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En la violencia de género se sabe mucho de las víctimas y muy poco de los agresores
La manera en la que se comunica información sobre feminicidios o violaciones en medios y redes sociales puede provocar que se normalice y se perpetúe la violencia de género.
Una de las situaciones más comunes cuando se presentan denuncias por violencia de género es la exposición total de las víctimas a través de redes sociales y en los medios. La manera en la que se tratan los casos de violencia determina en gran parte la perpetuación de esa misma violencia, dijo Mercedes D’Alessandro, doctora en economía y especialista en temas de género.
Al mismo tiempo ocurre un desconocimiento casi total de los agresores. “Siempre que se viraliza un feminicidio o una violación en redes y medios, de repente te das cuenta de que todo se sabe acerca de la víctima: su nombre, qué hacía, cómo iba vestida, en dónde vivía y a veces hasta se expone su cara, pero del asesino o del violador no se sabe nada”, dijo.
El problema de cómo los medios utilizan y difunden la información es que revictimizan a las mujeres y provocan que se normalicen las expresiones de violencia, no sólo los feminicidios o las violaciones, sino cualquier tipo de violencia que les precede. “Es como si se buscara justificar al agresor y culpar a la víctima”, comenta Mercedes D’Alessandro, autora del libro Economía feminista.
En este contexto es normal que en México 2 de cada 10 hombres piensen que algunas mujeres que fueron violadas se lo buscaron ellas mismas. Y que los hombres sean el grupo poblacional que ejerce mayores niveles de rechazo y discriminación hacia el resto de la población, según información de la Encuesta Nacional de Discriminación del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi).
Las manifestaciones y protestas de muchas mujeres contra la revictimización de las mujeres que han sido asesinadas o violentadas es clave. No sólo para exigir seguridad ciudadana a las autoridades sino también para generar conciencia entre la población.
“La protesta genera que la gente empiece a reaccionar y no sólo se identifiquen los feminicidios sino muchas otras formas de violencia. Y este análisis comience a darse mediante el cruce de otros datos acerca de la violencia de género”, comentó D’Alessandro.
Al ver las cifras de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares del Inegi y ampliar el panorama de análisis de los delitos de género, se encuentra que la mayoría de las violaciones y los feminicidios son cometidos por gente cercana a las víctimas, específicamente las parejas. En México cuatro de cada 10 mujeres han sido o son víctimas de violencia perpetrada por sus novios, esposos o compañeros íntimos.
D’Alessandro asegura que esta tendencia no sólo la sigue México, sino toda América Latina. “La violencia de género parte de una estructura de disparidades y procesos discriminatorios de tipo económico y social que se extiende en las sociedades” y que, en los años recientes, gracias a las movilizaciones, se ha despertado una conciencia en el ámbito público y privado de la necesidad de desmantelar y combatir dichas estructuras.
La violencia también está en los detalles
Lo que en la teoría feminista se conoce como “micromachismo” también es violencia y es clave en la incidencia de los feminicidios y las violaciones porque están siempre relacionadas con el ejercicio del poder de los hombres sobre las mujeres, comenta la doctora en Economía.
Hay muchas escalas de violencia y en la mayor parte de las ocasiones está normalizada o solapada. En los espacios públicos encontramos el piropo, el acoso, la persecución. En los espacios laborales son las disparidades salariales, la discriminación por maternidad, la desvalorización del trabajo. En los espacios privados son la violencia emocional, la violencia física, la violencia económica y la violencia sexual.
En México el 16% de las mujeres ha sido humillada por su pareja, el 14% ha sido agredida físicamente y el 3% es obligada por su pareja a mantener relaciones sexuales sin protección. La diferencia salarial entre hombres y mujeres puede llegar a ser de 15% en puestos altos. Al menos 30% afirma haber sido discriminada por ser mujer. El 88% de las empleadas domésticas no tiene prestaciones sociales. Incluso en el mundo virtual los hombres son los que más violencia ejercen: 65% de las mujeres que fueron ciberacosadas tenían un agresor hombre y el 72% de los hombres que fueron ciberacosados también tuvieron un agresor hombre.
“El feminicidio es la culminación de ese proceso que se desarrolla desde pequeñas escalas, que muchas veces son imperceptibles porque están escondidas. Pero para reducir las tasas de violencia extrema contra mujeres hay que prestar atención en la génesis”, dijo.
La difícil medición de la violencia de género
En el esfuerzo por reducir los niveles de violencia ejercida contra las mujeres se han encontrado muchos obstáculos. Por un lado, se presenta en un contexto social donde los niveles de inseguridad ciudadana y violencia están en aumento y por otro, porque los indicadores de género son relativamente nuevos e incluso mucha información estadística todavía no es procesada con perspectiva de género.
La especialista en economía y temas de género comentó a El Economista, que un paso importante que se dio en algunos países de América Latina fue integrar en el aparato legal las figuras de tipificación del feminicidio y otros delitos de género. “En conjunto con la protesta y la visibilización de la violencia también se han comenzado a modificar las leyes y a generar estadísticas con perspectiva de género”.
La problemática de estas mediciones es que las cifras y el estudio de estos fenómenos todavía no está consolidado y posiblemente podamos ver aparatos estadísticos e información sólida hasta dentro de cinco o seis años. Entonces se podrán observar las tendencias, si aumenta, si disminuye, las características de las víctimas, la forma de operar de los agresores, las causas y los factores comunes entre los casos registrados, dijo D’Alessando.
“En la lucha contra la violencia de género, específicamente los feminicidios y violaciones, tenemos que ver más allá de si aumentan o disminuyen. Hay que entender que es un proceso complejo que surge de otras expresiones y escalas de violencia que deben combatirse y visibilizarse también”, comentó la especialista.