro del proyecto para la Evaluación de los Cambios de Cobertura Forestal en Áreas Naturales Protegidas. Con su análisis, los universitarios pretenden desterrar la idea de que sólo hay pérdidas, en particular en el centro del país; sin embargo, hacen énfasis en la necesidad de incluir a los ejidos y comunidades dentro de las políticas de conservación, y hacer que contribuyan a su mejor aprovechamiento.
“Según nuestro balance, en algunos bosques, como el Izta-Popo, hay más recuperación que pérdidas (...) Se ha incrementado la cobertura de masa boscosa, asociada a las ANP, pero su estatus de propiedad es incierto, en muchos casos expropiado, pero no indemnizado”, explicó José López García, investigador del IG. Un factor que contribuye a la compleja problemática de la tenencia de la tierra es el reparto agrario posterior al establecimiento de algunas ANP.
Aunque hoy la mano del hombre sigue siendo el factor principal de deforestación, también es la única forma de lograr revertir el problema. “Hemos avanzado en la concientización hacia las zonas, pero aún hay problemas por solventar, uno de ellos es el cómo mantener a los dueños de estos bosques alimentados y con trabajo que cubra sus necesidades”, aseguró Martínez Yañez.
“Como ingeniero forestal, para mí la mejor forma de conservar un bosque es manejándolo, probablemente dista mucho de un biólogo o ecologista que preferiría no tocarlo, pero el problema es mucho más complejo”, dijo.
“Que sepa la gente que no basta con conservar o cuidar”, agregó el especialista. “Una verdadera educación ambiental y ecologista incluye saber trabajar el bosque, pues también se puede vivir de los recursos naturales. A veces satanizamos mucho el tema, pero ¿qué opciones le damos a estas personas? Necesitamos aprender a compartir de manera recíproca”, expresó.