Periodismo: cómo contar la violencia en México

La crónica es un cuento que es verdad . Si la frase de Gabriel García Márquez tiene una pizca de cierto, entonces el cuento que se está contando en México es un relato sangriento, huele a pólvora y está muy lejos de tener un final feliz. Y la cosa plantea un reto para los periodistas: ¿cómo contar lo que pasa cuando la muerte y la violencia son ya tan cotidianas? Esa pregunta intentaron responder los integrantes de la mesa La guerra en México. Imagen, crónica y ¿ficción? , que tuvo lugar como parte del Encuentro Internacional de Periodistas que se realiza como parte de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

En la mesa estuvieron convocados los periodistas Marcela Turati y Alejandro Almazán, el fotógrafo Alejandro Cossío y el escritor Élmer Mendoza. Todos, de alguna manera, con experiencia probada en el asunto de contar el México de hoy, donde violencia, narco, desaparición, sangre, muerte y guerra son las palabras más recurrentes. Para tratar de explicar lo que está pasando en estos días, Almazán comparó el ejercicio periodístico con el cigarro electrónico que llevaba en la mano: Sí me da nicotina, sí me tranquiliza, pero es de mentiras. Es algo de lo que pasa con el periodismo, se está dejando de contar cosas . Y es que, añadió, hay una suerte de hartazgo de las historias de muerte y sangre, porque los reporteros no estamos teniendo la capacidad de enseñar a la gente a entender el crimen . Algo que, advirtió, sí se está haciendo desde la literatura.

Con este pie, tomó la palabra Élmer Mendoza. El escritor sinaloense dijo que los narradores mexicanos están contando cosas menos terribles de lo que está pasando. Hay cadáveres, imágenes de crueldad, pero también emociones: miedo, angustia, incertidumbre, coraje, esperanza. Estamos tratando de hacer una literatura social, aunque a veces la llamen peyorativamente narcoliteratura o narcoficción .

Para Marcela Turati, uno de los principales retos que enfrentan los periodistas es que la realidad supera a la ficción. Y puso ejemplos que se ha encontrado en su andar: el embalsamador que se queja porque ahora tarda tres horas en arreglar un cadáver por la cantidad de balazos; una niña que no le iba a pedir nada a Santa Clos porque entendía, comprensiva, que éste tenía que pagar la cuota ; el operativo que se hizo para levantar el cuerpo de un encobijado… que resultó ser un indigente friolento que estaba vivo. No se trata de anécdotas sueltas, sino que todas reflejan lo que está pasando , dijo Turati y añadió que, en ese contexto, su preocupación es: ¿Cómo hacer para que cada muerto cuente, que no se diluya como uno de tantos que ocurren en la semana? .

Reportero gráfico, planteó uno de los dilemas de sus colegas: ¿Se deben o no publicar fotografías violentas? ¿Quién dice que una imagen es demasiado fuerte? ¿Hay un manual? Si un hecho afecta a una comunidad, hay que darle cobertura pero, ¿qué pasa cuando se repite tanto que se pierde el asombro y se cae en una anestesia social? . La alternativa, apuntó, es explorar nuevas formas para mostrar las cosas. Y puso como ejemplo el trabajo de fotoperiodistas como Guillermo Arias, Fernando Brito y Fabio Cuttica.

Como ocurre siempre en este tipo de mesas, quedaron más dudas que respuestas. Eso sí, todo los participantes coincidieron en el hecho de que es necesario involucrarse con los textos y, en palabras de Almazán, no sólo describir, sino meter emociones y sentimientos . Y Élmer Mendoza advirtió: Hay que tener claro dónde se está parado, qué se puede hacer y qué no. Los mártires no sirven: hay que usar la cabeza y enfriarse, saber cuidarse . Porque, finalmente, en México hay una guerra y alguien tiene que contarla.