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Arte e Ideas

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Miguel Poveda seduce en Bellas Artes con su canto y baile

La noche de Miguel Poveda en Bellas Artes tuvo duende y arte. Colmado, el recinto cultural más importante del país se entregó al cantaor que ha demostrado, rindiendo una y otra vez tributo a los andaluces, que el flamenco es del mundo, de un catalán como él, con espíritu muy gitano.

La noche de Miguel Poveda en Bellas Artes tuvo duende y arte. Colmado, el recinto cultural más importante del país se entregó al cantaor que ha demostrado, rindiendo una y otra vez tributo a los andaluces, que el flamenco es del mundo, de un catalán como él, con espíritu muy gitano.

En el marco del XXX Festival Centro Histórico México, y en los albores de las celebraciones por los 80 años del Palacio de las Bellas Artes, Poveda dio, en palabras de los asistentes, un concierto memorable . Así fue, durante las poco menos de tres horas que duró el extraordinario espectáculo.

Mas como la perfección no existe, sólo el accidente del micrófono que portaba pudo interrumpir (en una de las últimas canciones que interpretó cayó al suelo y se descompuso). Sin embargo, Miguel Poveda se entregó como sólo él sabe hacerlo, en un concierto lleno de sorpresas agradables que todo público gozó.

La primera de la noche fue la presencia de otro catalán universal: Joan Manuel Serrat. Juntos en el escenario interpretaron una de las canciones más célebres del cantautor nacido en Barcelona. Así, Aquellas pequeñas cosas se escuchó en su grave voz, para tomar los tintes flamencos del cantaor nacido en 1973.

Su concierto se realizó en partes y en cada una de ellas se fue cambiando de vestuario. Comenzó elegante pero casual, de riguroso gris, hasta terminar con un esmoquin blanco. Con ademán generoso, digno del caballero que es, regaló al público el primer corbatín, del que se despojó, con un pedazo de su alma.

Con depurada técnica interpretativa, y siempre preciso en lo suyo, el cante, en una pantalla primero con imágenes de su vida, pues desde niño fue revelación del cante flamenco, hasta las más bellas imágenes de Sevilla, Cádiz, Castillo San Jorge y Triana, acompañaron el mapa musical que plasmó con su música.

Fue así al barrio de La niña de los peines –la mítica cantaora flamenca--, y trajo al escenario las coplas que tanto amo y defiendo . El rasgueo de la guitarra dio inicio y con él el recuerdo de Paco de Lucía; emocionado ante la respuesta del público, Poveda bailó en el escenario, con maestría y gallardía.

Ese fue su pequeño homenaje a los gitanos. Pero el cantaor no sólo pensó en rendir tributo a los grandes forjadores del género. En sus sanas evocaciones estuvieron presentes Lole y Manuel, la pareja mística , como él los llamó, que llevaron el flamenco a los grandes escenarios alrededor de casi todo el mundo.

Recordó que el largo aprendizaje de la música no tiene fronteras y habló de la vez que se encontró con Chavela Vargas en la Residencia de Estudiantes en Madrid, cuando ella preparaba su homenaje a Lorca. En el escenario le cantó Ojalá que te vaya bonito , mientras en la pantalla aparecía una foto de la gran cantante fallecida en 2012.

Más adelante, otra sorpresa. La presencia del pianista y compositor Joan Albert Amargós, quien ha compuesto para Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel y Ana Belén, Paco de Lucía y Vicente Amigo. Acompañado por él, interpretó el tema que Pedro Almodóvar convirtió en el tema de su película Los abrazos rotos : A ciegas ; Miguel Poveda rescataba una vez más el valor de las coplas.

La noche avanzaba y el público del Palacio de Bellas Artes se rendía ante Miguel Poveda. Llegó entonces la cantaora Esperanza León para cantar un himno que inmortalizara el gran Camarón de la Isla, el cantaor al que Paco de Lucía calificaba como revolucionario del flamenco : Corazón del sueño .

Artistas españoles y mexicanos eran a los que Poveda había rendido tributo en una noche inolvidable para los asistentes, en la que acompañaron al catalán el guitarrista Jesús Guerrero, Manuel Muñoz en la percusión, y Carlos Grilo y Manuel Puyol en las palmas.

Las sorpresas no terminaban. El Son de la Negra interpretado por un mariachi fue introducción a las cuatro rancheras que Poveda interpretaría. Siguieron Te voy a olvidar , de Juan Gabriel; Que se me acabe la vida y Si nos dejan , de José Alfredo Jiménez, y Amor eterno , de Juan Gabriel, con la que recordó también a Rocío Dúrcal.

El público no quería despedirse de Poveda y surgió El rey , de José Alfredo Jiménez, primero a capela, luego con un rasgueo de guitarra y finalmente acompañado de palmas. Miguel Poveda es el resultado de sus antecesores. Es también él mismo. Hay artistas, como él, que son la suma del tiempo que les toca vivir.

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