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Arte e Ideas

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Fragmentos para leer a Octavio Paz

Se cumplen 100 años del nacimiento del escritor, hay muchos mexicanos que aún no lo han leído; he aquí unos textos invitadores.

Razones para no querer leer a Octavio Paz he escuchado muchas. Desde porque llegó a ser el intelectual oficial de México y siempre hay que dudar de los artistas y pensadores cuando se acercan al poder, con la cual estoy de acuerdo al menos en su segunda parte; hasta porque era muy serio y elevado y es difícil de entender, con la que también estoy de acuerdo.

Pero hoy, que se cumplen 100 años de su nacimiento y hay aún muchos mexicanos que no lo han leído, quiero ofrecer algunas de las muchas razones para sí querer leer al gran escritor, a pesar de cualquier prejuicio que uno pueda tener.

No voy a tratar de convencerlos con mis reflexiones, que resultarían torpes queriendo ser sesudas, sino con algunas palabras del poeta escogidas porque contradicen algunos de los prejuicios y se pueden citar en forma breve sin perder todo sentido.

POETA JUGUETÓN

Hace años, con piedrecitas, basuras y yerbas, edifiqué Tilantlán. Recuerdo la muralla, las puertas amarillas con el signo digital, las calles estrechas y malolientes que habitaba una plabe ruidosa, el verde Palacio de Gobierno y la roja Casa de los Sacrificios, abierta como una palma, con sus cinco grandes templos y sus calzadas innumerables […] Sus moradores –astutos, ceremoniosos y coléricos- adoraban a las Manos, que los habían hecho, pero temían a los Pies, que podían destruirlos. Su teología, y los renovados sacrificios con que intentaron comprar el amor de las Primeras y asegurarse la benevolencia de los Últimos, no evitaron que una alegre mañana mi pie derecho los aplastara, con su historia, su aristocracia feroz, sus motines, su lenguaje sagrado, sus canciones populares y su teatro ritual. Y sus sacerdotes jamás sospecharon que Pies y Manos no eran sino las extremidades de un mismo dios.

(De ¿Águila o Sol?)

NO ERA TAN SERIO

¿De quién o por qué se ríe la cabecita del tercer estante? Ríe con el Sol. Hay una complicidad cuya naturaleza no acierto a desentrañar, entre su risa y la luz [...] Ríe para sí y porque sí. Ignora nuestra existencia; está viva y ríe con todo lo que está vivo. Ríe para germinar y para que germine la mañana. Reír es una manera de nacer (la otra, la nuestra, es llorar). Si yo pudiese reír como ella. sin saber por qué […] Mi risa resuena en el cuarto con un sonido de guijarros cayendo en un pozo. ¿La risa humana es una caída, tenemos los hombres un agujero en el alma? Me callo avergonzado. Después me río de mí mismo. Otra vez el sonido grotesco y convulsivo. La risa de la cabecita es distinta. El Sol lo sabe y calla. Está en el secreto y no lo dice, o lo dice con palabras que no entiendo. He olvidado, si alguna lo supe, el lenguaje del Sol.

(De Risa y penitencia , en Las palabras y los días. Una antología introductoria, FCE)

SOBRE LA POESÍA COMO CIENCIA

Hay más de una semejanza entre la poesía moderna y la ciencia. Ambas son experimentos, en el sentido de prueba de laboratorio : se trata de provocar un fenómeno, por la separación o combinación de ciertos elementos, sometidos a la presión de una energía exterior o dejados a la acción de su propia naturaleza […]

Las semejanzas entre ciencia y poesía no deben hacernos olvidar una diferencia decisiva: el sujeto de la experiencia. El hombre de ciencia es un observador y, al menos voluntariamente, no participa en la experiencia […]

En el caso de la poesía moderna, el sujeto de la experiencia es el poeta mismo: él es el observador y el fenómeno observado. Su cuerpo y su psiquis, su ser entero, son el campo en donde se operan toda suerte de transformaciones. La poesía moderna es un conocimiento experimental del sujeto mismo que conoce […] la poesía ha dejado de ser la servidora de la religión o de la filosofía; como la ciencia, explora el universo por cuenta propia.

(De Conocimiento, drogas, inspiración , en Las palabras y los días).

CIUDADANO

La ciudad desvelada circula por mi sangre como una abeja / Y el avión que traza un gemido en forma de S larga, los tranvías que se derrumban en esquinas remotas, / ese árbol cargado de injurias que alguien sacude a medianoche en la plaza, / los ruidos que ascienden y estallan y los que se deslizan y cuchichean en la oreja un secreto que repta / abre los oscuros, precipicios de aes y oes, túneles de vocales taciturnas, / galerías que recorro con los ojos vendados, el alfabeto somnoliento caen en el hoyo como un río de tinta, / la ciudad va y viene y su cuerpo de piedra se hace añicos al llegar a mi sien, / toda la noche, uno a uno, estatua a estatua, fuente a fuente, piedra a piedra, toda la noche / sus pedazos se buscan en mi frente, toda la noche la ciudad habla dormida por mi boca / y es un discurso incomprensible y jadeante, tartamudeo de aguas y piedra batallando, su historia.

(De El río , de La estación violenta).

AMOR FURTIVO

Cuando dejé aquel mar, una ola se adelantó entre todas. Era esbelta y ligera. A pesar de los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de mi brazo y se fue conmigo, saltando. No quise decirle nada, porque me daba pena avergonzarla ante sus compañeras [...]

Al día siguiente empezaron mis penas. ¿Cómo subir al tren sin que nos vieran el condutor, los pasajeros, la policía? Es cierto que los reglamentos no dicen nada respecto al transporte de olas en los ferrocarriles, pero esa misma reserva era un indicio de la severidad con que se juzgaría nuestro acto...

(De Mi vida con la ola , en ¿Águila o Sol?)

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