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El Doctor Sócrates, medicina para el futbol

Sócrates: luchador social en las calles, ídolo en la cancha. Bajo su poblada barba, delgado cuerpo y 1.91 metros de estatura, Brasil ayer perdió con el fallecimiento del Doctor más que a un futbolista, también se disipó un referente de su historia de los años 80.

Sócrates: luchador social en las calles, ídolo en la cancha. Bajo su poblada barba, delgado cuerpo y 1.91 metros de estatura, Brasil ayer perdió con el fallecimiento del Doctor más que a un futbolista, también se disipó un referente de su historia de los años 80.

Fue un viernes de 1954 el día en que nació para hacer la diferencia: cambiar el medio campo, la democracia brasileña y lo que le significaría al continente americano el nombre de Sócrates, ya no más referencia de la filosofía occidental.

Augur de las defensas, de toque desafiante y goles sutiles de tacón. No llevó al pueblo brasileño las dos Copas del Mundo en que participó, pero llevó solidaridad. Contradijo a todos aquellos que aseguran que el futbol es una banalidad que no brinda nada a la sociedad, peleó por la igualdad.

Su guerra empezó en la cancha, exigiendo el mismo poder para los jugadores que para los directivos, luego esa contienda se convirtió en su convicción de vida. De forma memorable, en un partido del Corinthians en 1982, entró al terreno de juego con un mensaje contundente en su camiseta: Día 15, vote , retando a los brasileños a exigir su derecho por el voto para elegir presidente, a pesar de la dictadura militar que se vivía en esos momentos; nunca se mostró temeroso, siempre fue directo.

En el terreno de juego todo lo contrario, juega mejor de espaldas que de frente , dijo Pelé, y es que para Sócrates podría tratarse de un pase largo lo mismo que de una asistencia corta, no tenía que calcular la distancia con la vista, su botín tenía la medida exacta. Pero si la versión del Rey no le es suficiente referencia, pregúntele a Zico, Toninho Cerezo o Falcao que disfrutaban de cada uno de sus pases, jamás sobrados, nunca reducidos.

El gol lo puede meter cualquiera, el pase no , aseveró tajante alguna vez Magrão, como también lo apodaban, y nadie se atrevía a poner en duda sus palabras, las frases emitidas de sus delgados labios se acomodaban como el discurso del mejor de los políticos, sus ideas se adaptaban casi de la misma manera que triangulaba un balón para encaminarlo a la meta.

Brasil descubrió en el Botafogo a un Sócrates que jugaba inteligente, pero era enemigo de las prácticas, qué contradicción. Tan magistral era su personalidad que a pesar de haber afirmado ser de corazón santista, con 172 goles en 297 partidos con el Corinthians (club con el que pasó la mayor parte de su carrera) la afición lo olvidó y lo volvió suyo.

Ahora, las palabras de la presidenta Dilma Rousseff, que aseguró: Brasil pierde a uno de sus hijos más queridos , cobran sentido, con su muerte no sólo perdió el futbol, también la historia de lucha de Brasil de los años 80, pero por lo pronto los honores ya se los hicieron los jugadores del Timao, que lo despidieron sumando su quinta corona el mismo día de su muerte, así fue Sócrates siempre haciendo la diferencia.

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