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Arte e Ideas

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El origen de la cerveza, una probadita

Una breve historia de 10,000 años.

Por Fernando Montes de Oca Sicilia

Aunque existen diferentes creencias sobre la aparición de la cerveza —según la mitología egipcia, el dios Osiris fue quien enseñó a la humanidad a elaborarla—, algunos de los hallazgos más antiguos sobre su existencia fueron encontrados en Sudán, y tienen aproximadamente 10,000 años.

En las transacciones comerciales del pueblo sumerio —4000 a. C.—, aparecía con frecuencia un tipo de bebida que se obtenía a partir de la fermentación de granos de cereal. La llamaban siraku, y su popularidad se extendió por el Mediterráneo Oriental. Pero es en Egipto donde encontramos el primer vestigio de la cerveza de malta. Los egipcios lograron mejorar la fórmula original de la cerveza reforzando y refinando su sabor y aroma, al utilizar ingredientes como el azafrán, la miel, el jengibre y el comino.

Llegó Bélgica

Sin embargo, la mayoría de los estudiosos ha encontrado datos fehacientes de que fue en Bélgica, durante el Medioevo, en donde los monjes añadieron por primera vez el lúpulo, y con ello empezaron a elaborar diferentes tipos de cerveza, así como diferentes graduaciones. Hacer cerveza era una labor familiar encomendada frecuentemente a la mujer o a los monjes. Muchos monasterios cobraron fama por la cerveza que elaboraban.

Algunas versiones aseguran que fue el maestro cervecero Gambrinus —de la corte de Carlomagno— quien descubrió el lúpulo, planta herbácea con propiedades aromáticas que mejora sustancialmente el sabor de la cerveza en el paladar.

La cerveza tuvo un fuerte impacto entre los pueblos del norte y centro de Europa, lugares en donde pronto se convirtió en la bebida festiva por antonomasia. La forma y la tecnología para elaborar la cerveza fueron evolucionando en los diferentes países donde se consumía. En un principio sólo podía elaborarse en ciertas temporadas. En la época de calor, por ejemplo, era imposible, pues se echa a perder muy fácilmente.

Existen tres tipos de cerveza, según la fermentación a la que se les haya sometido: de baja fermentación son las Pils, Barabas, Bocks, Dortmunder y Lager, que son más bien claras como la Heineken, la Sol, la Montejo o la Budweiser; de alta fermentación como las Ales, Stouts y Trapenses, que son oscuras como la Guinness, la Negra Modelo o la Noche Buena; y las de fermentación espontánea o Lambic, que son totalmente artesanales y sólo se fabrican en Bélgica. Cada tipo de cerveza requiere una temperatura adecuada —no todas deben tomarse frías— y un vaso o una copa específicos que permitan apreciar su aroma y su sabor.

De Europa para el Nuevo Mundo

Al igual que en muchas sociedades de la antigüedad, las tribus mexicanas utilizaban una bebida de grano fermentado en sus rituales. Los coras y los tarahumaras del norte de México la empleaban mucho antes de la llegada de Cortés. Pero la cerveza elaborada a partir de la cebada hace su aparición en México en 1544. Alfonso de Herrera, miembro de la expedición de Cortés y emisario de éste ante Carlos V, recibe del monarca la autorización para producir cerveza en las Indias. De Herrera construye la primera fábrica de cerveza del nuevo continente —en las faldas del Iztaccíhuatl— en la hacienda llamada El Portal, para aprovechar las “puras y cristalinas” aguas del deshielo.

La industria cervecera no cobró importancia en México sino hasta bien entrado el siglo XIX, cuando empiezan a surgir algunos ensayos de fabricación de cerveza dignos de todo encomio. Fue así como se fundaron la cervecería de La Pila Seca—1825— y La Candelaria —1849—, ambas de corta vida. En 1860 se estableció la Cervecería San Diego en la ciudad de México y en 1865 empezó a funcionar la Compañía Cervecera Toluca y México, primera en fabricar en el país una cerveza de fermentación baja, del tipo de las que se elaboran en la actualidad.

Nace la cerveza mexicana

Con el apoyo directo de Porfirio Díaz a inversionistas extranjeros, empresarios franceses y alemanes introdujeron al país tecnología europea de punta para la producción cervecera. A principios del siglo pasado, por ahí de 1904, la cerveza mexicana ya era considerada entre las mejores del mundo.

En 1925 empezó a funcionar la Cervecería Modelo y, para 1945, la industria cervecera logró un desarrollo más importante y pronto se empezó a duplicar la producción de la cerveza mexicana a nivel mundial. Las nuevas compañías se ubicaron en las zonas estratégicas de la República Mexicana, como es el caso de Cervecería de Toluca y México —1935—, creadora de la Victoria; Cervecería Estrella —1954—, creadora de Estrella, y Cervecería del Pacífico —1954—, creadora de Pacífico.

Después de varias fusiones y adquisiciones, Grupo Modelo se irguió no sólo como el principal productor y distribuidor de cerveza en México, sino también, como el poseedor de mayor cantidad de marcas. Le sigue en importancia la Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma. El gusto por la cerveza mexicana se ha incrementado a pasos agigantados a nivel internacional. No hay bar en Nueva York, París o Sidney en donde no podamos encontrar una Corona o una Sol.

Se dice que existe un método para comprobar la calidad de la cerveza: la forma en que la espuma se adhiere al contorno del vaso después de cada trago, delicada y consistentemente, como si fuera un “encaje”. Los conocedores suelen llamarlo “encaje de Bruselas”, en honor al país que es cuna de esta bebida.

Los mexicanos somos apasionados de la cerveza. A algunos nos gusta la espuma, a otros no. Hemos creado bebidas como “la michelada”, “la chelada”, “el submarino” o “el bull”. Debido al clima, al tipo de cerveza que producimos y a nuestra idiosincrasia, nos gusta tomarla bien fría y aprovechamos cualquier lugar y momento para hacerlo. No cabe duda que en un partido de futbol, en una comida de domingo, en el estadio de beis, en el antro, con una cena ligera, en la playa, en la alberca, de campamento, cuando la sed arrecia, o a cualquier hora y en cualquier lugar, una cerveza es básica y necesaria.

*Fernando Montes de Oca Sicilia es licenciado en Derecho, especialista en derecho penal. Es un aficionado incondicional a los deportes —en particular al beisbol— y es amante de la buena vida, el vino, la música popular, el cine, la comida y, sobretodo, de la cerveza.

Perdido en la traducción

Mansplaining /’mœns.pleIn’ing/

Es un neologismo anglófono compuesto de man (“hombre”) y explain (“explicar”). Literalmente significa “el hombre explica”. Dicho término se usa para definir el tono o la forma condescendiente o paternalista que un hombre usa al explicarle algo a una mujer, por considerarla poco inteligente o inexperta en un tema.

Encuentra más contenido en: algarabía.com y en twitter @algarabia

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