Buscar
Opinión

Lectura 5:00 min

Ganar el debate y perder el postdebate

El debate presidencial tuvo una audiencia televisiva de 13.7 millones de personas, de acuerdo con lo informado por Rodrigo Gómez, de HR Media. De esta cifra, 11.3 millones son personas mayores de edad (82.4 por ciento) que vieron el debate en canales tradicionales y digitales. El 55 por ciento fueron mujeres y el 19 por ciento cuenta con educación media o superior. 

Terminado el debate, mi impresión fue que Claudia había sido una candidata evasiva, sin propuestas originales y sin ninguna credibilidad después de los nulos resultados que se han visto en el país por el gobierno de su partido. En la CDMX la forma en que manejó el COVID y desastres como el de la Línea 12 y el Colegio Rébsamen hacen que se dude de su capacidad real de enfrentar problemas. 

En cuanto a Xóchitl, vi a una candidata con empuje, con ganas de pelear y de cambiar el rumbo del país, de dejar atrás la simulación y entrarle al urgente tema de ponerle un alto al crimen organizado. Debo confesar que a Máynez no lo vi, sólo la extraña sonrisa que lució casi todo el tiempo. En él veo a un Mirrey no a un político. Por supuesto, creo que el debate lo ganó la hidalguense.

Me preparé al postdebate, ese raro fenómeno que consiste en tratar de convencernos de que lo que vimos no fue así, sino de otra manera. He visto candidatos que ganan debates y luego los medios y las opiniones “neutrales” y “objetivas” hacen que los que no vieron el evento o los que no pusieron atención se convenzan de algo diferente. Por esto, muchos partidos gastan grandes sumas de dinero en desplegar campañas para “demostrar” que su candidato o candidata resultaron ganadores.

Hagamos cuentas. Si 13.7 millones de personas vieron el debate y el 82.4 por ciento eran mayores de edad, esto significa que poco más de 11 millones de potenciales votantes lo vieron. ¿Cuántos de estos lo miraron, pero no lo vieron? De cualquier forma, si tomamos en cuenta que el padrón contabiliza más de cien millones de votantes, esto significa que casi 90 millones no vio el debate, las campañas de postdebate van por ellos.

Por cierto, tampoco fue una sorpresa que varios intelectuales y comentaristas hayan dado como ganadora a Claudia Sheinbaum. Muchas de las razones son algo extravagantes: “tuvo más empaque de presidenta”, “hizo más propuestas”, “parecía más preparada”, etc. Muchos declararon que esperaban más de Xóchitl, otros que había estado dispersa y hasta que no había dado el “golpe mortal”. Es claro que todos los juicios son subjetivos, pero esto no quiere decir que sean respetables o que no se deban cuestionar. 

Creo que para analizar el debate hay que tomar en cuenta varias cosas. Es absurdo evaluar el evento como si el ambiente electoral fuera normal, es decir, como si se tratara de una competencia equitativa, sin intromisiones del Ejecutivo, sin tomar en cuenta que MORENA y aliados comenzaron campaña antes de los tiempos legales con cuantiosos recursos públicos. Si a esto le agregamos hechos como las amenazas y asesinatos a aspirantes y candidatos, el clima de inseguridad que priva, entonces tenemos algo que se parece a una elección de Estado. Huele peor que el agua contaminada de la alcaldía Benito Juárez. 

No obviemos todo esto. Estamos obligados a iniciar el análisis tomando en cuenta la situación del país en su conjunto. ¿Acaso hemos perdido la capacidad de asombro ante los crímenes y la ineficiencia gubernamental? ¿Acaso a los analistas, columnistas y demás no les interesa que la mayoría de los señalamientos de Xóchitl contra Claudia y AMLO sean ciertos? Detenerse a criticar lo menor y obviar lo más grave ya tuvo un precio en el pasado: llevó a un hombre autoritario a dirigir el país. Es risible que intelectuales y periodistas salgan a decir que AMLO los engañó. López nunca escondió su autoritarismo, su rencor y su maniqueísmo. 

Me queda claro que la oposición tiene un problema de credibilidad fuerte por el pasado reciente. PRI, PAN y PRD tienen su colección de impresentables, como los tiene MORENA, el PT, el Verde y MC. Decir que no se votará por Xóchitl porque Alejandro Moreno o Marko Cortés están en su campaña no pasa de ser una excusa baladí, habla de una decisión tomada de antemano que trata de justificarse. A veces los debates se ganan, pero se pierden en las discusiones y análisis posteriores. Hay un postdebate tóxico, cierto, pero Xóchitl debe dejar de quejarse por el formato y pasar a lo siguiente. 

Quien dude de cuáles son las intenciones del gobierno de AMLO vean como respondió a la petición de Xóchitl de suspender la mañaneras: amenazó con cancelar concesiones y los programas de Ciro, López Dóriga y Loret. La próxima vez que se sienten a hacer análisis “objetivos” vean en donde están parados. No vaya a ser.

Temas relacionados

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Últimas noticias

Noticias Recomendadas