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Inversión Extranjera Directa: una historia en dos partes
El pasado 22 de agosto se dieron a conocer las cifras de Inversión Extranjera Directa (IED) que registró México en los primeros seis meses del 2022. La cifra es, francamente, espectacular: durante ese perído, México atrajo capitales por un total de 27 mil 511 millones de dólares. De acuerdo a las cifras preliminares, esta cifra se compone aproximadamente 11,837 millones de dólares en nuevas inversiones, 11,655 en reeinversiones que hacen las propias compañías ya establecidas en el país y 4,019 millones de transferencias intra compañías.
La cifra es tan positiva que incluso puede levantar sospechosas. ¿Cómo es posible que México pueda atraer esta cantidad de inversiones, cuando todo el tiempo las noticias señalan los nubarrones que existen sobre la economía mundial? Más aún, nos preguntamos, ¿qué puede ofrecer México a esos capitales internacionales cuando existe tanta incertidumbre a nivel interno en el país?
Para responder a estas preguntas, y al mismo tiempo poder imaginarnos acciones que el país debe tomar en el corto plazo, debemos considerar las dos partes de la historia. Primero, una buena parte de esas inversiones ha llegado al país debido a factores totalmente externos, fuera de nuestro control, como son los factores geopolíticos derivados de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, o el recrudecimiento de la tensión entre China y EE.UU. a partir del viaje que realizó la Representante Nancy Pelosi a Taiwán.
Puesto que las empresas no quieren enfrentar potenciales rupturas en sus cadenas de suministro ni tampoco verse en la imposibilidad de atender a sus clientes en diferentes mercados, se ven obligadas a considerar la opción de invertir en otros países, que estén geográficamente cerca de los centros de consumo y que sean percibidos como relativamente más seguros.
En segunda instancia, muchos gobiernos alrededor del mundo están invirtiendo importantes cantidades de dinero para facilitar el fenómeno conocido como nearshoring, que no es otra cosa más que promover el regreso de procesos productivos a sus territorios, además de asegurar que futuras inversiones en tecnología y alta manufactura sean también realizadas en dichos países. Este fenómeno vuelve automáticamente atractivo a México: como muestra, baste recordar que hace unos días, en el marco de la aprobación de un importante paquete financiero en el Congreso de EE.UU. para combatir la inflación, se determinó que los productores de autos eléctricos que realicen operciones en nuestro país podrán tener acceso a esos apoyos.
México se encuentra en una posición ideal para aprovechar estas nuevas tendencias, pero existe otro ángulo de esa misma historia. Nuestro país no es el único actor que está tratando de beneficiarse de este fenómeno – naciones como Vietnam, Malasia, Colombia o Costa Rica tienen exactamente el mismo objetivo, por lo que aún en estas condiciones internacionales, existe una competencia entre países por generar las condiciones necesarias para que las inversiones lleguen de manera sostenida.
Es en este punto donde nuestro país puede hacer mucho más, y en donde existe una agenda pendiente. Se deben de mejorar las condiciones para hacer negocios, promover mayor transparencia en trámites, así como destinar recursos a la promoción en el extranjero de las ventajas intrínsecas de México.
También debemos garantizar que existirá un respeto irrestricto a nuestros compromisos internacionales, particularmente aquellos que están incorporados en los tratados de libre comercio negociados por el país. No podemos arriesgarnos a enviar señales de que esas obligaciones son voluntarias u optativas: recordemos que el PIB de nuestro país está generado primordialmente por actividades relacionadas con el comercio exterior.
Si desarrollamos un conjunto de políticas públicas que tomen como eje el comercio e inversión internacionales, el atractivo del país crecerá, contribuyendo aún más al desarrollo de México. Estamos a tiempo de profundizar el trabajo, ya que este “nuevo normal” para los negocios, que para las empresas implica una serie de inversiones tendientes a disminuir y diversificar su riesgo, tardará aún algunos años en asentarse.
Con las condiciones adecuadas y las decisiones correctas, en algunos años México podría estar recibiendo el doble de inversión extranjera que actualmente tenemos.
*El autor es académico de la Universidad Panamericana; previo a eso, desarrolló una carrera de veinte años en el gobierno federal en temas de negociaciones comerciales internacionales.
Twitter: @JCBakerMX