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Liderar en tu peor día: El lado humano
Existe la creencia arraigada de que los líderes deben ser siempre fuertes y estar listos para enfrentar cualquier desafío sin mostrar debilidad. Sin embargo, este ideal en la vida real no es sostenible; aceptar que también enfrentamos momentos de fragilidad es esencial para liderar con autenticidad.
Una llamada inesperada en la madrugada lo cambió todo. El silencio de la noche se rompió con una noticia devastadora que sacudió mi mundo hasta los cimientos. En un instante, la vida dio un giro inesperado y me enfrenté a una realidad que jamás imaginé.
Después de la confusión y la incertidumbre vinieron varios días de arreglar asuntos que ocuparon mi atención y mi energía como pocas veces antes. Al cabo de poco más de una semana todo regresó a la aparente normalidad, aunque ya nada volvería a ser como antes.
Y en medio de esa tormenta emocional, una pregunta resonaba en mi cabeza: ¿cómo conciliar la responsabilidad de liderar con el peso del mundo sobre mis hombros?
Éste podría ser el relato de muchas personas, pues todos nos hemos quebrado algún día... o varios.
Nadie está exento de las difíciles e inadvertidas situaciones de la vida que se imponen, sintiéndose con frecuencia paralizantes.
Me compromete la responsabilidad y la confianza que otros depositan en mí para tomar decisiones y dirigir, pero ¿qué hacer en los momentos de flaqueza?
¿Te ha pasado como líder que enfrentas un día tan difícil que parece imposible cumplir con las expectativas que los demás tienen en ti? Esos momentos en los que la vida personal parece detenerse, pero el trabajo sigue avanzando, pueden convertirse en un reto inmenso para cualquier persona.
Y es que ser líder no siempre es sinónimo de fortaleza impenetrable o de tener todas las respuestas. No se trata de aparentar perfección o inmutabilidad, se trata de encontrar un balance entre la responsabilidad y el cuidado hacia uno mismo”.
Es en los momentos más difíciles cuando el lado humano del liderazgo se convierte en nuestra mayor fortaleza: ser auténticos, aceptar nuestras limitaciones, y aun así, encontrar maneras de avanzar.
En ocasiones tenemos la idea equivocada de que los líderes deben ser siempre fuertes y estar listos para enfrentar cualquier desafío sin mostrar debilidad. Sin embargo, este ideal en la vida real no es sostenible. Reconocer nuestra humanidad, aceptar que también enfrentamos momentos de fragilidad, es esencial para liderar con autenticidad.
Buscar un balance entre el bienestar personal y cumplir con las responsabilidades diarias puede ser un reto, pero como en todo, tener las herramientas correctas de las que echar mano en momentos de incertidumbre nos puede ayudar a sortear las dificultades sin afectar a nuestros equipos ni defraudar la confianza que han depositado en nosotros.
4 consejos para enfrentar el lado humano del liderazgo
No todo ayuda a todos, pero ofrezco algunas acciones para momentos difíciles que en esta ocasión me tocó explorar:
» 1 Autogestión emocional
Un líder no puede apoyar efectivamente a su equipo si no cuida primero de sí mismo. La autogestión emocional implica reconocer y aceptar las emociones que surgen en momentos difíciles sin intentar reprimirlas. Esto significa buscar estrategias que ayuden a procesarlas de la forma correcta.
Ya sea a través del mindfulness, descanso, pausas activas o buscando ayuda con un mentor o terapeuta, lo que importa es buscar herramientas que te permitan como líder y como persona tener más claridad y calma ante las situaciones desafiantes o imprevistas de la vida. Si tú estás bien, tu equipo te lo agradecerá.
» 2. Comunicación auténtica
La transparencia siempre es una herramienta poderosa. No se trata de compartir todos los detalles personales o sobrecargar a tu equipo con problemas, sino de hablar con empatía y autenticidad. Reconocer que las circunstancias son desafiantes, pero reafirmar el compromiso con los objetivos, refuerza la confianza con los que te rodean.
» 3. Delegar y confiar
A veces, para poder cumplir con las necesidades organizacionales y atender al mismo tiempo algún tema personal que demande atención inmediata, es necesario pedir ayuda y delegar. Delegar permite que cada miembro del equipo asuma un papel más activo, pero también fomentará la solidaridad, el compromiso y la motivación. No dudes que en general las personas a tu alrededor estarán dispuestas a apoyar cuando las circunstancias lo requieran.
» 4. Establecer prioridades claras
Cuando los recursos emocionales o físicos son limitados, establecer prioridades claras es esencial. Dividir las tareas en esenciales, urgentes e importantes puede ayudar a que el momento se sienta menos abrumador y proporcionar una sensación de avance y control tanto para ti como para tu equipo.
Éstas son acciones sencillas, ¿te suenan obvias? Tal vez lo son un poco, pero te aseguro que se olvidan en un momento difícil. También te aseguro que son útiles para empezar a ordenar las cosas cuando las circunstancias son retadoras; te permiten retomar las riendas de la situación.
Recobrar rápidamente la sensación de control y estabilidad emocional te ayudará a sentirte mejor en el día a día. Pensando que, al fin de cuentas, los momentos difíciles también pasarán y habrás seguramente salido de ellos no sólo con más conocimiento y aprendizaje, sino también más resiliente y flexible para enfrentar los cambios de la vida.
Me gustaría finalmente cerrar con una reflexión: el verdadero liderazgo no se define en los momentos de calma, sino en las tormentas. Es menos complicado guiar cuando todo marcha bien, cuando los resultados son positivos y las metas parecen alcanzables. Pero en los momentos retadores, cuando las circunstancias desafían la fortaleza emocional y la capacidad estratégica, es donde se pone a prueba la esencia del liderazgo.
Los buenos líderes también son aquéllos que logran atravesar la adversidad, no porque tengan todas las respuestas o porque no se vean afectados por las dificultades, sino porque son capaces de adaptarse, inspirar y seguir adelante, incluso cuando el camino parece incierto.
En tiempos retadores, un líder demuestra su valor al priorizar, al confiar en su equipo y al mantener una visión clara, aun cuando las emociones y los obstáculos amenacen con nublarla.
En esos momentos, el liderazgo trasciende las habilidades técnicas o la experiencia profesional; se convierte en un acto profundamente humano, en el que la resiliencia y la empatía son las herramientas más poderosas.