Lectura 4:00 min
México y QAnon desacreditan el uso del cubrebocas
Amarga es la pena que nace de vergüenza, escribió Séneca.
Un amigo que se desempeña como embajador de México en un país europeo me comenta sobre su frecuente incomodidad cada vez que algún político local o diplomático le pregunta, con tono de sorpresa, sobre acciones y palabras de López-Gatell y del presidente López Obrador respecto al Covid-19. “Me da pena y vergüenza a la vez”.
Me confiesa que al principio de la pandemia tenía más elementos para justificar la negación o la ridiculez de los argumentos, en ocasiones sobrenaturales (la estampita detente del presidente), y en ocasiones reacciones zalameras (el presidente no se va a contagiar por su fuerza moral, dijo Gatell), sin embargo, a un año de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara la existencia de la pandemia, al diplomático mexicano le resulta imposible defender las posturas del Gobierno en materia del manejo de la crisis.
Las declaraciones de los políticos pueden programarse para hacer de ellas una lectura doméstica, sin embargo, las plataformas de comunicación digital les agregan elementos para su consumo global. Los videos desafortunados del doctor López-Gatell han dado la vuelta al mundo por su elevado contenido polémico: no recomendar el uso del cubrebocas ni la aplicación masiva de pruebas ni el control migratorio con base a índices de contagio del Covid-19 por país, por solo hablar de tres ejemplos, les resulta a funcionarios del exterior “sorprendentes” e “indignos”, me comenta el diplomático mexicano. “Es justo lo que la OMS recomienda; ¿por qué vamos en contra de lo que dice la OMS?”
“La imagen del presidente López Obrador es similar a la que tiene Bolsonaro o Trump” en materia sanitaria, le expresan diplomáticos al embajador mexicano. Una imagen que revela “irresponsabilidad e indolencia” frente a los familiares de las víctimas del Covid-19.
La sorpresa que un ciudadano finlandés le externó al embajador mexicano tomó tintes irracionales: “Lo que dicen tu país, es lo mismo que propagan grupos como QAnon”.
QAnon es una maquinaria que produce mentiras y teorías de conspiración. Una de las más memorables es la que apunta hacia Hillary Clinton y su asesor John Podesta, ambos supuestos pederastas cuyas víctimas las esconden en el sótano de la pizzería Comet Ping Pong en la ciudad de Washington.
“Cuando hicieron la vinculación de QAnon con el Gobierno que represento, te imaginarás que mis argumentos no pueden ni deben ser de defensa”, me comenta. “Yo no sabía si lo que me decía era broma, por eso se me fue el aliento”.
Un año atrás, todos los países fueron sorprendidos por la pandemia. Como ocurre en las carreras de ciclistas, todos los países arrancaron juntos. China confinó a los ciudadanos de Wuhan. Otros países decidieron aplicar toques de queda (El Salvador). España e Italia fueron impactados brutalmente por el virus. Al paso de los meses, ya se observan países fugados: Australia, Singapur, China, Nueva Zelanda, entre otros, donde tienen controlada la propagación. Hay países rezagados: México o Brasil, donde sus gobiernos siguen deliberando si el cubraboca es útil o no. Existen países como Reino Unido, que iniciaron muy mal, pero en 10 meses han pedaleado para intentar alcanzar el pelotón.
Las figuras médicas de Tedros Adhanom (OMS), Christian Drosten (Alemania), Anthony Fauci (Estados Unidos) o Chris Whitty (Reino Unido), se convierten en referencias para millones de personas que desean sortear el virus. Son especialistas que marcan las directrices a los presidentes o primeros ministros. Fauci estuvo muy cerca de ser despedido por Trump. El entonces presidente pensó que si lo hacía las críticas iban a crecer, pero optó por quitarle el micrófono.
México ha devaluado su imagen en el exterior por los mensajes que ha enviado el Gobierno del presidente AMLO en contra de lo que recomienda la OMS. ¿QAnon en México?
Twitter: @faustopretelin