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Retos
Escribo este artículo sin saber el resultado de las elecciones más importantes que haya habido en la historia de México. Como muchos han señalado en múltiples ocasiones, yo incluido, lo que se jugó el domingo fue la supervivencia de la democracia liberal y representativa frente al impulso destructor de las instituciones por parte del presidente López con la cómplice participación de los abyectos y serviles diputados y senadores de los partidos Morena, Verde y del Trabajo y con la promesa de la candidata Claudia Sheinbaum de terminar de destruirla. En consecuencia, qué le pasará a nuestro país en los años por venir, incluso más allá del próximo sexenio, depende crucialmente de dos cosas: primero, quien de las dos candidatas a la Presidencia haya logrado el triunfo; segundo, cómo va a quedar la integración del Congreso de la Unión, tanto de la Cámara de Diputados como del Senado de la República.
Por la evidencia anecdótica en las redes sociales y la cobertura en medios de comunicación del proceso electoral al parecer hubo una elevada participación ciudadana, un tsunami de votantes muchos de ellos (¿la mayoría?) cansados de un sexenio de encono, de división y de destrucción por parte de un presidente que, habiendo ganado el voto popular en 2018 no tuvo la capacidad y, más importante aún, no tuvo la visión para construir un futuro más promisorio para los mexicanos.
El balance de su gobierno, en la mayor parte de los ámbitos de la política pública es negativo, destacando una economía que en términos del PIB por habitante no creció en seis años la destrucción del sistema de salud público, el marcado deterioro del sistema de educación pública con una notable caída en la calidad, una alta incidencia de inseguridad pública, un estrepitoso fracaso de la política energética que el gobierno implementó tanto en hidrocarburos como en electricidad, proyectos de infraestructura que reflejan los caprichos del presidente y un largo etcétera. El país que dejará López estará, en muchos aspectos, en peores condiciones que cuando asumió el poder y le tocará a quien haya resultado ganadora enfrentar toda una serie de retos; cómo resuelva el entuerto será crucial para determinar el porvenir de México y de su población.
El primero, sin duda el más importante, es salvar y fortalecer la democracia representativa liberal. Todos ganamos viviendo en un país en el cual rija la libertad, así como un íntegro Estado de derecho; todos perdemos si transitamos hacia un Estado caracterizado por el autoritarismo y la inhibición/restricción de la libertad individual, tanto en su dimensión política como económica. Por el bien de México, la democracia tiene que sobrevivir.
Habiendo dicho esto, destacan tres retos económicos que enfrentará la próxima Presidencia que requieren de especial atención: finanzas públicas, seguridad social y el T-MEC.
En finanzas públicas, el próximo presidente enfrentará un marcado deterioro resultado de cinco elementos. Primero, la irresponsable decisión del presidente López de destinar una ingente cantidad de recursos a la construcción de obras de infraestructura sin sentido y con rentabilidad social negativa, algunas de la cuales como el Tren Maya y la refinería en Dos Bocas no habrán sido terminadas por lo que requerirían, si se decide proseguirlas, nuevos recursos el próximo año. Segundo, estas mismas obras y otros caprichos presidenciales como la línea aérea, requerirán subsidios por muchos años por venir; habrá que evaluar si es conveniente cancelarlas. Tercero, la política presidencial en materia de pensiones no contributivas (las de personas mayores) es una creciente bola de nieve envolviendo una bomba y precipitándose hacia un abismo; tal como está diseñado este programa simple y sencillamente no es financiable. Cuarto, el modelo de negocios de Pemex elegido por López es un colosal y costoso desastre; 1 billón y medio de pesos han sido canalizados y la empresa sigue siendo ineficiente, además de estar quebrada; esto tiene que cambiar, no sólo para darle viabilidad a la empresa sino también para despresurizar las finanzas públicas. Y quinto, los ingresos tributarios son notoriamente débiles como resultado de varios tratamientos especiales, particularmente en el IVA.
En cuanto a la seguridad social, además del financiamiento del sistema de pensiones, hay que reconstruir el sistema de salud pública que López destruyó y, más aún, diseñar uno cuyo acceso sea independiente de la condición laboral de los individuos. Esto requiere, además, de una reforma para que el sistema sea financiado con la recaudación general de impuestos y no con contribuciones patronales, lo que a su vez reduciría el sesgo en contra del empleo y del crecimiento que tiene el actual esquema de financiamiento de la seguridad social. Habrá que diseñar una reforma al sistema tributario.
El cuanto al T-MEC hay dos aspectos. El primero es la solución de las controversias vigentes, resultado de las decisiones en política energética del presidente que son abiertamente discriminatorias del sector privado, nacional y extranjero, así como la que existe en materia agropecuaria; hay que ajustarse a lo que el tratado establece. Más ella de estas controversias, el próximo gobierno tiene que empezar desde el primer día a diseñar la estrategia que se seguirá cuando en 2026 se haga la revisión del tratado. Y, al respecto, será necesario considerar el resultado de la elección presidencial estadounidense, ya que si ganase Trump prácticamente habría que darlo por muerto con todo el poder destructivo que ello acarrearía para los tres países, pero más para el nuestro.
Estos son sólo algunos retos. Esta semana sabremos quién se sacó al tigre en la rifa.
X: @econoclasta