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Antes de los clavados... estuvo la depresión

El mexicano campeón de la Serie Mundial de Clavados de Altura 2017 habló con el economista de los episodios de depresión y apego que enfrentó en la adolescencia.

Jonathan Paredes es el campeón de la Serie Mundial de Clavados de Altura. Su deseo por dedicarse a este deporte como medio de sustento tuvo su origen desde la depresión hasta los 300 pesos que en su adolescencia cobró para saltar desde los 27 metros los fines de semana en la Feria de Chapultepec.

Ahora, tiene 28 años de edad, está pagando dos casas en Madrid, España, y él y su esposa Noel montaron una escuela de flamenco porque ella es bailarina.

Sus resultados como atleta se sostienen con sus medallas en la Copa del Mundo de Saltos de Gran Altura de la FINA, en los mundiales de FINA y en las series mundiales, la última conseguida a mediados de octubre de este año en Chile en la sexta etapa de Red Bull Cliff Diving, uno de sus cinco patrocinadores que le aseguran ingresos para entrenarse y cuidarse.

“Cuando comencé a hacer clavados de altura a los 21 años a nivel profesional ya tenía un trabajo. Desde los 13 años hacía los shows en la Feria de Chapultepec, era lo que a mí me solventaba, además era muy feliz haciendo eso. Recuerdo que había temporadas en las que pasaban tres meses y no pagaban. Ganábamos como 300 pesos por día, sábados y domingos, días festivos, y las temporadas vacacionales de verano e invierno”, dijo el clavadista.

Jonathan a sus 16 años pudo haberse estancado, la depresión definía su vida. Pero cuenta que los momentos de frustración, de rutina, pereza y conformismo fueron clave para pensar en su futuro.

“Estaba acostado en mi cama viendo películas, y de repente me preguntaba: ¿esto es lo que quiero para mí?, no era feliz, estaba deprimido, me levantaba a las 12 del día a comer, a hacer nada y a cenar”.

Actualmente, la depresión es un trastorno mental frecuente, la Organización Mundial de la Salud calcula que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. En México, de acuerdo con la Asociación Psiquiátrica Mexicana, 39% de los adolescentes presenta algún trastorno mental, mientras que cifras de la Secretaría de Salud señalan que afecta a entre 12% y 20% de personas entre 18 y 65 años.

“El Jonathan de hace un par de años no manejaba bien no ganar una competencia, me daba mucha frustración, depresión, rabia conmigo. Más adelante me di cuenta de que tampoco hay que ahogarse en un vaso de agua. También me costaba mucho viajar solo, encontrarme en un aeropuerto y que nadie estuviera. Mis papás eran ese soporte grande, mi madre me cocinaba, consentía. En México estamos muy mal acostumbrados. Emigré y ahora radico en Europa. Mis papás viven aquí, ha sido un golpe fuerte para ellos porque soy hijo único”.

Constantino López, psicólogo con estudios en maestría de terapia psicoanalítica, explica a El Economista que el apego es el miedo a la incertidumbre, a la autodeterminación con todo lo incierto que esto conlleva y la angustia de la separación.

El ser humano de los primeros meses de vida toma a la figura materna como elemento básico para cubrir las necesidades de la vida. En México muchas madres no fomentan la separación y el sentimiento de “yo puedo”, ellas en vez de mandar el mensaje de “yo lo hago por ti” lo interpretan como un “sin mí no puedes, porque yo soy tú”. El bebé, niño, adulto, se encuentra atrapado en la madre, sin ella es nada.

¿Qué le dirías a los adolescentes que pasan por depresión?

Encuentra algo en lo que realmente quieras ser feliz. ¿Qué es lo que te hace feliz? ¿qué es lo que te gusta, emociona?, porque las cosas sentado no llegan.

marisol.rojas@eleconomista.mx

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