Macron pierde un pulmón político; Le Pen acecha el Elíseo

La popularidad en tiempos de TikTok representa el poder supremo.

Frente al anquilosamiento de los medios de comunicación y la desconexión entre los políticos y la realidad, los influencers se encargan de hacer olas en los tsunamis de la desinformación, y varios demócratas se rinden ante la tentación de la autocracia. El riesgo es evidente: debajo de los elevados niveles de populismo y desinformación se desplazan sin vida los cadáveres de la política tradicional y los de muchísimos medios de comunicación convencionales.

Emmanuel Macron ganó las elecciones presidenciales en Francia gracias a la decrepitud de los partidos tradicionales que no pudieron adaptar sus propuestas al escenario post crisis de 2009: Sarkozy le cambió de nombre (empaque) para diseñarle un rasgo estadounidense similar al de los republicanos; el Socialista Francés, enterrado por François Hollande; Francia Insumisa, una especie de franquicia española de Podemos; y el de Le Pen, el que año tras año de alimenta de hartazgo, frustraciones y odios, está listo para propinar el asalto al poder.

El decretazo de Macron a la reforma de pensiones que él mismo tiró en 2019, revela el grado de desesperación e impotencia que tuvo desde la soledad de la presidencia.

Macron perdió la mayoría en la Asamblea en las elecciones del año pasado, pero ha actuado como si nada hubiera pasado. El presidente francés pensó que la afinidad de Los Republicanos por su política económica le permitiría aprobar su ley de pensiones cuyo rasgo principal es el incremento en dos años para la jubilación: 64.

Macron ha cometido tres errores graves alrededor de la reforma de pensiones:

1. Al percatarse que la ecuación iba a estallar, Macron optó por pasar la reforma de pensiones a manera de decretazo bajo el artículo 49.3 de la Constitución. Sin embargo, las salidas de emergencia que aparecen en la Constitución son demasiado angostas frente al titán que representa la ley de pensiones.
2. Se negó a reunirse con líderes de sindicatos por un supuesto respeto al trabajo de los diputados.
3. Renuncia a promover una reforma de pensiones moderna basada en puntos que ponía énfasis en los nuevos paradigmas laborales.

Una reforma del sistema de pensiones es muy compleja. La tensión sobre la incertidumbre laboral crece entre diversas generaciones. Los jóvenes difícilmente tienen en mente una jubilación como la tuvieron sus padres y abuelos; las personas que tienen más de 50 años no desean trabajar dos años más frente a su estrés en crecimiento.

La proyección del mapa ocio/trabajo no puede ser construido mediante decretazos.

Es cierto, las finanzas públicas en Francia no permiten destinar más ocio en detrimento del trabajo: la deuda es insostenible. La baja productividad es sistémica respecto a Alemania o Reino Unido. Macron ha tenido casi seis años para preparar la compatibilidad del terreno social con la reforma de pensiones. No lo hizo.

Marine Le Pen, feliz. Ha esperado muchos años para propinar el asalto al Elíseo. Está lista.

Frente a la indolencia, el doble de indolencia. Frente al decretazo que busca sanear las finanzas públicas, la reacción en las calles crecerá. Francia regresará al periodo anterior a la pandemia cuando los chalecos amarillos llegaron a París desde la provincia.

Macron, al igual que Netanyahu, Orbán y López Obrador, ingresa a terrenos pantanosos de la democracia. No le gustan los contrapesos y toma pasajes que le restan a su Gobierno legitimidad institucional: ha perdido un pulmón.

Algo ocurre cuando la sociedad confía más en influencers y en hashtags que en la clase política.

Macron ha perdido un pulmón político.