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Domingo crucial
La elección del próximo domingo en el Estado de México es sin duda un punto de quiebre a partir del cual se definirá la manera como se articularán los bloques político–electorales para la elección presidencial del 2024. La clave fundamental se encuentra en el peso que posee el PRI en la entidad mexiquense y la manera como concluirá el resultado en las urnas a favor o en contra de esta formación política en extinción.
Más allá del resultado en Coahuila que a todas luces es intrascendente para el juego del 24, una derrota de los tricolores y sus aliados sacará al Revolucionario Institucional del escenario de los grandes jugadores para convertirlos un apéndice de quien hoy detenta el aparato de Estado: Morena y López Obrador. El escenario de una elección cerrada podría matizar esta afirmación, pero en todo caso el PRI se está jugando su definición como parte central de una alianza opositora, o como la cola del bloque morenista determinado a cambiar el régimen político de este país para las décadas por venir.
Una sorpresiva victoria de la coalición Va por el Estado de México alteraría totalmente la ecuación rumbo al 2024. Permitiría al PRI demandar posiciones importantes en la toma de decisiones sobre candidaturas y estrategias, y obligaría a panistas y perredistas a ir por la apuesta ciudadana integrando a los tricolores de una u otra manera.
Así, a partir del 5 de junio la baraja electoral estaría redefiniéndose como consecuencia del resultado de los comicios mexiquenses. Incluso la dinámica de la lucha al interior de Morena para la sucesión presidencial se alterará en función del desenlace en el Edomex. Una derrota morenista pondría en duda la certeza de la victoria el próximo año y por supuesto la necesidad de evaluar cual de las tres opciones –Claudia, Marcelo o Adán– sería la adecuada para enfrentar un escenario adverso a raíz del descalabro mexiquense.
Por el contrario, la victoria de Delfina afianzaría la candidatura de Claudia y pondría contra las cuerdas la alternativa de una alianza opositora que tendría que remar a contracorriente para poder remontar lo que parecería ser una maquinaria de Estado incontenible e invencible. No se trata de una elección que determine el resultado de la contienda presidencial, pero sin duda será el momento para las grandes decisiones dentro del oficialismo y la oposición.
Y ya con un árbitro electoral debilitado en su liderazgo y no dispuesto a enfrentar al presidente, la elección del domingo se prevé repleta de irregularidades por ambos bandos en donde el más hábil y marrullero se alzará con la victoria definitiva. El país de leyes y acuerdos electorales quedó atrás. Esta es la guerra sin cuartel.