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Opinión

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Comedia de errores fiscales

La propuesta de generalizar el IVA a todos los productos debe incorporar un mecanismo de compensación a las familias que menos tienen.

La pronunciada inestabilidad fiscal que vive la economía mexicana es producto de la comedia de errores que estamos presenciando en los debates alrededor del Impuesto al Valor Agregado, y del paquete económico en general. La nueva propuesta blanquiazul, de generalizar el IVA a todos los productos, es un paso en la dirección correcta. La propuesta general debería, para tener posibilidades políticas, incorporar una baja reconocible y duradera del gravamen, y un mecanismo creíble de compensación a las familias más golpeadas con el aumento impositivo sobre productos con tasa cero.

Este mecanismo debe ir mucho más allá de hacer gárgaras con el concepto del gasto social , y de presumir que habrá más dinero para repartir. Deben ser compensaciones directas, que se den en forma independiente de la intermediación burocrática. Además, insistimos, debe ser un subsidio del aumento impositivo que se realice ex ante.

La propuesta intermedia, manejada por Coparmex, de gravar dentro de un rango de 2 a 5% alimentos y medicinas, aparenta ser una postura razonable, pero no lo es. Los líderes corporativos, en este gremio, siguen siendo víctimas de la recaudacionitis ese cáncer fiscal que equipara mayor estabilidad con mayores ingresos fiscales, sin considerar consecuencias no intencionadas. Eliminar la tasa cero implica gravar al que menos tiene, pero también al que más tiene; y dar un subsidio por la vía impositiva al que menos tiene también implica subsidiar, en exactamente esa misma proporción, al que más tiene. Algo, parecería, profundamente injusto.

Los que sí pueden pagar reciben un almuerzo gratis, un subsidio que se cubre por otra parte del universo de ingresos. Por ello, es igualmente mala la lógica hacendaria que lamenta la caída de recursos si bajamos el IVA, lo cual implica que debemos brincar de alegría si aumentamos el IVA a 17%, o a 18.7, o quizá 19.2%, ciertamente, algún dígito benevolente que arroje más gasto a la burocracia bien intencionada.

Excepto que, el gasto público es del público, no del burócrata. Cada peso adicional que pide un gobernador, un diputado o burócrata nalgón, o un exquisito de la academia que vive del subsidio estatal, es un peso menos para el resto, ya sea el ciudadano del presente (que paga con impuestos) o del futuro (los tataranietos fiscales).

Por cierto, fantástica la propuesta perredista, el San Lázaro diet de gravar chicles, chocolates, muéganos y otras delicias de la gastronomía chatarra. En el 2012 procede el impuesto a la gordura.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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