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Arte e Ideas

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La pintura recupera el protagonismo en Zona Maco

La feria de arte moderno y contemporáneo más importante de la región volvió a su versión in situ, ahora en un formato más amplio según los requerimientos sanitarios. Galeristas reflexionan sobre el retorno de lo pictórico.

Lo que Zona Maco concentraba en una sola sala dentro del Centro Citibanamex en ediciones anteriores, para su decimoctava versión, misma que se lleva a cabo a partir de este miércoles y hasta el 13 de febrero, se ha ampliado a tres salas del complejo al poniente de la Ciudad de México. Y no se trata necesariamente de una ampliación en la oferta sino la disposición de la feria de arte contemporáneo de mayor peso en América Latina en congruencia con las exigencias sanitarias.

Los pasillos lucen más amplios, la mayoría de los stands, con montajes más abiertos. Los accesos a la feria se han diversificado, lo mismo que las zonas comunes y a todas luces es inexpugnable el uso de cubrebocas.

Pero es en la propuesta artística donde se perciben los cambios más rotundos de la edición. La prevalencia de los tipos de formatos ha cambiado. Se nota la ausencia de piezas escultóricas de gran formato y los grandes nombres sobre ellas: hay menos Anish Kapoor, Ai Weiwei y Jeff Koons. También han disminuido las instalaciones lumínicas y aquellas que apelan por las selfies. Gran parte de las galerías, tanto internacionales como locales, han optado por formatos de obra medianos, en su mayoría pictóricos.

Abundan las obras al óleo y al acrílico, en acuarela, al carboncillo, en collage y los bordados. Todos estos formatos recuperaron el protagonismo de este bazar que restringe gran parte de su primer día de actividades a la visita de las élites: los coleccionistas, las socialités, los galeristas, dealers y otros insiders del mundillo del arte.

Tal es la abundancia del trabajo manual, el rugoso, el de la composición sobre caballete o bastidor, que parecen haberse diluido las fronteras entre las secciones de arte contemporáneo y arte moderno de la feria. La técnica pictórica, el trazo, el pulso, la composición, la paleta, retoman la discusión de los sabedores en los pasillos.

Pinturas por aquí y por allá

Entrada de la Sala B del complejo. En el primer booth del lado izquierdo, de la Smith-Davison Gallery, con sede en Miami y Amsterdam, cuelgan obras de Picasso, Botero y Gerzso, lo mismo que “Mercado”, una bella acuarela sobre papel arroz pintada por Diego Rivera en 1941. Todas ellas acompañan una fascinante colección de obras de artistas aborígenes australianos, trabajos metódicos, obsesivamente lineales y puntillistas en acrílico sobre lino, con apellidos poco familiares para occidente: Warlimpirrnga Tjapaltjarri y Esther Giles Nampitjinpa, que resultan inevitables a la vista de los que van llegando.

Unos stands más adelante, el galerista Enrique Guerrero presenta obra de Joy Laville, una serie de bocetos de Carlos Mérida, una de la incursión abstracta de Rivera y un hermoso paisaje impresionista de las Lagunas de Zempoala ejecutado por el decimonónico Joaquín Clausell, con casi un metro y medio de largo y uno de altura. “No son pocas las obras de Clausell en el mercado”, precisa Guerrero al ser consultado a propósito de que parte de la obra del paisajista se guarece en la Colección Citibanamex, “aunque sí es raro tener una pieza de este formato fuera de un museo”, aclara, pero se niega a dar su precio.

Los galeristas Hilario Galguera y Patricia Conde comparten booth. Ambos ponen sus obras a dialogar, las intercalan. La selección de Galguera, fiel a su propuesta lóbrega, va desde un clásico Damien Hirst de lunares de colores hasta una serie de obras tan bellas como perturbadoras del mexicano Gabriel O’shea, entre ellas, un óleo virreinal que parece cercenado por los maltratos del tiempo y pende de dos lazos como si se tratara de un cadáver; es una hibridación entre ready-made, instalación y obra pictórica.

Estas últimas contrastan con lo que propone la galería Hashimoto Contemporary, con sedes en Nueva York, Los Ángeles y San Francisco, cuyas obras irradian colores, contrastes y texturas, como los bodegones de la artista californiana Anna Valdez, quien reemplaza el sfumato, la pequeña mesa y las naturalezas muertas por telas de múltiples tonos, plantas que se apoderan de la escena, piezas de coral y aves de plumajes iridiscentes a todo color.

Son apenas unos ejemplos de cómo la pintura y su vastedad se imponen en este retorno presencial del gran aparador del arte en México.

El retorno a la pintura

“Yo creo que se abusó de la instalación”, opina Hilario Galguera. “Fue un recurso utilizado por un número gigantesco de personas que se dicen artistas. Y es que con un pequeñísimo concepto de composición se puede hacer una instalación, pero eso no quiere decir que estés aportando nada al conocimiento ni que estés cambiando la forma de ver el mundo, que es finalmente la esencia de un trabajo artístico. Pero todo cae por su propio peso”, remata.

En otro momento, Julien Cuisset, galerista de Le Laboratoire, opina: “durante la semana conversaba con una colega y coincidimos en que no nada más en Maco, sino que desde Art Basel se percibe un retorno de la pintura. En época adversa los ecosistemas se reinventan y de ellos florecen nuevas propuestas. Probablemente por eso, entre otras razones, ha ido emergiendo una tendencia pictórica muy fuerte. Se decía hace unos años del resurgimiento de la pintura hiperrealista en Estados Unidos, pero en la feria hay todo tipo de pintura, se manifiesta cierto eclecticismo”.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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