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Los no conectados a internet son los grandes perjudicados por la pandemia de Covid-19: Germán Arias

El exdirector de la Comisión de Regulación de Comunicaciones de Colombia sostiene que la pandemia demostró los retos que aún quedan por resolver en materia de brecha digital para los gobiernos latinoamericanos y cómo la escasa conectividad y el coronavirus pueden acentuar más las distancias entre las distintas clases sociales.  

Germán Arias fue comisionado y director de la Comisión de Regulación de Comunicaciones de Colombia. Foto: Especial.

Germán Arias es economista de profesión y por cerca de cuatro años fue el director de la Comisión de Regulación de Comunicaciones de Colombia (CRC), un organismo con cierto grado de equivalencia con el regulador convergente mexicano IFT, del que Arias se dice amigo y admirador de su arrojo en política regulatoria.

Arias es actualmente consultor en Bogotá, pero como funcionario público vivió de cerca la trama América Móvil/Telefónica versus el Estado colombiano respecto a una histórica política regulatoria sobre reversión de activos y también estuvo en el centro en cuanto la construcción de la política pública de colocación de espectro. 

En entrevista con este medio Germán Arias habla de la pandemia de Covid-19 y lo que ésta vino a destapar: exacerbación de la brecha digital, desaciertos de la política pública y que las telecomunicaciones se convirtieron en dos meses en un soporte para las economías. De México tiene muy claras sus opiniones y sus aprecios, pero trata de ser cauto y se define como un hombre que escucha y de nuevo pensamiento regulatorio.

—Los operadores en América Latina tuvieron aproximadamente tres meses para observar lo que hacían sus pares asiáticos frente al coronavirus, ¿cree usted que a ellos también los tomó por sorpresa el virus?

—Nadie estaba preparado y aunque ahora ya empezamos a hablar bastante sobre este tema, la verdad es que a todos nos cogió con un nivel de sorpresa increíble. Y en China creo que tampoco se midió cuál sería realmente el impacto a escala mundial de esta pandemia. El Covid-19 ya le dio un golpe a la economía, incluso según varios analistas, superior al de la Gran Depresión del 29, lo cual cambia la visión geopolítica del mundo. A todos nos llegó por igual; nuestra realidad nunca volverá ser la misma. En cada persona dejará un cambio importante, por muy pequeño que éste sea.

—¿Qué opinión le merece la reacción y el tipo de reacción que tuvieron los reguladores para disponer de paquetes emergentes de servicios para afrontar el coronavirus de mano de la industria?

— En Colombia para las telecomunicaciones la reacción sí fue rápida en marzo. Una de las primeras medidas fue el permitir la gestión de tráfico para evitar la congestión de las redes. Esa gestión permitió entonces al operador priorizar ciertos tipos de tráfico. Para hacer eso, el gobierno tuvo que declarar el Estado de emergencia y a raíz de ese decreto del presidente, la CRC procedió a sacar medidas inmediatas sin los procesos normales, lo cual habría atrasado las decisiones.

Esta primera medida se define en coordinación con los operadores, quienes manifestaron que al haber aislamiento obligatorio posiblemente se manifestaría un aumento en el consumo de datos en hogares; efectivamente en el mes de marzo se presentó un aumento de 35%, pero que no impactó demasiado en las redes. El país reaccionó con suficiente capacidad para mantener el aislamiento, con posibles impactos en la calidad de en algunos servicios de video; pero sin efectos, hasta el momento, preocupantes.

—¿Coincidiría en que las redes fijas volvieron a mostrar su valor para el conjunto de la industria de las telecomunicaciones?

—La pandemia demostró que todos aportaron. Las redes móviles dispusieron de servicios gratuitos de acceso a información del gobierno, salud y educación y se estableció la no suspensión en la prestación del servicio, aunque la gente confundió esto con no pagar, cuestión que obligó a la CRC a aclarar que una cosa es que los operadores deben garantizar la continuidad del servicio y otra que los usuarios deben continuar pagando.

