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Economía

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¿Qué es el Ingreso Básico Universal? Ejemplos y consideraciones

El Ingreso Básico Universal es un proyecto que busca que los ingresos públicos (mayoritariamente los impuestos) subsidien un ingreso garantizado para todas las personas que son residentes legales de dicho país. 

Ilustración EE: Nayelly Tenorio

¿Te imaginas que cada cierto tiempo llegue a tu cuenta una suma de dinero sin importar tu trabajo, tu estado civil, el lugar en donde vives o si tienes hijos o no? Enfrentar una crisis, recibir noticias de impacto económico o resolver imprevistos sería menos complicado. De esto trata la idea de crear un ingreso o renta mínima universal, una propuesta que se discute y se prueba en distintos países desde hace relativamente poco tiempo

El Ingreso Básico Universal (IBU) es una transferencia directa de dinero otorgada por el gobierno que tiene, sí o sí, estas características: 

  • Es periódica: que se entrega cada cierto tiempo establecido; cada año, cada mes, cada bimestre y este lapso es constante. 
  • Es uniforme: que todas las personas reciben el mismo monto de dinero.
  • Es individual: que se entrega por persona y no por hogar, familia, matrimonio, etc. 
  • Es universal: que es para todas las personas sin condiciones 

El Ingreso Básico Universal es un proyecto que busca que los ingresos públicos (mayoritariamente los impuestos) subsidien un ingreso garantizado para todas las personas que son residentes legales de dicho país. 

Diferencias entre IBU y programas sociales

En México, el gobierno hace transferencias de dinero directas a los estudiantes, a los adultos mayores y a personas discapacitadas. En Argentina los hogares en donde hay menores de edad y los padres enfrentan vulnerabilidades laborales también reciben un monto mensual de dinero. En Estados Unidos si pierdes tu trabajo puedes aplicar para un seguro que garantice ingresos mientras encuentras uno nuevo.

Estos son algunos programas de asistencia social que operan alrededor del mundo, éstos están pensados para recortar las brechas entre la población económicamente vulnerable y el resto de la población. Todos estos programas son diferentes de lo que se conoce como el Ingreso Básico Universal por una razón fundamental: el IBU implica eliminar los requisitos mínimos o las condiciones para recibir una transferencia de dinero.

El Ingreso Básico Universal también es diferente del Ingreso Mínimo Vital (IMV), porque en este segundo se elimina el carácter universal. En lugar de abarcar a toda la población, el IMV sólo lo reciben algunos grupos en particular como los pobres, los que no tienen empleo o los que presentan alguna otra carencia. 

Algunos ejercicios cercanos al IBU

Alrededor del mundo se han levantado ejercicios para testear los efectos posibles de un Ingreso Básico Universal. En Alaska, Estados Unidos desde 1982 todos los residentes recibieran una transferencia directa al final de cada año, sin ninguna condición, pese a ser el ejercicio más largo tampoco se adapta a la definición, debido a que el programa está financiado por los ingresos petroleros y el monto transferido cambia al ritmo que cambian estos ingresos.

Los proyectos implementados en Canadá y Finlandia también se parecen más a programas de asistencia social por haberse aplicado en grupos específicos de la sociedad. Pero su operación ha permitido empezar a tener pistas de los posibles efectos de un Ingreso Básico Universal.

Otra de las aplicaciones importantes en el mundo está en Kenia con las transferencias que ha coordinado la organización GiveDirectly. Este tampoco puede considerarse como un ejercicio exacto del IBU, pero con sus cerca de 20,000 beneficiarios en áreas rurales, ha servido para llevar un registro del impacto en distintas esferas de la vida de las personas que habitan dichas localidades.

Algunas de las revisiones muestran resultados generales coincidentes. Las transferencias directas tienen un impacto positivo en indicadores de bienestar en la población; en Alaska, por ejemplo, incrementó la tasa de natalidad, en Canadá y Finlandia se observaron mejores niveles de salud mental y desempeño académico. 

