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Fiestas populares, las claves del nacionalismo
Aunque en el siglo XVIII empezó a permear el patriotismo, ?fue hasta finales del XIX que cundió una idea de la mexicanidad.
De cara a la próxima fiesta patria, cuando se vive un desencanto social por las instituciones, vale la pena mirar al pasado y recordar que el origen del nacionalismo mexicano surgido por lo menos desde hace dos siglos se estableció con base en fiestas populares, bailes tradicionales, vestimentas típicas, discursos oficialistas, canciones y corridos, expone Ricardo Pérez Montfort, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).
Aunque el discurso nacionalista mexicano tuvo algunas expresiones en el siglo XVIII con el llamado patriotismo criollo, no fue sino hasta finales del siglo XIX cuando se pudo hablar de una reivindicación de ciertos valores considerados como auténticamente mexicanos , refiere el doctor en Historia.
Con casi 30 años de estudios relacionados con la cultura y la ideología, Pérez Montfort establece que en las postrimerías del siglo XVIII e inicios del XIX, y todavía bajo la influencia de la revolución francesa, se pudo percibir en los sectores criollos una revaloración de lo popular que buscaba abrirse paso en las decisiones políticas y económicas que vivían .
Estos antiguos mexicanos empezaron a identificar al pueblo en aquello que pretendía darle contenido social a aquella naciente nación, cuando se fueron forjando los parentescos políticos, económicos y consanguíneos que permitirían construir valores compartidos e incluso identificando enemigos comunes y atacando a la misma influencia extranjera.
Todo lo anterior exaltado y remarcado con los discursos oficialistas y nacionalistas de los personajes políticos de la época , comenta.
La identidad nacional, además de incluir valores cívicos y religiosos, con su interminable lista de milagros, vírgenes y santos, incorporaría otros elementos como las fiestas, el baile, la música, los atuendos, las novelas y las crónicas costumbristas. Todos resultaron ser elementos de cohesión entre los mexicanos decimonónicos.
Un jarabe para el nacionalismo
En el libro Expresiones populares y estereotipos culturales en México. Siglos XIX y XX, Pérez Montfort explica cómo el llamado baile del jarabe, que después se convertiría en tapatío, con sus atuendos multicolores, enmarcados en fiestas populares, se perfila en esa época como un elemento de orgullo para identificarse como mexicano.
Refiere que este baile se hizo tan popular que a inicios del siglo XIX se empezó a interpretar en los atrios de las iglesias, por lo que una ocasión la Santa Iglesia Metropolitana de México lo prohibió en 1813: [Queda prohibido] bajo la pena de excomunión, a todos los organistas que ni dentro ni fuera de los oficios divinos osara tocar esos sones propios de teatros y bailes profanos .
De corridos a discursos
Sobre los corridos cuyos inicios se pueden identificar en el siglo XVIII y XIX Pérez Montfort consigna que en un principio se le conocían como romances, historias, narraciones, ejemplos, tragedias, mañanitas, recuerdos, versos y coplas: su principal distinción fue y ha sido hasta hoy en día narrar acontecimientos originados desde el llamado corazón del pueblo .
Otro momento clave en el boom nacionalista se dio en la época posrevolucionaria, entre 1920 y 1925, cuando el discurso se orientó con el afán de reconocer la validez cultural de las expresiones populares planteadas a partir de una especie de introspección que generó ese momento histórico , explica el investigador.
Contrario a los fines europeizantes del porfiriato, a partir del ascenso de Álvaro Obregón a la presidencia en 1920 se empieza a percibir un cambio renovador en el arte mexicano .
Citando a Daniel Cosío Villegas, Pérez Montfort refiere que se pusieron de moda las canciones y los bailes nacionales, así como todas las artesanías populares. Y no hubo casa en que no apareciera una jícara de Olinalá, una olla de Oaxaca o un quexqueme chiapaneco. En suma, el mexicano había descubierto a su país, y más importante, creía en él , concluye.
Actualmente, la transición del poder motiva reinterpretaciones del nacionalismo, pero las iniciativas de los gobiernos no necesariamente se reflejan en las expresiones populares.