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Opinión

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El show de Trump nunca fue ficción

Trump ha sido declarado culpable de haber ocultado pagos a una actriz de cine porno y ahora el balón están en la cancha del Partido Republicano.

Sus seguidores, los de Trump, serán catalizados por la determinación del jurado. Muchos de ellos correrán hacia el punto más radical del espectro ideológico donde habitan los integrantes de QAnon, la fábrica de teorías de conspiración.

Donald Trump se ha convertido en una teoría de conspiración; el storytelling (cuento) perfecto en la era del odio. En los viejos tiempos ocurrió el #Pizzagate, el loco que un día cogió un rifle y viajó desde Carolina del Norte a una pizzería en Washington para liberar a menores de edad secuestrados por John Podesta, amigo de Hillary Clinton.

Los moderados del partido lo pensarán dos veces antes de brindar su apoyo a Trump. 

¿Muere el Partido Republicano y nace el Partido Trump?

La realidad apunta a que hoy es más trumpista el Partido Republicano que en 2016. En ese año el outsider agitó la campaña con una estrategia de mercadotecnia que fascinó a millones de estadounidenses: el uso de las redes sociales para entrampar el lenguaje clásico de la política, es decir, sus tuits desmantelaron lo políticamente correcto.

Un segundo factor a considerar, adicional a lo que ocurra en el Partido Republicano, es la imagen de Estados Unidos en el mundo.

Si Trump regresara a la Casa Blanca, Estados Unidos tendría a un delincuente (oficial) en la presidencia, y como tal, el país perdería liderazgo global.

El presidente de Estados Unidos se convertiría en una broma internacional. Su liderazgo socavaría a la propia democracia de su país.

Los autócratas y dictadores estarían encantados. “Es como yo”, dirían. Se burlarían de sus decisiones internacionales. Lo peor, el mundo libre y democrático estaría en peligro.

“Seré dictador por un día”, ha dicho Trump. ¿Y por qué no dos días, dos meses o dos años?

¿Por qué ha escalado Trump la pendiente de la ilegalidad?

Desde la presidencia, Trump cometió un error gravísimo: actuar como candidato. Pensó que el entorno que vivió como candidato podría prolongarse durante cuatro años con el único objetivo de mantener su popularidad. 

Para los populistas, todos los días son mítines, y la realidad política no se parece en nada a un concierto de música pop protagonizado por un presidente.

Trump soñó con la presidencia como un mundo gobernado por la dictadura de la mercadotecnia.

Ayer lo despertó la realidad.

Trump se está quedando desnudo; sus efectos especiales ya no sorprenden. Trump, sin mercadotecnia, es un vulgar peatón.

@faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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