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Despliega las emociones sanas de tus empleados
El líder debe evitar que los colaboradores se vuelvan tóxicos, ayudándolos a desarrollar su inteligencia emocional.
Las habilidades sociales, como la empatía y la comunicación eficiente, son necesarias para actuar en sociedades multiculturales cada vez más complejas y que demandan a las empresas a tomar decisiones cada vez más rápido. Contar con estas personas puede ser la diferencia de tener un buen ambiente de trabajo o un infierno.
En un artículo para Harvard Business Review, la especialista en Inteligencia Emocional por la Universidad de Pennsylvania, Annie Mckee, señala que corresponde al líder hacer algo por cambiar a estas personas o deshacerse de ellas.
La razón se debe a que las personas con baja o nula inteligencia emocional “arruinan los equipos de trabajo y destruyen la productividad, por no hablar de la moral. Son pequeñas bombas de tiempo que pasan cuando menos te lo esperas, absorbiendo su tiempo y energía de todos. Tienen que cambiar, o necesitan salir”, advierte.
No es un problema fácil. Se trata de conductas creadas a lo largo de una vida, y el cambio no funciona si esa persona no quiere hacerlo. Estrategias como hacer valer la autoridad para ordenar un cambio de actitud, dar incentivos o castigos, simplemente no funcionan.
Lo que funciona, señala McKee es ayudar a las personas a encontrar su visión profunda y personal de su propio futuro y, a continuación, hacerles ver que con su forma de operar actual les costará un poco de trabajo a ese sueño, lo que incluye tener relaciones poderosas y positivas con la familia, amigos y compañeros de trabajo.
Una vez que se ha encontrado la motivación, se puede pasar a analizar el estado actual de la inteligencia emocional. Pero McKee, quien es coautora de Liderazgo primitivo, junto con Daniel Goleman y Richard Boyatzis, advierte que se trata de entrenar y no de gestionar.
“Si usted está verdaderamente entrenando –y no gestionando- el colaborador estará confiado y le escuchará”, indica. Para tener mayor retroalimentación del proceso de conversión, será necesaria la retroalimentación de los demás, que se puede obtener a través de herramientas como la ESCI (Inventario de Competencias emocionales y sociales) o un proceso de autoanálisis de liderazgo, el cual se describe en el libro Cómo convertirse en un líder resonante, de la misma autora.
El siguiente paso es el análisis de las deficiencias y el “plan de aprendizaje” (ojo: no de gestión de rendimiento y ni de desarrollo), en la que la empatía es una de las competencias más difíciles de aprender, pero a su vez la más importante para el desarrollo.
Tal vez le parezca un montón de trabajo para un empleado y así es. Pero hay que comprender que éste no podrá hacerlo solo, necesita apoyo para embarcarse en este proceso de autodesarrollo ¿Estará ahí para su empleado cuando su confianza disminuya o cuando experimente contratiempos inevitables?, cuestiona.
“El desarrollo de la inteligencia emocional puede hacer la diferencia entre el éxito y el fracaso en la vida y en el trabajo. Y, si usted es el responsable de las contribuciones de la gente al equipo y su organización, debe ayudar aquellos que tienen deficiencias peligrosas en ésta. Ése su trabajo”, subraya Mckee.
La también fundadora del Instituto de Liderazgo Teleos recomienda que si aun contando con aliados para esta tarea, nada funciona, significa que estas “personas con problemas” no pertenecen a su equipo, o incluso a la organización. Es entonces el momento de ayudarles a seguir adelante con dignidad.