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Economía

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El ladrillo que tumbó al sector bancario español

Si cae la banca, cae el país. Hasta hace apenas tres años, esta tesis parecía más una lección de economía que había que aprender que una realidad, por lo menos en España, donde se presumía de tener el sistema financiero más solvente del mundo.

Si cae la banca, cae el país. Hasta hace apenas tres años, esta tesis parecía más una lección de economía que había que aprender que una realidad, por lo menos en España, donde se presumía de tener el sistema financiero más solvente del mundo. La enorme burbuja de las hipotecas basura, conocidas como subprime, pasó de puntillas por el sector bancario del país.

Pero las entidades financieras españolas tenían su propia bomba de relojería en sus balances, un elevado financiamiento inmobiliario que se había hinchado como un globo. En el boom inmobiliario y hasta el 2008 se construían alrededor de 700,000 viviendas al año en España. Ahora no llegan a las 100,000. Sólo era cuestión de tiempo que estallara. Y estalló en el peor momento, en los inicios de una crisis económica que no ha hecho más que crecer desde entonces y aún no ha tocado fondo. Nadie había contemplado un escenario en el que, si caía la construcción, se produciría un efecto dominó que provocaría la caída de la banca.

El crédito a promotores llegó a subir hasta 50.6% en diciembre del 2006, para comenzar un descenso en picado que parece no tener fin en los próximos dos o tres años. Cada mes, el dato comparativo es peor que el anterior.

El pasado mes de septiembre, la caída del financiamiento a la actividad inmobiliaria era de 5.2 por ciento. Por el camino se han quedado las cajas de ahorros, sector que se ha transformado en bancos, con la excepción de dos, las más pequeñas: Ontinyent y Pollensa. Hace algo más de una década, un informe de BBV (aún no era BBVA), auguraba ya la muerte de las cajas de ahorros. El informe se titulaba Morir de éxito . Y los malos presagios se han cumplido. El flujo del crédito hacia la economía real también ha reventado. No hay financiación porque no hay demanda, según los bancos, y no hay demanda porque no hay financiación ni actividad económica, según los empresarios y las familias. Esta sequía crediticia, que no sólo afecta a España -toda Europa busca medios para financiarse-, no logra encontrar un pozo donde saciar su sed, pese a las ayudas del BCE.

El descenso del crédito no ha afectado sólo a los promotores, sino que salpicó todos los sectores de la economía. En 1995, los préstamos destinados a las empresas y familias españolas crecían a 6.2 por ciento. En mayo del 2006, el aumento llegó a ser de 28.9 por ciento. En febrero del ejercicio pasado, la caída era de 2.2 por ciento. Entonces comenzó un tímido repunte que fue más un espejismo que una realidad, ya que en enero del 2011 el crédito remontó para mejorar 0.6%, pero desde entonces no ha hecho más que desplomarse nuevamente. En octubre, el descenso era de 2.5% y la morosidad, impulsada principalmente por el sector promotor, llegaba a los 130,000 millones de euros, 7.4% del total del crédito.

Problema sin resolver

Se suponía que tras la reconversión más importante de la historia sufrida por el sector, realizada entre el 2010 y el 2011, el problema iba a desaparecer. Pero los balances de las entidades financieras y de las cajas siguen acumulando ladrillo o suelo derivado de los créditos impagados provenientes de los años del boom inmobiliario.

Las entidades financieras acumulan activos cada vez más ilíquidos y con un importante consumo de recursos propios. De continuar así, el crédito no volverá a fluir , explica un directivo de una caja de ahorros. Por ello, y tras casi tres años, el gobierno vuelve a plantear una segunda oleada de fusiones.

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