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Estoy en el rincón de una cantina: Guanajuato honra a José Alfredo Jiménez
En el 50° aniversario luctuoso del “Poeta del pueblo”, el Festival Internacional Cervantino rinde homenaje al cantautor más cantado por los mexicanos y El Economista hace un recorrido por las tabernas y lugares que inspiraron sus más emblemáticas canciones y que guardan su memoria.
“Camino de Guanajuato / Que pasas por tanto pueblo / No pases por Salamanca / Que allí me hiere el recuerdo / Vete rodeando veredas / No pases porque me muero…”
Así le cantaba José Alfredo a su patria chica, y en este 2023, y a 50 años de su muerte, todo Guanajuato le canta a José Alfredo.
Apenas el pasado 18 de octubre, en el marco del Festival Internacional Cervantino, que dedica su 51 edición al “Hijo del Pueblo”, los dos escenarios principales de encuentro -el Teatro Juárez y la Alhóndiga de Granaditas- rindieron tributo al cantautor cuyas coplas suenan y emocionan lo mismo en una cantina, que en una plaza pública o en el más refinado escenario.
José Alfredo Jiménez, ahora en el Olimpo de los inmortales, ha movilizado a las autoridades desde el más modesto ayuntamiento hasta las oficinas centrales para desplegar un homenaje nacional que tendrá su epicentro el próximo 23 de noviembre, la fecha luctuosa del Rey; mientras que el fervor popular, alrededor del Día de Muertos, levanta altares por doquier para recordar al ídolo que ha trascendido las fronteras.
En su natal Dolores Hidalgo, del 22 al 26 de noviembre, están programadas serenatas en el mausoleo de José Alfredo, así como actividades de danza y ballet, proyecciones fílmicas y conferencias, y el 24 de noviembre se inaugurará la décimo cuarta edición del Festival Internacional José Alfredo Jiménez con el Mariachi Vargas de Tecalitlán.
Pero más allá de las celebraciones oficiales, es vox populi que para comprender el concepto del arte vernáculo de este cantautor es imprescindible visitar las cantinas que frecuentaba y donde se inspiró para componer las piezas más emblemáticas de su cancionero.
“Dolores Hidalgo, allí es mi pueblo adorado”
“Camino de Santa Rosa / La sierra de Guanajuato / Allí nomás tras lomita / Se ve Dolores Hidalgo / Yo allí me quedo, paisano / Allí es mi pueblo adorado”
Las calles de Dolores Hidalgo, en Guanajuato, tienen un predominante color marrón, con una arquitectura pensada en la simetría, su fundador Álvaro de Osio y Ocampo mandó a hacer las calles iguales en dimensión, y con una iglesia barroca al centro dedicada a la Virgen de los Dolores.
De ahí deriva su nombre: Dolores, por la virgen; Hidalgo, en honor al Padre de la Patria que comenzó allí la lucha por la Independencia de México.
Pero además del atractivo histórico de este lugar, que conserva su ambiente de pueblo cálido y cobijado por un desierto de planicie, Dolores también guarda celoso y con orgullo la historia de una de las figuras más importantes para la cultura popular mexicana: José Alfredo Jiménez, el poeta del pueblo, el patrono de las cantinas, el Rey.
Respetado y apreciado por figuras como Pedro Infante y Jorge Negrete, José Alfredo introdujo 22 de sus canciones en el cine mexicano, que lo popularizó, aunque aseguran que escribió más de mil, y el éxito de sus letras sigue siendo tan fuerte que ha ganado un Grammy aun después de muerto.
En el centro de Dolores Hidalgo, en la calle de Guanajuato número 13, donde nació el 19 de enero de 1926, se encuentra la antigua casa de la infancia de José Alfredo Jiménez, convertida ahora en Casa Museo, donde se conservar sus objetos personales, desde su triciclo hasta los discos de oro obtenidos en su carrera.
José Alfredo tuvo que emigrar con su familia a la Ciudad de México cuando su padre, el único farmacéutico del pueblo, falleció, y su familia entera encontró la ruina; a la ciudad llegó a vivir en la colonia Santa María la Ribera.
Allí se desarrollaría con éxito en el futbol, como portero, fue también mesero en un restaurante y, finalmente, un genio de la composición e interpretación de música mexicana, aun sin tener estudios formales de música ni saber tocar un instrumento.
Tuvo que tomar la decisión de escoger entre dos de sus pasiones y virtudes, pero ya enrolado más en el mundo artístico no se equivocó en elegir la música.
“Tuvo la virtud de decir cosas que a todos nos duelen o que a todos nos agradan; pero con una profundidad tremenda y una sencillez pasmosa”, dice su sobrino nieto José Guillermo Azanza, quien ha quedado al resguardo de las memorias de José Alfredo Jiménez, que se exhiben en el museo del cantautor más cantado por los mexicanos.
Azanza recuerda la gran relación que tuvo “el poeta de México” con Dolores Hidalgo, esa cuna querida que nunca olvidó, por lo que pidió que sus restos regresaran a su pueblo con una modesta placa en su tumba; la familia respetó sus últimos deseos y así enterró a José Alfredo quien falleció el 23 de noviembre de 1973 en la Ciudad de México a los 47 años.
En ese tiempo, personajes como la actriz María Félix reprochaban que el poeta fuera enterrado en este pueblo que conserva su esencia de siglos anteriores, debido a su nivel de conservación en el patrimonio cultural y arquitectónico.
Varios concursos se harían después para mejorar los aposentos del cantante, cuyas placas también se exhiben en la Casa Museo José Alfredo Jiménez.
El mausoleo en donde se encuentran sus restos, en el panteón municipal de Dolores, es un lugar lleno de color que diseñó su yerno, el arquitecto Javier Senosiain, quien con un sarape que emula la sierra guanajuatense y con el nombre de sus canciones pintadas hizo un homenaje al padre de su esposa Paloma Jiménez Gálvez, quien a su vez rinde honores a su padre con una cátedra sobre los recursos poéticos de las canciones de José Alfredo.
Las cantinas
Pero no sólo en los museos y en las aulas, en la radio y en la fama, perdura la memoria de este músico; son las cantinas donde es más apreciado el legado de este poeta popular.
En un recorrido por tres de las cantinas emblemáticas y dedicadas a la memoria de José Alfredo en Dolores Hidalgo se encuentran El Faro, El Triunfo y La Hiedra.
Se puede empezar el recorrido en El Parque Chiquito, como es conocido por los locales al espacio público donde se juntan los mariachis de la zona.
El Faro, con una tradición elocuente y fiel a José Alfredo Jiménez es producto de que su dueño haya sido contemporáneo del cantante. Mientras que El Triunfo es para un público más joven y para convivir con locales, los verdaderos fans de José Alfredo se pueden encontrar en La Hiedra, quienes conservan retratos y recuerdos de esta cantina que era muy visitada por el mismo José Alfredo, ahí te prestarán zarape y sombrero de charro para tomarte una foto del recuerdo, brindando a la salud del poeta del pueblo, y para seguir cantando desde el rincón de una cantina, que -en Guanajuato- la vida no vale nada.