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Opinión

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Emmanuel Macron: el “bombero pirómano”

Emmanuel Macron tiene algo en común con Pedro Sánchez: a ambos políticos les encanta jugar con fuego y por lo general salen bien librados de sus peligrosos lances. Pero a estas alturas, el francés ya se parece más a quien sus compatriotas llaman un “bombero pirómano” (pompier pyromane), refiriéndose a alguien aficionado a provocar incendios para después apagarlos. El presidente de Francia disolvió la cámara baja de la Asamblea Nacional y convocó elecciones legislativas anticipadas. La decisión se produce después de la severa derrota sufrida por su partido Renacimiento a manos de la extrema derecha de Agrupación Nacional (RN), lidereada por Marine Le Pen. Estos resultados en las elecciones europeas no deberían ser particularmente sorprendentes. Durante más de una década, al RN le ha ido muy bien en las elecciones al Parlamento Europeo, vistas por un sector relevante del electorado como una forma de protestar en contra del gobierno en turno. De hecho, esta es la tercera vez consecutiva con RN ubicado en el primer lugar. Por eso la convocatoria a elecciones anticipadas desconcierta por innecesaria, pero bien visto la decisión es coherente con la lógica del presidente, quien gusta de “tomar al toro por los cuernos”. Así lo hizo, por ejemplo, cuando respondió al movimiento de los “chalecos amarillos” celebrando reuniones públicas en todo el país y, recientemente, cuando voló a Nueva Caledonia después de varios días de violentos disturbios.

Sin embargo, los problemas enfrentados han sido de creación propia. El liderazgo de macronista se caracteriza por una toma de decisiones arrogante y centralizada. Ello ha convertido al presidente en una figura polarizadora, alienante y, sobre todo, impopular. Por eso hoy Francia asiste perpleja e incrédula a esta operación de alto riesgo, quizá suicida, un salto al vacío, una jugada de póquer con serias consecuencias potenciales para el país y para toda Europa. Macron lo hace porque se niega a ser un “pato cojo” en el resto de su mandato, el cual expira en 2027. De por sí, ya su coalición es minoritaria en el parlamento y durante los últimos dos años ha dependido de mayorías improvisadas. Tiene confianza en la recuperación de su partido cuando los franceses se vean ante la urna con la disyuntiva de entregar el poder a radicales inexpertos y atrabiliarios. Incluso quizá ve con optimismo la relativa resurrección del Partido Socialista en las pasadas elecciones, con quien -tal vez- calcule poder llegar a algún acuerdo de coalición. Pero pensar así es un exceso de optimismo. El escenario para el macronismo se presenta muy adverso y la extrema derecha se ha esforzado, con éxito, en tratar de limpiar su vieja abominable imagen de extremistas desastrados y en ello le ha ayudado la popularidad adquirida por el gobierno de Meloni en Italia.

Reina el escepticismo sobre las posibilidades de éxito de Macron al jugárselo al todo o nada. Por eso el primer ministro, Gabriel Attal (quien llevará sobre sus hombros todo el peso de la campaña) expresó su desacuerdo desde el primer momento. Una hipótesis alambicada también circula por ahí: Macron desea nombrar a un primer ministro de extrema derecha (en principio, Jordan Bardella, líder formal de RN) para cohabitar con él y ver cómo se desgasta en los próximos tres años mostrando sus carencias en la gestión el país. Como lo dijo un antiguo ministro de Chirac, Luc Ferry: “Lo mejor para acabar con un partido es dejarlo llegar al gobierno”. En su momento Mitterrand y Chirac cohabitaron con rivales, pero estaban dentro del llamado “arco republicano”. No sería lo mismo hacerlo con un partido de la extrema derecha, sobre todo después de acusarlo de ser “un riesgo existencial para Europa”. Y cuidado, en caso de una derrota la presión para obligar a la dimisión del presidente podría ser insoportable.

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