Lectura 5:00 min
La ciencia no ha bajado la guardia ni se ha conformado frente al combate del Alzheimer
El objetivo actual es desarrollar estrategias de tratamientos de prevención para frenar o retrasar la enfermedad.
La Enfermedad de Alzheimer (EA) es la forma de demencia más común a nivel global, de acuerdo con estadísticas de la Organización Mundial de la Salud 2021 (OMS), más de 55 millones de personas viven con demencia en el mundo y esta cifra aumentará a 78 millones para 2030. En México, en lo que va de 2021 la EA sumó 1,116 nuevos casos de acuerdo con el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica. Aunque se trata de una enfermedad cuyas causas aún se desconocen y para la cual todavía no existe un tratamiento eficaz, el interés científico continúa y no se ha abandonado la investigación, asegura Nuria Marcos, fármacoeconomista y directora médica, regulatoria y de calidad de Lundbeck MAC.
En entrevista, Marcos comparte que esta es una enfermedad compleja y debido a ello es poco probable que un único medicamento o una sola intervención pueda tratarla con éxito, “muchas ocasiones lo que ha pasado es que no se ha comprendido por completo cuál es la causa de la enfermedad, por ejemplo en un inicio temprano pudiera ser una mutación genética, pero en un inicio tardío puede surgir por una serie compleja de cambios en los que pueden estar involucrados una combinación e factores como estilo de vida, ambientales o genéticos”.
Dijo que aunque aparentemente la enfermedad de Alzheimer no ha tenido muchos avances en su tratamiento, en los últimos años sí ha habido trabajo, pero para conocer en mayor medida la enfermedad y así llegar a una investigación más adecuada, “para ello era necesario encontrar más vías de acción”.
Hoy por ejemplo una de las tendencias más relevantes en el campo de la biomedicina es sobre la intervención de la neurodegeneración en etapas tempranas. Con un mayor conocimiento acerca de la enfermedad también se permite una aproximación y conocer sobre las alteraciones generales que produce esta enfermedad, misma que inicia 15 o 20 años antes de que se manifiesten los primeros síntomas, “realmente abrir las puertas y estrategias científicas que se centran en fases preclínicas de la enfermedad, nos daría mayores oportunidades, es una etapa decisiva”.
Otro frente en la investigación son los biomarcadores. En función de su presencia e intensidad se pueden relacionar con la enfermedad, en este caso se podrían detectar cambios que sufre el cerebro antes de que aparezcan los síntomas. Por ejemplo, “se pueden centrar en determinados niveles de proteínas que están en el liquido cefalorraquídeo. Si tu consigues identificarlos de forma temprana, nos pueden dar una idea de predisposición”.
También las técnicas de neuroimagen permiten observar cambios a nivel cerebral, antes de los primeros síntomas, “porque algo muy importante son los factores de riesgo modificables y no modificables”. Algunos son muy vinculados a esta enfermedad, como son la genética y la edad; esto no se puede cambiar, pero hay otras cosas en el estilo de vida o salud cardiovascular que sí se pueden trabajar.
Actualmente también hay seguimiento a personas para registrar los indicadores biológicos que permiten saber como evoluciona la enfermedad, con esto hay ensayos clínicos para medicamentos preventivos. “En este momento se están enfocando bastante en las proteinopatías”.
La realidad es que la atención y recursos para la enfermedad también varía de país a país, “esto no se puede negar, pero es relevante tener información a la mano”. Marcos concluye que en México existen especialistas muy calificados, que trabajan en estos frentes de investigación e interactúan con otros países, “hay especialistas de alto nivel que conocen perfectamente de todas estas líneas de investigación y participan”, lo importante es seguir apoyando la investigación y no darnos por vencidos cuando se habla de Alzheimer.
Microbiota y Alzheimer
Un ejemplo de estos distintos frentes de investigación es el estudio publicado en el Biocodex Microbiota Institute, en el que se dieron a la tarea de conocer de qué manera las bacterias intestinales pueden impactar en dicho padecimiento.
La investigación consistió en reunir a 89 personas de entre 50 y 85 años –con rendimientos cognitivos desde normales hasta trastornos que implican pérdida de memoria, asociados o no a la enfermedad–, después midieron depósitos amiloides en diferentes zonas del cerebro, a la vez que analizaron la concentración en sangre tanto de moléculas derivadas de la microbiota intestinal como marcadores pro y antiinflamatorios y de la disfunción endotelial
El hallazgo permitió determinar que un desequilibrio de la microbiota intestinal podría desencadenar un mecanismo inflamatorio capaz de alterar las barreras de protección del organismo y provocar una fuga de compuestos hacia el cerebro y, por consiguiente, la posible formación de placas amiloides. De esta manera, llevar una dieta equilibrada rica en prebióticos y probióticos para mantener la microbiota intestinal en óptimas condiciones, podría representar una vía terapéutica que contribuya a la prevención y tratamiento de la EA, especialmente en poblaciones de mayores de 65 años.
El Alzheimer se relaciona con síntomas cognitivos como: pérdida de memoria, dificultades del lenguaje y de comprensión, problemas de atención y de concentración, apraxia (pérdida de la destreza) y, en algunos casos, agnosia (dificultad para reconocer los objetos o las caras).Además, esta enfermedad es la causa más común de demencia y se cree que causa entre el 60 y 70% de los casos.