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Arte e Ideas

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El rostro de la ciudad que se desvanece detrás de la mascarilla

Para el cronista Jorge Pedro Uribe Llamas, la especulación inmobiliaria, los “negocios elitistas”, y ahora la pandemia, han venido acabando con una parte de la historia e identidad de la CDMX.

Salón Los Ángeles. Foto: Especial

Que nos enteremos cada vez más sobre el cierre, la quiebra, la desaparición de negocios tradicionales en la Ciudad de México quizás se deba al confinamiento, porque no habíamos puesto atención especial en la transformación acelerada de las zonas emblemáticas de esta magna urbe. Tal vez sean los estragos a casi cinco meses de emergencia sanitaria, el repliegue de la vida pública, el cese de actividades comerciales y la marcha impostergable de los gastos corrientes. Probablemente se deba a ambos procesos que, primero de a poco y ahora súbitamente, han ido diluyendo rasgos de la vida que solíamos abrazar, puntos de encuentro, resquicios de anécdotas, referencias de la nostalgia.

Porque cuando salíamos a las calles en los meses de resguardo, a través de las gafas de seguridad, de la careta de acrílico, con la mascarilla incrustada entre las pestañas, todas las cortinas cerradas de los locales parecían barajas ocultas que al ritmo del semáforo sanitario se nos han ido revelando y detrás de ellas, de muchas de ellas, vaya sorpresa para nuestra negación: no hay lo que solía haber.

Que la librería A través del espejo, en Álvaro Obregón, dejó de existir por una mejor oportunidad comercial para el dueño del local; que la Cafetería Trevi finalmente no resistió los embates de la gentrificación en la zona poniente de la Alameda Central; una lástima la sustitución de la Farmacia El Fénix, en Isabel la Católica y Cinco de Mayo, por otro negocio de cadena. Los dueños del Salón Los Ángeles celebraron el aniversario 83 con las luces apagadas y el dilema de su continuidad contra todo pronóstico. Y qué decir del cierre de las librerías de viejo en Donceles que, sin actividad comercial, no pudieron sostener las rentas.

A ellas se agrega la librería Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo, en Coyoacán, pionera de la cadena que abrió en 1971 y ahora cierra “debido a una etapa de renovación en este espacio”, explicó la firma en un lacónico tuit.

Y en San Ángel, los tecolotes de Sanborns dijeron ‘buenas noches’ tras el cierre del restaurante que desde 1962 recibía a los comensales frente a La Bombilla.

Jorge Uribe es vecino del Centro Histórico, miembro del Colegio de Cronistas de la CDMX y observador nostálgico de la disolución de la vida barrial en distintos puntos de la urbe. Repasa, uno tras otro, los ejemplos de sitios populares que son rasgos desvanecidos.

“Cuando un negocio deja de ser rentable, tiene que cerrar sus puertas. Así funciona la economía. Finalmente, quien apoya a los negocios para que sigan vivos son los clientes. Si uno se queda sin clientes por cualquier razón, entonces no hay nada qué hacer. Así funciona el capitalismo. Pero está la otra parte, que es la especulación inmobiliaria. Y las colonias céntricas se están volviendo tan apetecibles para proyectos absolutamente neoliberales, de competencia desleal, que arruinan las economías barriales, las historias de vida, con la mano en la cintura”, opina al otro lado del teléfono.

Del edificio Trevi, emblema del art déco mexicano, en cuya planta baja habitó la fotogénica Cafetería Trevi por más de seis décadas, hay cartas reveladas: después de dos años de litigios, el inmueble será vaciado de inquilinos para, se presume, convertirlo en un espacio de coworking y Airbnb.

Del edificio en la esquina de Allende y Donceles, frente al Congreso de la Ciudad de México, también hubo un desalojo de inquilinos para instalar ahí una serie de departamentos en alquiler para turistas. Sin embargo, agrega, durante la emergencia sanitaria, que ha frenado en seco la actividad turística, los dueños han apurado la instalación de un letrero con la leyenda “Se renta”.

“El centro de por sí ya se estaba vaciando, pero no era un fenómeno tan visible, porque los departamentos seguían con visitantes. Sin embargo, ahora que no hay turistas ni alquiler, se ven más letreros que anuncian la renta. Al no haber vivienda popular, el comercio popular desaparece en consecuencia. Si los vecinos son desalojados para priorizar el turismo masivo de alquiler temporal, ¿qué sentido tiene la tiendita de la esquina? Los vecinos ya no van a necesitar una farmacia porque ya no hay vecinos”.

A la memoria del cronista viene la otrora Librería Manuel Porrúa de Cinco de Mayo, que en 2016 fue sustituida por un bar, por decir que la transformación no es nueva, pero comparte que la pandemia ha acelerado el desvanecimiento de los rasgos de un centro que, cuando toque quitarle la mascarilla, definitivamente no tendrá el mismo rostro.

“El centro tendría que tener como prioridad la vivienda y el comercio popular, pero no significa que los demás no sean bienvenidos. Si la gente con dinero y aspiraciones elitistas quiere venir, adelante, el centro es de todos, pero una cosa no tendría que ser en detrimento de la otra. En el centro deberíamos caber todos”, arguye.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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