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Violencia y desempleo

En los últimos días se han vivido situaciones dramáticas en algunos países africanos en los que el descontento social ha derivado en violencia.

En los últimos días se han vivido situaciones dramáticas en algunos países africanos en los que el descontento social ha derivado en violencia. Los casos que más llaman la atención, aunque no los únicos, son Egipto y Yemen; países en los que claramente se pueden encontrar algunos factores comunes: regímenes dictatoriales, falta de libertades fundamentales para los ciudadanos, desempleo y pobreza extrema.

En el caso de Egipto, el presidente, Honsi Mubarak, cumplirá 30 años en el poder en septiembre.

Desafortunadamente en este lapso se han profundizado las desigualdades sociales y el crecimiento económico no ha sido lo suficientemente importante para abatir el desempleo que se ubica en 10 por ciento.

La economía informal así como el subempleo en Egipto han crecido de manera alarmante y la estructura para contratar a nuevas personas es tan anquilosada que la gente prefiere no ingresar al mercado formal. Quizá la mayor rigidez está relacionada con la existencia de un solo sindicato nacional que impide la organización y afiliación de los trabajadores en alguna otra organización sindical que vea por sus intereses.

La propia Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha presionado al gobierno de Egipto a flexibilizar esta norma y permitir que los trabajadores se asocien en sindicatos independientes sin ningún tipo de restricción. De hecho, y como resultado de las movilizaciones sociales en El Cairo, se ha formado la Federación Independiente de Sindicatos de Egipto que busca no sólo una mayor libertad sindical sino también el establecimiento de salarios mínimos y seguridad social.

En Yemen se encuentra una situación similar. El presidente, Ali Abdullah Saleh, tiene 33 años en el poder. El presidente Saleh tomó las riendas del estado en 1978 y se religó en 1999 y en el 2006. Uno de los eventos que detonó los movimientos sociales en ese país fue la iniciativa enviada al parlamento para constituirse como Presidente vitalicio. Los habitantes de Yemen están pidiendo la destitución del presidente Saleh para de esta forma lograr mayores libertades individuales y acceso a más y mejores empleos. La actividad productiva en Yemen está prácticamente paralizada y la generación de nuevas plazas de trabajo es muy baja, la tasa actual de desempleo es de 35% y las condiciones de vida son paupérrimas.

Otros países africanos enfrentan problemas de empleo aún mayores y son caldo de cultivo para nuevos enfrentamientos sociales. En Zimbabwe la tasa de desempleo es de 95%, en Namibia de 51% y en Zambia de 50 por ciento. Pero el problema del empleo no es exclusivo de África.

De acuerdo con la OIT, en el 2010 el número de desempleados en el mundo se ubicó en 205 millones, casi 28 millones de personas perdieron su empleo a lo largo de la última crisis económica en el 2008 y el 2009.

Los países avanzados también han sucumbido al problema del desempleo, en Estados Unidos la tasa de desempleo es de 9.4% y en España de 20 por ciento.

La mala noticia es que la tasa de desempleo juvenil, es decir jóvenes de entre 15 y 25 años, prácticamente duplica la tasa de desempleo general, en Estados Unidos es de 20% y en España de 40 por ciento. De esta forma, cuando un joven deja de estudiar y tampoco encuentra empleo, empieza a ubicarse en actividades ilícitas. Los jóvenes en el mundo que deberían de estar generando la riqueza para las siguientes generaciones se han convertido en una carga fiscal y social ya que requieren igualmente servicios de salud, asistenciales, etcétera.

En el fondo de los problemas sociales que actualmente estamos observando, existen regímenes dictatoriales, fuertes desigualdades sociales y un enorme desempleo. Sin lugar a dudas, el gran reto del mundo es restituir las plazas de trabajo perdidas y generar mejores condiciones de vida para la población. De no atenderse de inmediato este problema, no nos deberá de extrañar que se sigan presentando brotes de violencia e inestabilidad en el mundo.

*Manuel Guzmán M. es economista en Jefe de Ixe Grupo Financiero. Su opinión no representa necesariamente la posición de la institución.

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