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El Empresario

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Desarrollo de habilidades y una visión diferente del fracaso: El postgrado perfecto en los negocios

El mundo ejecutivo puede ser más placentero y menos erosivo si se ve con otro ángulo tres cosas: el impacto de los pensamientos y emociones y creencias, el desarrollo habilidades y el foco que se le da al éxito o fracaso.

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¿Has vivido momentos épicos que te hacen sentir como el rey del universo? ¿fiascos que te dan ganas de tirar la toalla?  La vorágine del mundo empresarial tiene todo tipo de realidades y retos, algunos -muchos de ellos- auto impuestos, las llamadas peleas con el ego.  Ese vaivén del estado de ánimo impide la tranquilidad y perturba.

Cuando analizo la vida ejecutiva, con la tranquilidad y perspectiva que me brinda la distancia, encuentro que puede ser mas plena, placentera y menos erosiva si viéramos con otro prisma tres cosas: 1) el impacto que tiene en el pensamiento, las emociones y creencias, 2) el desarrollo de ciertas habilidades y destrezas, y 3) el foco que damos a situaciones inevitables como el éxito, el fracaso, la frustración, etc. Temas que aportarían a un postgrado perfecto.

Hoy inicio una aventura de colaboración con este medio donde compartiré aprendizajes que combinan mi experiencia ejecutiva con la reflexión personal. La intención es ofrecer una opinion que apoye el desarrollo profesional y personal de ejecutivos y empresarios, brindar una perspectiva práctica y procurar mayor plenitud y menos erosión. Mi foco será más hacia los cómo’s y menos hacia los qué’s, puesto que mi mochila carga más experiencia que teoría.

Regreso al tema y elaboro sobre el primer punto. Uno debe ser consciente que los pensamientos se ven condicionados por las emociones y creencias. Si uno está enojado típicamente lo que pasa por la cabeza está contaminado por ese filtro. Lo mismo ocurre si a uno le presentan algo que atenta contra lo que cree. Imaginemos a un xenófobo en una conversación de inclusión, por ejemplo. 

Si nos detenemos a observar, vemos como este comportamiento tan común e inconsciente, efectivamente impone un condicionamiento a nuestra cabeza y, por consiguiente, a nuestras reacciones.  Por lo tanto, lo más sabio sería hacer consciencia de ello, para de esta manera procurar una mente más quieta y presta para aprender; con apertura y flexibilidad para expandir los límites, lo cual suele ser lo más sabio y una gran señal de inteligencia.  Así que te sugiero tengas presente estas dos ideas: procura quietud en tu mente antes de reaccionar e intenta vivir libre de juicios y opiniones; recuerda: flexibilidad = inteligencia.

Vayamos ahora al punto 2.  Cuando enfrentamos cualquier situación, nuestro desempeño refleja la puesta en práctica integrada de conocimientos, aptitudes, rasgos de personalidad y valores adquiridos. Mucho de este arte se aprende de pequeño en casa, en el colegio o en el grupo al que pertenecíamos; otro tanto es adoptado a través de la observación y la experiencia.  Al llegar a la vida adulta, nuestra formación se centra en lo técnico y muy poco en destrezas que son universalmente benéficas e inclusive, suelen ser más importantes que aquellas, particularmente en la medida que ascendemos en la escala profesional. 

Las llamadas habilidades blandas. Estas son de enorme influencia pues mejoran la manera como enfrentamos situaciones e interactuamos con otros. De allí la importancia de hacer consciencia sobre su relevancia y motivar el deseo de prepararnos en estas destrezas.  Yo me tomo el atrevimiento de agruparlas en 2 categorías:

  1. Las relacionadas a la interacción con el entorno, como son empatía, liderazgo, destreza en negociación, comunicación efectiva, espíritu colaborativo, adaptabilidad
  2. Las que tienen que ver con el talante, es decir las que muestran el control de “los demonios”: inteligencia emocional, resiliencia, recursividad, flexibilidad, motivación, tolerancia, disciplina, toma de decisiones.

Nadie nos dijo que eran un super poder; así que enfócate en cultivarlas, nos convertirán en personas más adaptables y flexibles; en individuos más quietos, ecuánimes, diversos, incluyentes, confiables, apreciados y valorados.

El tercero y último punto tiene que ver con el foco que damos a situaciones inevitables como el éxito, el fracaso, la frustración, etc.  Todas estas las medimos desde afuera, es decir, desde lo que la sociedad nos impone y condiciona.  Esto perturba, genera exigencias y quita quietud. ¿Realmente vas a vivir para darle gusto a todos o a ti mismo? Imposible cumplirle al respetable; mas bien que ellos se cumplan a sí mismos. Tú, a lo tuyo. El éxito es un estado de bienestar subjetivo donde cada persona es quien juzga su propia condición.  Son sensaciones internas efímeras.  No te valides desde afuera, créeme, te harás daño y no te darás abasto.  Si lo entendemos así, viviremos más a gusto.

“El éxito es gustarte a ti mismo, gustarte lo que haces y gustarte cómo lo haces”, Maya Angelou.

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CEO y presidente ejecutivo con más de 28 años de experiencia en multinacionales. Consultor en liderazgo, estrategia y gestión de negocios; relacionamiento y desarrollo de habilidades blandas. Mentor, coach y conferencista. Combina su experiencia profesional con la reflexión personal para procurar plenitud y reducir erosión. Graduado del Tec de Monterrey con MBA. Cuenta con especialidades en Harvard, Stanford, IESE, INSEAD y es egresado del Programa de Desarrollo de Ejecutivos del Banco Mundial.

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