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El atentado
Desde esta columna y como ciudadano, me solidarizo con el periodista Ciro Gómez Leyva (CGL), víctima de un atentado ayer 15 de diciembre. Al igual que muchos otros, exijo que se proteja su vida y la de todos los periodistas que hacen su trabajo en México. También, que se atrape a los responsables y se investigue a la persona o personas que están detrás de este intento de segar la vida del comunicador.
Este atentado, tristemente, no se da en un ambiente tranquilo para la libertad de prensa. Recientemente, la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) señalaba que durante 2022 y hasta el 1° de diciembre, 65 periodistas habían sido secuestrados en el mundo, 49 desaparecido, 57 asesinados y una cifra récord de 533 habían sido encarcelados por ejercer su profesión. Si bien Asia es la región del mundo donde se contabiliza la mayor cantidad de periodistas presos, es América Latina donde la vida de los comunicadores corre el mayor peligro. En este rubro, México está a la cabeza.
En el periodo comprendido por el informe, México ocupa el primer lugar mundial con 11 periodistas asesinados, por encima de países en guerra como Ucrania, Siria y Yemen. El mayor peligro para el periodismo en nuestro país es el crimen organizado (CO) que se combina con la indiferencia real del gobierno para otorgar garantías para la profesión. Si bien los atentados han segado la vida de periodistas que trabajaban en medios del interior de la República, era cuestión de tiempo para que llegara a periodistas de medios nacionales. En este renglón recuerdo el ataque a Héctor de Mauleón y ahora este de Ciro Gómez Leyva que, según todas las evidencias, llevaba la intención de asesinarlo.
Pero hay otro ingrediente además de los que apuntaba RSF, el ataque reiterado desde la Presidencia de la República contra el periodismo y los medios, en especial en contra de un grupo de comunicadores a los que odia y se complace en insultar, acusar sin pruebas y señalar como enemigos (él dice “adversarios”) de su persona y su gobierno. En la mañanera del 14 de diciembre, un día antes del atentado, dijo: “Es gente muy deshonesta, hay que seguir, hay que seguir informando, no dejarles libre el terreno, imagínense si nada más escucha uno a Ciro o a Loret de Mola o a Sarmiento. ¡No pues, además es hasta dañino para la salud; o sea, si los escucha uno mucho, ¡hasta le puede salir a uno un tumor en el cerebro!”
Estos no fueron los únicos ataques en contra de estos periodistas y otros, como Raymundo Rivapalacio o Denise Dresser. Cuando se refiere a ellos, el presidente López no habla de las diferencias de opinión que sostiene, sino que recurre al vituperio y la calumnia, les llama mentirosos, hipócritas, corruptos, vendidos a los poderosos, mercenarios de la oligarquía, entre otras lindezas. A los señalamientos y datos de los periodistas críticos no contesta con argumentos e información, sino con insultos y descalificación. Hay que decirlo: el presidente de la República les ha puesto una diana en la espalda a estos comunicadores.
El presidente ha llegado a decir que opositores y comunicadores son traidores a la patria y golpistas, En este ambiente se ha propiciado que se ataque a todos los periodistas críticos a los gobiernos. Gobernadores y dirigentes han tomado escuela de López Obrador y ahora insultan y atacan a quienes se dedican a informar. El colmo es la demanda de Pío López Obrador contra Loret de Mola por haberlo exhibido recibiendo sobres de dinero con cantidades millonarias de parte de David León.
Si el periodismo es atacado desde la Presidencia, no es extraño que de las palabras se pase a los ataques físicos. Hay ambiente e impunidad para ello. En los jueves de Cero Impunidad se presentan una serie de personajes, pero ¿dónde están las motivaciones y los autores intelectuales de los asesinatos? El ataque contra CGL no es la ocurrencia extraviada de un par de sicarios de poca monta, alguien ordenó a asesinos profesionales ultimar al periodista, curiosamente, el mismo día que se aprobó el llamado Plan B electoral de AMLO en la Cámara de Diputados.
Claudia Sheinbaum se puso en contacto con el periodista atacado y garantizó que se le protegería. Omar García Harfuch, jefe de la policía, aseguró que se atraparía a los responsables. En su mañanera, el jefe del Ejecutivo expresó su solidaridad con CGL. Esta reacción sería positiva en otro país o en otras condiciones, pero no es el caso. Todo tiene el sabor y el olor de una pantomima, de declaraciones a modo y pasado el asunto.
Más allá de los culpables del atentado, hay un responsable por el clima de ataques: AMLO.
#YoDefiendoAlINE.