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China y la trampa de Tucídides
En el siglo V antes de Cristo, el historiador Tucídides pronunció la frase “fue el ascenso de Atenas y el temor que esto infundió en Esparta lo que hizo inevitable la guerra”. Este señalamiento fue empleado por el historiador Graham Allison para identificar la situación de tensión que se produce entre dos potencias, una establecida y otra en ascenso, que puede dar lugar a un conflicto bélico, a lo que se llamó la trampa de Tucídides. Con base en este planteamiento, diversos analistas han advertido de un riesgo de escalada en la rivalidad entre Estados Unidos y China, particularmente a la luz de la invasión de Rusia a Ucrania y la amenaza de invasión de China a Taiwán.
China fue exitoso, durante los últimos 30 años, en lograr tasas de crecimiento de doble dígito y proporcionar a sus habitantes una mejora en sus niveles de vida. Además, el país se consolidó como una potencia exportadora, abrió espacios para la inversión extranjera, creo instituciones educativas de excelencia y generó un liderazgo en actividades relacionadas con la robótica y la inteligencia artificial. Lo anterior fue logrado, parcialmente, gracias a la existencia de una tecnocracia en el gobierno que aplicó un enfoque pragmático en tareas de promoción económica.
La llegada de Xi Jinping a la posición de Secretario General del Partido Comunista en 2012 dio inicio a un proceso de reversión de reformas y a una nueva concentración del poder en torno a un solo hombre. Para ello Xi llevó a cabo diversas acciones que crearon una nueva élite en el Partido Comunista, totalmente leal a él; reforzó el control sobre el gobierno y la administración; expandió el control sobre las empresas privadas y sus principales directivos; y estableció un sistema de vigilancia y censura sobre los ciudadanos, con base en el uso de la tecnología. El éxito económico y la concentración de poder en torno de Xi sustentaban la conjetura del choque de titanes vislumbrada por los analistas, quienes señalaban que China alcanzaría el tamaño de la economía norteamericana y lo superaría en un plazo aproximado de 5 años, lo cual sería la antesala de un nuevo liderazgo mundial.
Sin embargo, algo se quebró en el sistema económico chino y lo tiene en una situación comprometida. El crecimiento económico, que se vislumbraba que podía ser de alrededor del 8 por ciento, ha disminuido a tasas de alrededor del 3 por ciento. En contraste, su rival, los EUA, crece por arriba de esa tasa, de acuerdo con las cifras más recientes, y aleja la posibilidad de que en el corto plazo la economía china supere a la norteamericana. Las posibilidades de progreso de la gente también se alejan y generan desesperanza, en un país que, a pesar de los avances, tiene un PIB per cápita apenas de la cuarta parte del norteamericano promedio.
Además, asoma la deflación, es decir, el descenso generalizado de precios, resultado de un desplome de algunas industrias fundamentales. Por ejemplo, la construcción, en la que las principales empresas se encuentran en la quiebra, o cerca de ella, con un endeudamiento extraordinario que representa 16 puntos porcentuales del PIB.
Asimismo, los movimientos políticos, así como los problemas de las cadenas de suministro ocasionados por la pandemia, generaron una desconfianza hacia China como socio comercial, lo cual ha dado lugar al nearshoring, que arrebata inversiones y reposiciona a algunos países como socios comerciales de occidente.
Estos hechos modifican el escenario sobre el que se presenta la rivalidad entre potencias. El líder, los EUA, se recompone, aunque con riesgos; el retador, China, se debilita en lo económico, aunque endurece sus posturas políticas. De hecho, ese endurecimiento y el control de la élite, será una limitante a la recuperación económica. ¿Cómo se modificará el tablero geopolítico? ¿Subsistirá la rivalidad entre estas potencias? ¿Tucídides prevalecerá?
*Socio Director de Ockham Economic Consulting, especializado en competencia económica y regulación. Miembro del CNCPIE.
@javiernunezmel