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A 10 años de una de las mayores filtraciones en la historia de los servicios de inteligencia
A partir de ahora, debes saber que cada frontera que cruces, cada compra que realices, cada llamada que hagas, cada torre de telefonía por la que pases, cada amigo que conserves, cada artículo que escribas, cada sitio web que visites, cada asunto que escribas y cada paquete que envíes, está en manos de un sistema cuyo alcance es ilimitado pero cuyas protecciones no lo son. Edward Snowden.
Hace unos días, el 6 de junio, se cumplieron 10 años desde la primera de una serie de explosivas revelaciones publicadas por el diario británico The Guardian con la información obtenida por el ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), Edward Snowden, y que ha tenido una influencia monumental en el debate público sobre los programas de vigilancia masiva y su impacto en el derecho a la privacidad. A continuación, algunas implicaciones.
Los archivos clasificados sustraídos sirvieron para confirmar algo que se sospechaba, pero de lo que no se tenían pruebas contundentes: que la NSA había estado recopilando las actividades en Internet de millones de usuarios, así como registros telefónicos dentro y fuera de Estados Unidos, incluidas organizaciones internacionales y líderes de gobiernos considerados amigos. La entonces ministra de justicia alemana indicó que esto recuerda los métodos utilizados por los enemigos durante la Guerra Fría.
La confianza en las instituciones públicas se vio dañada al comprobar que el gobierno no sólo se limitaba a vigilar a las personas que, por ejemplo, pudieran estar involucradas en actividades terroristas, sino que abarcaba a ciudadanos sin ninguna sospecha razonable. A esto se sumó la negación, incluso frente al Congreso, de la existencia de programas de vigilancia masiva. En 2013, el entonces director de Inteligencia Nacional, James Clapper, se disculpó por el testimonio "claramente erróneo" que presentó al Senado tan solo tres meses antes de las revelaciones.
La reputación del sector privado tampoco quedó ilesa. Las filtraciones detallaron la participación de la NSA en un programa denominado PRISM, utilizado para recopilar datos masivos en Internet, como correos, historiales y transferencias de archivos, directamente de los servidores de las compañías con las que colaboraban, como YouTube, Skype, Google y Apple, mismas que negaron tener conocimiento del programa. No obstante, estas revelaciones empujaron a los grandes conglomerados a ofrecer soluciones tecnológicas para proteger la privacidad de sus usuarios, tales como el cifrado de extremo a extremo (end-to-end), a fin de reducir las posibilidades de que los mensajes sean interceptados mientras viajan de nuestros teléfonos a los de nuestros interlocutores.
Las acciones de Snowden también contribuyeron a lograr cambios legislativos, destacando la firma en 2015 de la USA Freedom Act, misma que delimita muchas de las provisiones de la USA Patriot Act de 2001, y que junto con la FISA (Foreign Intelligence Surveillance Act) constituyen la columna vertebral de las acciones estadounidenses de vigilancia e investigación de medios de comunicación electrónicos.
Aclamado por algunos, odiado por otros, el ahora también ciudadano ruso seguirá siendo parte del debate sobre el equilibrio entre seguridad y derechos civiles, en un entorno en el que cada día resulta más transcendental el diálogo sobre las implicaciones de la tecnología en la vida de los gobiernos y las personas.
*El autor es integrante de la Unidad de Estudio del COMEXI sobre cumplimiento de la ley, cooperación en seguridad y delincuencia organizada transnacional. Asociado COMEXI. Especialista en Inteligencia para la Seguridad Nacional (INAP). Maestro en Corrupción (University of Sussex) y Prospectiva Estratégica (Tec de Monterrey). Internacionalista (UNAM). Chevening Alumni.
Twitter: @Rodolfo_Padilla