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Opinión

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El sábado se acababa el mundo

La verdad, otra vez pensamos que era broma. La misma noticia falsa para acompañar –y aderezar- la ausencia de una verdadera. Asustándonos con lo mismo de siempre. El final: el anuncio del fallecimiento de Chabelo. Sin embargo, como el sobresalto ocurría cada cierto tiempo sin verdad y sin razón, ya estábamos convencidos de que la muerte no podía llevarse a un inmortal. Y que, por supuesto, Chabelo lo era. Si no, -seguro usted también lo pensó, lector querido- ¿Cómo explicar el  misterio de su longevidad?, ¿cómo asegurar que no conocía el secreto de la eterna juventud? Si nunca dejó de ser un niño de 13 de años y primero se murió la reina Inglaterra.

El llamado “amigo de todos los niños” fue bautizado como Xavier López Rodríguez. Nació el 17 de febrero de 1935 en Chicago, Illinois, y sus padres fueron José Luis López Barba y Eulalia Rodríguez, ambos originarios de León, Guanajuato, pero avecindados en Estados Unidos. Más tarde procrearían a dos hijas, las hermanas menores de Xavier y toda la familia volverían a México para quedarse, casi sin interrupciones. Chabelo declaró siempre considerarse "100% mexicano", pero debido a que tenía doble nacionalidad, tuvo que regresar para cumplir con el servicio militar, precisamente en la época de la guerra de Corea, que enfrentaba desde 1950 a las dos repúblicas en las que se había dividido la península coreana. El joven Xavier, pudo haber sido enviado a combatir, pero justo en el momento preciso e inaugurando su mítica buena estrella, la guerra terminó y el actor se libró de sumarse a las filas estadounidenses en Asia. Fue así como, al concluir su servicio militar en una base de California, regresó a México e ingresó en la universidad para estudiar la carrera de Medicina. Durante cuatro años trabajó en una clínica particular, pero al mismo tiempo -cuando todavía estudiaba se dejó fascinar– como miles de mexicanos en aquella época- por la televisión y comenzó a visitar las instalaciones de Televicentro, modernísimo complejo de la comunicación nacional, propiedad de la alianza de estaciones mexicanas de radio, inaugurado en 1952, y que más tarde se convertiría en Televisa. La suerte estaba echada y su destino marcado. Allí conocería a Luis de Llano Palmer, trabajaría como asistente de producción, ensayaría como camarógrafo y floor manager y, finalmente, abandonaría la carrera de medicina para tomar la decisión de convertirse en actor. Perseverante y estudiando arte dramático en sus horas libres comenzaría a ser reconocido por su talento en la comedia y a tener breves apariciones en emisiones de televisión, los famosos “teleteatros”, donde al principio remplazaba a  los actores que faltaban o llegaban tarde. Poco tiempo habría de pasar para descubrir las características únicas que, como personaje, convertirían a Xavier López en ícono del espectáculo mexicano por más de medio siglo. Su aguda voz de niño comparada con su enorme estatura, su manera de vestir, el humor infantil que contrastaba con su carácter de niño berrinchudo, su capacidad para cantar y bailar si se ofrecía y su capacidad para conducir, hacer de platino o de personaje protagónico le fueron otorgando espacios en el mundo del entretenimiento.

Su nombre y personaje icónico –contaba él mismo- surgió cuando le pidieron que leyera un chiste al aire sobre un padre y un hijo que se llamaba Chabelo. “Lo leí y me salió la voz de niño y fue exactamente ahí donde nació Chabelo". Después, vino un programa de radio, “La media hora de Chabelo” y luego la emisión de televisión que lo mantuvo durante más de 40 años amaneciendo cada domingo en las pantallas de millones de familias mexicanas.

Por si fuera poco y algo nos faltara decir sobre la memoria (o inmortalidad) de Chabelo, sepa usted lector querido que su legado llegó hasta la Real Academia de la Lengua Española y permanece en el habla popular de los mexicanos, bien designada en el Diccionario de Mexicanismos. Aquella expresión de la última sección de su programa de televisión donde Chabelo gritaba: "¡Éntrale a la catafixia, cuate!", se convirtió, según la definición escrita, en “sinónimo de arriesgar, de cambiar una cosa ya asegurada por otra que podría ser mejor… o quizás no”.

A la pregunta que alguna vez se le hizo sobre si “catafixia” había sido un término inventado por él mismo, Chabelo respondió que había inventado la palabra cuando hablaba "mautro", el idioma original de una especie alienígena, que solamente entendían él y Germán Valdez "Tin Tán, otra leyenda de la televisión mexicana que, como él, no se ha podido catafixear por nada ni por nadie. La muerte de Chabelo, sin embargo, nos llevó más lejos. Nos hizo pensar que era una señal y el mundo estaba a punto de acabarse.

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