Por otro lado, ya podemos afirmar que estamos en una recesión, sin embargo, el sector  de las TIC se convirtió en el soporte de la economía, independientemente del tamaño de su participación en el PIB, hoy la economía está soportada en las TIC. El entretenimiento, el teletrabajo, la salud o la educación se están soportando en las tecnologías de la información y las comunicaciones y todo eso ha demostrado que la transformación digital está demostrada con hechos, no es una cosa de futuro. Las telecomunicaciones sostuvieron y están sosteniendo a las economías en abril y marzo. No lo podemos negar.

—Pese a los impactos económicos que podrían esperarse para esta industria, ¿qué de bueno podría dejar la pandemia cuando se marche?

—Esta crisis fue la mayor oportunidad para transformarse digitalmente, y a las empresas de todos los tamaños y las personas del común les tocó reaccionar rápidamente. Yo creo que una oportunidad, hablo de lo bueno dentro de lo malo, fue acelerar dicha transformación, que en un escenario normal habría tardado años, y eso es un éxito para el sector las TIC en estos meses, aun con los golpes financieros que se puedan conocer más adelante; esto llegó para quedarse.

Esta pandemia evidencia que lo digital es el “new normal” en los hogares. El teletrabajo es un hecho y la teleeducación también. Los gobiernos ya están viendo que funciona y los órganos de regulación deben analizar qué mejorar o adecuar. El problema es que no estábamos bien preparados.

Como ejemplo, mi hijo tiene educación en línea, ahora está en casa y recibe clases 100% interactivas con todas las herramientas necesarias, pero la situación de mi hijo es la de la minoría, porque en Colombia, como en todos los países de nuestras región, la educación es prestada por el Estado y por eso esto es un asunto de política pública. Esta realidad no es mala en sí misma, pues hay ejemplos de educación pública eficiente, pero desgraciadamente esta no es la situación de nuestros países. Las escuelas y colegios públicos no cuentan con las herramientas necesarias para un mundo virtual, están intentando usar medios como la radio y la televisión, pero no funcionan igual como un medio interactivo como es Internet. Estamos aprendiendo de esto que los países tienen que pensar a Internet como un servicio público, un servicio esencial y poner al ciudadano y en especial a nuestros niños como el objetivo de todo.

—¿Es decir que esta pandemia está evidenciando lo que no ha cumplido la política pública?

—Siguiendo con el ejemplo de la educación pública, con su falta de herramientas, y el bajo nivel de conectividad de la población, podemos afirmar que la pandemia exacerbó la brecha digital. Los conectados están siendo los grandes beneficiados y aprovechan todas las oportunidades que les ofrece tener acceso, mientras que los no conectados están siendo los grandes perjudicados, porque no tener Internet es como ser analfabetas y eso es lo que debe cambiar la política púbica.

Ahora más que nunca la política pública debe centrarse en la conectividad y la apropiación tecnológica de la población más vulnerable, lo contrario sería un gran fracaso. La pandemia evidencia que la brecha digital y las diferencias sociales son enormes en nuestros países. Es enorme la diferencia entre ricos y pobres, y la crisis está sacando a la luz los errores y aciertos de los gobiernos independientemente de su color político, pues la conectividad es necesaria en todos los escenarios.

El que es pobre, será más pobre si no aprovecha los beneficios de la conectividad. El más afectado es ahora aquél que vivía en el día a día, que no tenía más que como máximo un plan prepago sin aplicaciones que requieren un ancho de banda y con posibilidades de productividad. Eso también debe cambiar en los objetivos de política pública.

—Internet como derecho humano o servicio esencial; servicio público, ¿ahora sí?

—Si con esta pandemia no se logra cambiar el enfoque, ya no se logrará; no veo qué más podrían esperar. Los cambios de realidades que trajo esta pandemia son la mejor evidencia que falta conectar. Lo que pasa es que se difiere en la forma de hacerlo.

Algunos prefieren adelantar proyectos públicos, pero el estado no tiene los recursos necesarios para pagarle a todo mundo la conectividad y entonces debe pensarse en proyectos sostenibles en el tiempo, financieramente hablando. El gobierno se va, deja los proyectos andando pero no sabemos cómo lo van aprovechar el siguiente gobierno. Soy escéptico frente a los  operadores públicos; yo trabajaría con los operadores privados y que sean ellos quienes hagan las inversiones aprovechando los recursos de los fondos de servicios universal, más no crear un nuevo operador público. No es un pecado que los operadores privados acompañen la política pública, pecado es que no hagan nada por el país en términos de responsabilidad social.

