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La Principal, 107 años confeccionando banderas
Luego de tres generaciones diseñando y produciendo uniformes y lábaros, la empresa capitalina analiza dar un giro en su negocio ante el declive de 50% de sus ventas.
La Principal tiene al menos tres factores para sentirse única: es de las pocas empresas mexicanas, grandes o pequeñas, que siguen operando tras 107 años de existencia; entre sus clientes figuran expresidentes como Porfirio Díaz, Venustiano Carranza o Miguel de la Madrid; contra toda corriente, mantiene su proceso artesanal para confeccionar los escudos de sus banderas.
Ninguno de los tres factores ha sido fácil. A lo largo de ese tiempo, los clientes y la demanda de uniformes y banderas de la compañía fundada por Marciano Rodríguez en 1907, se han reducido hasta en 50 por ciento. Incluso, los bordadores de la técnica de canutillo comienzan a escasear.
¿Es optimista con el futuro de su empresa? Se le pregunta a Eduardo Castañeda Fernández, actual dueño de La Principal y nieto de su fundador. Su hijo, el padre de Eduardo, también dirigió hasta 2012 la compañía, ubicada en la calle Dolores, en el barrio chino capitalino.
“Soy optimista, (pero) tengo que empezar a ver nuevos productos dentro de la empresa… Si no lo hago, tal vez seamos una empresa que no dure mucho tiempo más. Como le ha pasado a compañeros en esta demarcación –Cuauhtémoc– compañías centenarias que desaparecieron porque no se actualizaron”, sentencia.
Los buenos tiempos
El contador de 42 años rememora el auge de La Principal, que en el periodo revolucionario inició la confección de uniformes militares. Como en la famosa película “El compadre Mendoza”, Marciano Rodríguez “le surtía a ambos bandos y, como no había moneda corriente, le pagaban en oro”. La empresa usó también un sistema de crédito para sus clientes, lo que alentó su auge.
El gobierno federal era su principal cliente tanto para banderas como para uniformes. Luego se sumaron las escuelas. En sus buenos tiempos llegaron a tener un representante en cada estado para atender a las más de 2,000 empresas locales en cada entidad. La nómina la componían 150 trabajadores directos y más 600 que laboraban desde casa. A la semana se confeccionaban 2,500 prendas para cumplir con las “temporadas altas”: febrero, por el Día de la Bandera; septiembre, por las fiestas patrias, y la temporada escolar.
Cuando el Ejército abrió sus fábricas de uniformes y banderas, inició el declive de La Principal. La demanda de lábaros cayó 50% y, debido las recurrentes crisis económicas, las empresas dejaron de dar uniformes a sus empleados, eso también hizo decaer la venta de esas prendas.
En la actualidad “tenemos una estrategia más moderna, todo por página web. Participan 50 personas desde quien borda, cose, pinta y los accesorios que nos piden. Empleados directos tenemos cinco en la tienda” comenta Castañeda Fernández, quien conoce todas las áreas de la compañía desde que tenía 15 años.
El gobierno continúa siendo uno de sus principales clientes, pero para mantenerlo La Principal debe ajustar sus presupuestos. Ya no viste a personajes y políticos, ahora decora Congresos. Dos ejemplos de su trabajo, presume Castañeda Fernández, son la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y el Congreso de Durango donde, además de la confección de las banderas, hicieron el montaje.
“Todo quedó bajo nuestra dirección. Desde las astas de las banderas, en el Congreso se puso un escudo central de aluminio y las astas tienen unas águilas en la parte superior. Mejoramos el diseño que hicimos en la ALDF, todo quedó muy bonito, de tal forma que le da vida al recinto”.
Alianzas para sobrevivir
Miembro de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) local, Eduardo Castañeda aprovecha ésta para capacitarse y aprender nuevas herramientas que le permitan sacar adelante a su centenaria empresa, como la comercialización por Internet.
Sin embargo, el empresario cree que lo que salvará a compañías como la suya son las alianzas entre pequeños comerciantes para participar en licitaciones del gobierno. “Al empresario mexicano no le gusta compartir ese tipo de retos, pero estamos en un momento en que si no aprendemos a jugar en equipo, muchas empresas van a desaparecer”.
Mientras que de su abuelo y de su papá aprendió la planeación estratégica para sacar adelante un pedido, Castañeda Rodríguez aprende cada día a ver nuevas formas de mantener su empresa a flote, lo que incluye nuevas formas de fomentar el amor al lábaro patrio, que también reavive el mercado.
“Como empresario me preocupa –la falta de cultura cívica- porque me impacta económicamente y tengo que empezar a ver nuevos productos, que tengan que ver con la tela, pero ya no con la bandera”, finaliza.