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Ecobici: De México para el mundo
Eso es lo que piensa Naima von Ritter, experta de la LSE en espacios compartidos, quien en un blog de esa universidad dice que se trata de un nuevo modelo de transporte público que logró romper barreras sociales y que se debe replicar en otras mega urbes. Las ventajas de los sistemas de bicicletas compartidas son múltiples: reducen los tiempos de traslado, el tráfico y el uso de vehículos contaminantes; facilitan el uso del transporte público al ser una alternativa para los viajes de última milla; tienen efectos positivos en la salud de las personas y generan ahorros financieros ante alternativas más costosas de movilidad. Las bicicletas compartidas son también parte de las acciones de la economía circular, ya que las personas no tenemos que comprar una bicicleta propia, que probablemente no requerimos porque no la necesitamos todos los días, pero podemos utilizar las del sistema público, lo que ahorra recursos materiales. La Ecobici en la Ciudad de México redujo 8% el uso del taxi, 5% del auto privado, nos ha ahorrado unas 700 toneladas de CO2 de emisiones de carbono y unos 2,600 días en tiempos agregados de traslado.
Ahora, señala von Ritter, los sistemas de bicicletas compartidas enfrentan para sus puestas en operación retos de inversión y décadas de políticas que privilegian al auto, pero también barreras socio-culturales. Ecobici logró romper muchas de estas barreras. Se logró proyectar una imagen de una alternativa inteligente de movilidad en la ciudad, viable para todas las personas, lo que contribuyó a posicionar la bicicleta como una de las mejores opciones de movilidad en la capital. La Ecobici permite que todas podamos utilizar el espacio público y los activos de la ciudad para movernos con eficiencia y responsabilidad ambiental. Es también un instrumento que apoya a desarrollar el turismo en la ciudad. A la par de la Ecobici, se han realizado campañas de respeto al ciclista y se ha invertido de manera muy importante en una red de ciclovías. Esto es, la Ecobici funciona porque las bicicletas siempre están disponibles, pero también porque poco a poco la infraestructura y la cultura vial de la capital es cada vez más acorde al uso de la bicicleta. Hoy es claro que un buen capitalino es el que reconoce los beneficios de la bicicleta y respeta al ciclista.
Además, Ecobici es un excelente ejemplo de la interacción de autoridades y proveedores privados para ofrecer servicios públicos. Las metas, condiciones, tarifas y la supervisión la establece el gobierno, el privado se encarga de la administración, ya que requiere de especialidades logísticas muy complejas. El usuario paga parte del costo, el resto es un subsidio público que ronda por los 200 mdp anuales, pero que con el uso de publicidad, bajo el nuevo esquema ya contratado, va a disminuir a menos de 100 mdp. Actualmente es el sistema de bicicletas compartidas más grande de América Latina y, el segundo después del de Nueva York, que es el mayor del continente, en el que operan 6,500 bicicletas, en 480 estaciones de Miguel Hidalgo, Benito Juárez y Cuauhtémoc, con 355,000 usuarios. En lo que queda de la administración de Claudia Shienbaum serán más de 9,000 bicicletas, en 687 estaciones que también van a incluir a las alcaldías de Álvaro Obregón, Azcapotzalco y Coyoacán.
Naima von Ritter cita la frase de un alcalde de la ciudad francesa de Lyon que decía que existen dos tipos de alcaldes en el mundo: los que tienen un sistema de bicicletas compartidas y los que desean establecer uno. Eso es muy claro hoy en día, no hace 12 años cuando Marcelo Ebrard se propuso lograrlo. En ese tiempo, este tipo de servicios funcionaban en un par de ciudades en Europa y era difícil pensar que fuera una alternativa viable para la Ciudad de México. Hoy, la Ecobici es una política de movilidad inteligente, sustentable y orgullosamente chilanga.
Twitter: @vidallerenas