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Opinión

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Poder irracional

El gran sueño de todo político es llegar al poder, mantenerlo y cumplir con aquello que para él es lo que necesita su país. Es una combinación de ego personal y capacidad de imponer decisiones que afectan a millones de personas. Esa adicción por el poder es algo que una vez que se adquiere, solamente puede ser contenida por un freno institucional que limite la tentación insuperable de seguir mandando de forma indefinida.

Únicamente cuando hay reglas establecidas que ponen límites a las ambiciones naturales de los políticos, es entonces cuando la democracia funciona como forma de disputar el poder sin tener que utilizar la violencia o aniquilar al oponente para lograr sus objetivos.

Cuando un régimen no tiene la fuerza suficiente para contener los embates del político que se empeña en seguir en el puesto sin poder comprender la finitud de su mandato, estamos ante un escenario de pérdida del estado de derecho y de dependencia total de la voluntad del único poseedor de la verdad absoluta.

Por esto es que el triunfo arrollador de Claudia Sheinbaum, más que representarle un activo para su futuro gobierno, es un enorme obstáculo frente al poder del presidente López Obrador quien se asume como el triunfador de la contienda del pasado 2 de junio y que, teniendo casi en la bolsa la mayoría calificada en ambas Cámaras, puede durante el mes de septiembre concluir el cambio de régimen y no sólo regresar al presidencialismo absoluto del PRI, sino incluso convertirse en el “hombre fuerte” al estilo de los caudillos de la Revolución Mexicana.

Más allá de la lealtad y admiración que Claudia mantiene con AMLO, la convivencia de dos poderes en la Presidencia no es viable de ninguna manera. De hecho Sheinbaum deberá intentar que las reformas constitucionales que López Obrador presentará al Congreso en septiembre no se aprueben para evitar un problema económico de dimensiones desconocidas, pero también con la intención de rechazar gobernar con una camisa de fuerza en la medida en que dichos cambios legislativos la obligarían a no tener margen de maniobra política alguno.

Así, el sueño del presidente todopoderoso podría convertirse en la pesadilla de aquella mujer que habiendo obtenido una mayoría arrolladora en las urnas, no pueda sino en el mejor de los casos, únicamente administrar la herencia recibida. El poder es un arma que si no se limita y se controla adecuadamente termina por alzarse en contra de quien la posee.

Esa irracionalidad es propia de políticos ensoberbecidos que se consideran irreemplazables y con ello son capaces de destruir su propio proyecto y la vida de millones de personas.

Ezra Shabot Askenazi es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México. Analista político y catedrático universitario con 22 años de trayectoria en la UNAM. Como académico ha sido jefe del Departamento de Ciencias Sociales y Jefe de Planeación Académica en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán.

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