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La guerra en Ucrania no debe olvidarse
Han pasado más de dos años desde aquel 24 de febrero de 2022 en el que Putin anunció una “operación militar especial” en suelo vecino. Pero esta guerra inició hace diez años con la anexión de Crimea. El pueblo ucraniano ha sufrido durante una década los estragos de esta lucha en un futuro en el que el mundo fija su mirada hacia otra guerra que por intereses geoestratégicos pareciera tener mayor importancia.
Sin duda, la presencia de tropas rusas en Ucrania es un intento por obligar a Occidente a tomar en serio las demandas de seguridad de Rusia. Con Putin a la cabeza y de cara a unas elecciones en las que pretende perpetuar su mandato, Rusia realiza nuevos arreglos mundiales de poder cuestionando el orden global. En febrero de 2022 se apostaba a que la acumulación de tropas por parte del Kremlin en el corto plazo sufriría un desgaste en términos económicos y políticos que le impedirían continuar la guerra por mucho tiempo. Al dia de hoy nos encontramos en un escenario muy distinto, con Europa dividida y Ucrania solitaria con un incierto apoyo militar que pueda recibir en el futuro por parte de occidente.
Para Rusia, en el curso de este enfrentamiento, saltan al primer plano los esfuerzos por la independencia económica, que simplemente no pueden resolverse en los marcos del orden existente y mientras se conserven las estructuras social y política precedentes. La mayor amenaza para Rusia ya no deriva de la competencia sistémica, geoestratégica o nuclear con las potencias de Occidente; es más bien las situaciones de inestabilidad y crisis política y económica en los Estados post-soviéticos.
Lamentablemente, en análisis previos vaticinaba un escenario donde el conflicto se prolongaría conviertiéndose en una guerra de desgaste, que es justo en el punto donde nos encontramos en este momento. Como lo ha demostrado, Rusia tiene importantes arsenales nucleares, tecnología altamente desarrollada para la producción de armamentos y navegación espacial e importantes reservas de hidrocarburos que lo mantienen siendo una potencia influyente.
En los últimos años la política exterior rusa se ha transformado. La prioridad se dirige a la consolidación de vínculos bilaterales con aquellos países de donde provengan beneficios económicos, científicos y militares. Un actor clave es Irán. En su política de acercamiento hacia este país, el gobierno ruso vela también por sus intereses económicos a corto y mediano plazo, pues es uno de sus principales socios comerciales en la región, importante comprador de tecnología nuclear para fines pacíficos y de armamento ruso.
No podemos entender la subsistencia de la economía rusa a pesar de las sanciones por parte de occidente, las mayores en la historia moderna, sin añadir a la ecuación el componente de China. El acercamiento político, económico y militar entre ambos países es una respuesta a la cambiante correlación de fuerzas que existe en el escenario internacional.
La guerra en Ucrania marca un antes y después en el proyecto europeo. Ha sido un acelerador para la Política Exterior y de Seguridad Común, determinante para la consilidación de las energias renovables y un impulso definitivo a la ampliación de la OTAN con el último ingreso de Suecia después de que Hungría diera el visto bueno para su adhesion esta semana. Las consecuencias de esta guerra son incuestionables. El mundo ya las resiente. Como ciudadanos globales debe importarnos el destino del pueblo ucraniano, crear consciencia y actuar en consecuencia para lograr la anhelada paz en Ucrania.
*La autora es Doctora en Relaciones Internacionales e Integración Europea. Asociada del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi) y miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión “Rusia-Ucrania”. Conferencista, catedrática y colaboradora para diversos medios nacionales e internacionales. Investigadora del Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad Autónoma de Barcelona.
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