—Lo relacionado con el espectro hace parte del engranaje de una política pública, siendo así y en un momento como éste, con lo que se perfila para las economías, ¿recomendaría licitar espectro para 5G en México?

—De México escuché que frenarían unos meses el 5G, mientras que la industria da muestras de interés, pues qué sentido tendría una subasta si nadie se va a presentar. 

La pregunta sería si la subasta se hace con enfoque fiscalista. Si tengo un escenario en que los operadores se van a presentar a la subasta, especialmente en momentos donde la falta de conectividad es un problema social y los operadores piden más espectro para aumentar su oferta. Esto es un problema de acceso; de derechos de usuarios. Como país, yo no lo retrasaría y si fuera mi decisión, yo seguiría adelante pero teniendo en cuenta nuestra nueva realidad.

La visión no debe ser fiscalista, sino de colaboración con el operador para lograr más cubrimiento, más ancho de banda y facilidades de acceso para los más vulnerables, y que adicionalmente signifiquen menores precios y mejor calidad. Al final, entre más alto el valor del espectro, más caros serán los servicios. De alguna forma los operadores deben recuperar sus inversiones.

—Neutralidad de la red y pandemia. Para algunos en México ese concepto es un tótem intocable y para otros parece más una utopía. ¿Para usted cómo repercutiría esta eventualidad?

—Esta discusión va a seguir. Los grandes operadores están tentados a  gestionar tráfico y están viendo que el futuro no es el acceso, sino los contenidos. Están buscando cómo quedarse con parte del negocio de contenido y cómo monetizar ese tráfico que sólo lo ven pasar por sus redes (…), sin embargo, si las técnicas de gestión de tráfico no tienen como fin la discriminación o el favorecimiento de ciertos contenidos, no me parece un problema.

Desde otro punto de vista, se cree que los grandes operadores, “los grandes monstruos”, no van a dejar sacar la cabeza a los pequeños y que éstos no van a poder hacerse visibles en Internet, es allí entonces donde el regulador debe buscar el equilibrio como un órgano innovador. La discusión no se debe centrar en operadores sino en usuarios. La discusión debería centrarse en todos aquello que incremente el bienestar del consumidor, y el tener acceso a múltiples ofertas es una forma de bienestar.

—¿Cómo ve la actuación del regulador mexicano en medio de una etapa de elección de comisionados, la pandemia y la revisión de su política regulatoria?

—Soy amigo del IFT y México ha sido referente en nuestra región como el primer regulador único. Seguramente algunas de las medidas que ha tomado no han tenido el efecto esperado, pero eso es normal en la regulación, lo importante es poder corregir oportunamente, y en especial no dejarse presionar por intereses particulares, pues lo único que le debe importar a un regulador es el bienestar general, lo cual se logra con un sector sano en términos de competencia.

Me consta cómo es de complicado enfrentarse a la preponderancia (dominancia en Colombia) y por eso, como regulador uno debe ir con paso lento pero firme, porque por querer apurarse y pensar en hacer algo de corto plazo, el resultado puede ser el menos esperado.

Regular sólo cuando existen evidencias, no cuando existen sólo sospechas, y regular con la participación de los operadores con propuestas discutidas públicamente. Se trata de quitar en vez de poner; quitar aquello que no aporte a la economía y al consumidor. El IFT lo ha hecho bien, quizás haya cometido errores y si los ha cometido sabrá cómo corregir el rumbo.

Periodista de negocios para El Economista, con especialidad en telecomunicaciones e infraestructura. Es licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM, con estudios posteriores en el ITESM Campus Ciudad de México, el ITAM y la Universidad Panamericana. Fue colaborador en Grupo Radio Centro, Televisa, El Financiero y Alto Nivel, entre otros. Ha sido moderador en los congresos internacionales de Futurecom y NexTV Latam; y también citado en el “Estudio sobre telecomunicaciones y radiodifusión en México, 2017” de la OCDE, y en distintos informes sobre espectro radioeléctrico de la GSMA y de la Asociación Interamericana de Empresas de Telecomunicaciones (Asiet).

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