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Reygeneración
El rey Juan Carlos llegó al trono en 1975 en medio de una grave crisis económica y se va en medio de otra aún peor. Tras la muerte de Franco, las dos graves crisis del petróleo destaparon los problemas de nuestra industria, el sobreendeudamiento quebró el sistema bancario y metió a la economía en depresión.
El rey Juan Carlos llegó al trono en 1975 en medio de una grave crisis económica y se va en medio de otra aún peor. Tras la muerte de Franco, las dos graves crisis del petróleo destaparon los problemas de nuestra industria, el sobreendeudamiento quebró el sistema bancario y metió a la economía en depresión. Ahora el sobreendeudamiento vino por la burbuja inmobiliaria, pero la metástasis llegó a las familias, a todos los sectores empresariales y, al final, al Estado.
Hay más causas para explicar la abdicación del rey, pero es clave contextualizar que se produce en una depresión en la que se ha destruido 20% del empleo, con una tasa de paro juvenil superior a 50%, un porcentaje creciente de la población en pobreza severa y emigración.
La renuncia del rey representa el fracaso de toda la clase dirigente de su generación. No sólo de la clase política, sino también de la empresarial, intelectual, etcétera. Una generación que en la era de la revolución digital muchos siguen usando el correo electrónico con dificultad. Una generación que no supo anticipar los excesos pero, sobre todo, que ha demostrado su incapacidad de reacción cuando la crisis estalló.
España SA todavía no ha hecho un diagnóstico honesto de la grave crisis en la que se encuentra. Se demonizó a Zapatero y su Plan E como el culpable de todos los males del país. Se fue y ahora le culpamos a Rajoy. Se han hundido los dos grandes partidos pero las alternativas al bipartidismo siguen sin tener un plan viable para resolver la grave crisis que padece nuestra economía.
En 1977, Suárez hizo la transición política para dotarnos de instituciones democráticas pero fue traicionado por la derecha y acabó en el palomar del Congreso en la más absoluta soledad. Fue la victoria del PSOE en 1982 la que ilusionó al país y con un plan de gobierno duro: devaluación, plan de ajuste, reestructuración industrial, etcétera, sacó a la economía de la depresión.
Felipe González representaba a una generación nueva que no tenía que ver nada con los errores del pasado y con una mayoría absoluta que le daba legitimidad para gobernar y acometer las reformas que necesitaba el país. Los socialistas tuvieron que renunciar a parte de su ideario pero a cambio de conseguir modernizar el país y conseguir educación y sanidad universal.
Felipe VI representa a la generación del baby boom, mi generación. Gracias a los logros y sacrificios de las generaciones anteriores nos formamos muchos de nosotros en la universidad y queremos imponer la meritocracia propia de los países más desarrollados. El rey debe representar a toda nuestra generación, debe conectar con la sociedad y ponerse del lado de los más perjudicados por la crisis. Debe acercarse a los jóvenes que no ven ningún futuro en nuestro país.
A la sociedad le indigna la corrupción y pide más transparencia en las instituciones. Estamos obsesionados con la crisis política pero la democracia depura. El PSOE, tras un mal resultado electoral, ha abierto un proceso de renovación y todos los candidatos son de la generación del baby boom. El PP también ha tenido un pésimo resultado pero aún no ha iniciado su proceso de renovación, que le llevará unos años.
Según el CIS, en una escala de uno a 10.60% de los votantes españoles está entre tres y seis, es decir centrados. El votante mediano es de centro izquierda y quiere gobiernos que le resuelvan sus problemas económicos y los de sus hijos y les respeten sus derechos y libertades. La sociedad española no quiere experimentos bolivarianos o fascistas. El votante mediano está dormido a la espera de un proyecto que le ilusione de nuevo.
Más complicada está siendo la renovación en la élite empresarial, judicial, periodística, académica, etc. Cuando ellos llegaron en los 70, como sus antecesores eran franquistas, la renovación no planteaba dudas. Ahora ellos se aferran al sillón e impiden el natural proceso de regeneración.
La crisis generada por la abdicación del rey debe entenderse como una oportunidad. Debe venir seguida por una metástasis de regeneración en todas las instituciones públicas y privadas. La sociedad española tiene que reinventarse y debe liderar el proceso una generación global y digital.