En Kenia, GiveDirectly ha realizado un estudio más profundo del impacto en las 197 localidades rurales con beneficiarios y no sólo mejoró el bienestar de las personas, también la situación económica, los indicadores de salud mental y física, las dinámicas sociales e incluso se observa un incremento del interés en tomar riesgos financieros como acceder al crédito, hacer inversiones o iniciar negocios propios. 

En México, distintos actores políticos lo han puesto sobre la mesa:

¿Es posible un Ingreso Básico Universal? 

El debate sobre el Ingreso Básico Universal es complejo, no sólo porque hay economistas y especialistas en desarrollo social y otras ciencias sociales que aseguran que un IBU podría tener efectos negativos o regresivos en materia laboral. También es complejo porque es una apuesta de política social muy ambiciosa. 

El CIAD (Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo) en conjunto con investigadores y académicos estimó que a México le costaría un poco más del 10% de su PIB pagar un Ingreso Básico Universal, sólo considerando un monto de dinero suficiente para la canasta mínima de alimentos. 

Para dimensionar mejor, la simulación considera que entregando cerca de 1,668 pesos a cada persona de manera mensual, universal y consistente, el gobierno tendría que desembolsar el dinero equivalente a todo lo que genera la industria del turismo y un poco más.

El ejercicio encuentra que la pobreza extrema en México podría erradicarse si se implementara un IBU. Mientras que el programa social de pensión a adultos mayores es la política con menor nivel costo-efecto, su alcance reductor de pobreza es significativamente más limitado.

Lo cierto es que para cada país los costos, el dinero para financiarlo y los efectos son distintos. En Estados Unidos, por ejemplo, un estudio encontró que si se implementara un IBU de 1,000 dólares al mes por persona, el PIB del gigante norteamericano podría crecer 12% durante ocho años. 

Además tendría un impacto progresivo porque daría a los trabajadores peor pagados la oportunidad de mejorar sus condiciones económicas. Y en términos macroeconómicos, que las clases obreras tengan ingresos extra regresa mayores beneficios a la economía general que cuando las clases altas tienen ingresos extra.

El debate sobre si es o no posible un Ingreso Básico Universal ha cambiado de perspectiva en los recientes años. Las crisis que el mundo ha enfrentado y el avance de fenómenos tecnológicos que revolucionan el mercado laboral ponen en la mesa una nueva pregunta: ¿cómo hacer posible un Ingreso Básico Universal?

Un Ingreso Básico Universal no es equivalente a erradicar la desigualdad

Otro de los matices importantes, es que pese a los múltiples beneficios que podrían derivar de implementar el IBU esto no significaría que automáticamente se cerrarán las brechas de desigualdad, especialmente si se consideran países como México. 

La idea de garantizar un ingreso mínimo para todas las personas está más encaminada a la dignidad humana. Que las personas que pierden sus empleos puedan tomarse el tiempo necesario para encontrar uno que, de hecho, sea compatible con sus pretensiones, habilidades y experiencia, y no tome cualquier cosa sólo por la necesidad. Que las personas que ya tienen un empleo, tengan un ingreso extra para cubrir una emergencia o para costear otras actividades educativas o de esparcimiento. Que las personas no abandonen la escuela por no poder pagar libros o el transporte. O que algún trabajador que tiene IMSS pueda un día ahorrarse la burocracia y pagar una consulta con un dentista privado para atender un dolor de muelas.

Por ello, muchos expertos en desarrollo económico sostienen la idea del Ingreso Básico Universal como un complemento a las políticas públicas y otros programas de desarrollo que sí estén encaminados a recortar las brechas de desigualdad y descentralizar la riqueza. 

Aunque, por ahora, la idea de tener un IBU todavía es lejana, algunos programas de asistencia social ya existentes y sus resultados positivos en los distintos ámbitos de la vida podrían ir trazando un camino o nuevas alternativas para garantizar lo esencial a todas las personas.

ana.garcia@eleconomista.mx

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Economista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Periodista especializada en género, derechos humanos, justicia social y desarrollo económico.

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