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¿Quién puede acceder efectivamente al cuidado? La desigualdad desde antes de nacer
De acuerdo con el Informe de Pobreza y Cuidado Infantil, elaborado por el Coneval, se observa que en todos los espectros del cuidado –alimentación, salud, higiene y educación– las vulnerabilidades preexistentes en los hogares rurales, pobres o que no tienen acceso a seguridad social alcanzan a los menores que nacen y crecen en ellos.
Todas las personas durante algunas etapas de la vida requerimos de cuidados, y acceder efectivamente a ellos es un derecho básico. Sin embargo, en países con brechas de desigualdad tan grandes como México, millones de niños, niñas, personas con discapacidad o adultos mayores tienen un acceso limitado a estos cuidados.
La desigualdad social, racial, geográfica, económica o de género puede combinarse para que, un niño que nace en la colonia Nápoles en la Ciudad de México tenga acceso más y mejores cuidados que una niña que nace en la costa de Guerrero.
De acuerdo con el Informe de Pobreza y Cuidado Infantil, elaborado por el Coneval, se observa que en todos los espectros del cuidado –alimentación, salud, higiene y educación– las vulnerabilidades preexistentes en los hogares rurales, pobres o que no tienen acceso a seguridad social alcanzan a los menores que nacen y crecen en ellos.
Esta situación refleja también la importancia de crear un sistema integral de cuidados, donde a través de política pública se garantice que todos los menores de edad puedan acceder a cuidados oportunos y de calidad, particularmente en los primeros años de vida.
La alimentación
Las condiciones de acceso a servicios médicos posnatales, medicamentos y alimentos de calidad provocan que, desde el nacimiento, los niños y niñas ya enfrenten la desigualdad.
La leche materna, que es considerada por la OMS como el alimento por excelencia durante los primeros meses de vida por su aportación de nutrientes, compuso la dieta del 57% de los menores en el grupo de familias mejor acomodadas, el resto se alimentaron con leche materna combinada con fórmula.
Pero en los hogares más vulnerables la fórmula fue el único alimento del 16% de los niños, lo que se explica porque muchas de las madres en este grupo enfrentaron enferemedades después del parto o ni siquiera sabían que tenían leche materna o cómo suministrarla.
En los años siguientes de vida, las brechas en alimentación persisten. Por ejemplo, mientras 8 de cada 10 niños de los hogares mejor acomodados que se consideraron en el estudio reportan un consumo regular de frutas y carnes, cerca de la mitad de los menores en el grupo de familias más vulnerables no incluye estos alimentos en su dieta diaria, sino que los consume de manera especial.
Salud
El hecho de que las mujeres y personas gestantes del grupo de familias con más carencias tenga un menor acceso a instituciones de salud públicas y privadas incide en la atención prenatal, posnatal y la salud de los menores nacidos.
Una de las particularidades que arrojó el estudio fue que en el grupo de familias más vulnerables todavía existe una preferencia importante por servicios domésticos como parteras o parientes auxiliares en el parto. Y 3 de cada 10 hogares declararon no haber recibido información sobre los cuidados específicos que requieren los recién nacidos.
Otro dato relevante es que en el 16% de los hogares más vulnerables el nacimiento se registró con riesgo de desnutrición, mientras que en el grupo de familias de mejores condiciones esta proporción se reduce al 11 por ciento.
En el grupo mejor acomodado, 9 de cada 10 niños y niñas tiene su esquema completo de vacunación. En el de familias más vulnerables, sólo 6 de cada 10.
Las familias con más carencias también reportan que en sus comunidades no hay especialistas, ni unidades hospitalarias de segundo o tercer nivel y la disponibilidad de medicamentos también es limitada.
Educación y estimulación
Si las brechas en materia de alimentación y salud son ya pronunciadas entre los niños de algunos hogares y los de otros, en el rubro de la educación y estimulación temprana son mayores.
No sólo se trata de inscribir y llevar a los menores a las escuelas, también de las dinámicas recreativas dentro del hogar y la exposición de los niños y niñas a situaciones que los ayuden a transicionar de manera exitosa a las siguientes etapas de sus vidas.
En este sentido, el documento mostró que el 40% de los hogares del grupo de familias más privilegiadas accedió a información sobre el desarrollo infantil, mientras que para los hogares más vulnerables sólo 24% se informó.
14 de cada 100 niños de los hogares mejor acomodados tienen juguetes o artículos para el entretenimiento y 39 de cada 100 tienen libros educativos, cuentos o comics. Para el grupo con más carencias sólo 8 de cada 100 tienen juguetes y apenas 12 de cada 100 tienen materiales impresos.
El cuidado, al centro de todo
Cuando hablamos de cómo las desigualdades se perpetúan sistemáticamente, nos referimos a esto, desde que nacen, muchos niños y niñas enfrentan obstáculos significativos para tener derechos básicos.
En las familias con mayores carencias se encontraron situaciones comunes como que los padres de los recién nacidos no los registran en las autoridades civiles durante meses e incluso años.
O que tienen que ir a buscarlos a sus viviendas para que lleven a los menores a recibir sus vacunas. Esto refleja no sólo la baja disponibilidad de servicios o lo impagable que resultan para algunas familias, también la brecha en el acceso a la información básica sobre alimentos, higiene, salud y desarrollo infantil.
La mayoría de las omisiones de los padres, pero particularmente de las madres porque son quienes cargan desproporcionalmente con los cuidados de los menores, no están relacionadas con malas intenciones, sino con limitaciones económicas y sociales.
Por esto, es fundamental y urgente entender el cuidado como una de las tareas más importantes para el funcionamiento de la sociedad y la economía. Redistribuir el cuidado, revalorizarlo y remunerarlo de manera adecuada.