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Opinión

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Saldos de la parálisis de las actividades no esenciales en el noreste de México

El costo estimado de dos meses de paro en las actividades no esenciales en la región noreste de México es de 274,216 millones de pesos, es decir, 8.2% de su PIB anual, previendo que fabricación de equipo de transporte, minería y construcción, sectores ya considerados como esenciales, operen a partir del 1 de junio.

Aun cuando el término PIB parece no complacer al inquilino del Palacio Nacional, el contenido de esa bolsa es primordial, pues define el monto de los ingresos de los hogares, una parte destinada al pago de los impuestos que nutren los presupuestos públicos con los cuales, entre otras cosas, se pagan los salarios de los burócratas (incluido el del presidente) y se obtienen los fondos para el funcionamiento de los programas gubernamentales.

La economía del noreste es la más productiva del país y la que posee la mayor capacidad de exportación por habitante. Cada residente de esta zona genera un PIB 41% mayor al del mexicano promedio, y sus exportaciones industriales per cápita son tres veces superiores. La conforman los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, los cuales ocupan 15.1% de la superficie nacional y albergan a 9.6% de su población.

El PIB es un concepto hermanado al de valor agregado o añadido, el cual nos recuerda que la única forma de conservar y generar valor en una economía es mediante un proceso productivo que combina factores (trabajo y capital), tecnología e insumos, en un espacio institucional llamado empresa. El talento empresarial es indispensable para encontrar las oportunidades de generación de valor (de inversión), así como para asumir el liderazgo que permita coordinar eficientemente las tareas productivas. Estas actividades se realizan mediante transacciones económicas, es decir, se hacen pagos (flujos de dinero), que tienen como contrapartida la prestación de un bien o servicio (salario y ganancias por el uso del capital y el trabajo en el caso de los factores productivos).

Los enfoques clientelares y asistencialistas de combate a la pobreza omiten, conscientemente o no, esta realidad. Se basan en transferencias monetarias sin contrapartida de bienes o servicios, por lo cual, no generan valor. Son, por tanto, dependientes de las actividades generadoras de valor y suelen ser un recurso paliativo y transitorio, indispensable en muchas circunstancias, pero incapaces de resolver definitivamente el problema. Por eso hay mucho de cierto en la expresión: “Enseña a pescar en lugar de regalar pescados”. Educar, capacitar para el trabajo y generar un clima favorable a la inversión y creación de empleo, suelen ser mejores estrategias.

Si una circunstancia “extraordinaria”, es decir, ajena al desempeño de las empresas, interrumpe o limita sus operaciones, entorpeciendo su capacidad de generar valor, sus dificultades se harán extensivas al resto de los actores sociales (hogares y gobierno). El gobierno federal debería ser el primer interesado en garantizar la sobrevivencia de las empresas y los trabajos que generan, pues su desaparición abatirá sus ingresos futuros. Atribuir la omisión de estas medidas a los excesos cometidos durante los programas de rescate del pasado, es tan absurdo como negarse a practicar intervención quirúrgica indispensable tan sólo porque algún médico se equivocó alguna vez al practicarla. A menos que la 4T sea incapaz de instrumentar un programa eficaz y transparente, o de plano que pretenda alumbrar una república de ascetas.

Al interior de la región, la economía de Coahuila registra los mayores daños, con pérdidas equiparables a 4.7% de su PIB anual cada mes. Le sigue Nuevo León, con 4%, y Tamaulipas con 3.6 por ciento.

Tres sectores concentran 69.3% de las pérdidas en el valor bruto de la producción en Coahuila: fabricación de equipo de transporte; maquinaria, equipo e industrias eléctrica y electrónica, e industrias metálicas. Este porcentaje asciende a 49.5% en Nuevo León, en donde se repiten en el mismo orden las dos actividades más dañadas de su vecino al occidente, en tanto la tercera posición corresponde a la industria de la construcción. En Tamaulipas, donde el porcentaje de concentración alcanzó 57.6%, la petroquímica ocupó el segundo sitio, en tanto en las posiciones 1 y 3, en un orden invertido, se situaron las mismas industrias que en las otras entidades de la región.

Más de la mitad de los impactos en el empleo se concentran en apenas cuatro actividades económicas: industria de la construcción (posición 1 en Nuevo León y Tamaulipas y 3 en Coahuila); servicios de apoyo a los negocios (sitio 2 en Coahuila y Nuevo León y 3 en Tamaulipas); equipo de transporte (la más dañada en Coahuila) y la fabricación de maquinaria, equipo e industrias eléctrica y electrónica (lugares 2 en Tamaulipas y 3 en Nuevo León).

El pago total o parcial de salarios durante la emergencia sanitaria, no alcanza a compensar significativamente los efectos del paro sobre los ingresos de los hogares. El quebranto en el bimestre de abril y mayo se estima en 77,447 millones de pesos en Coahuila, 134,031 millones en Nuevo León y 46,246 millones en Tamaulipas.

La caída en el ingreso disponible deprimirá los niveles de consumo privado en bienes y servicios producidos en la región, en un monto estimado en 153,744 millones de pesos (53.2% en Nuevo León, 30.2% en Coahuila y el resto en Tamaulipas). Los sectores más afectados son: comercio al menudeo; servicios inmobiliarios; transportes y almacenamiento; industria alimentaria; equipo de transporte, y petroquímica, química, plástico y hule, las cuales agrupan casi dos tercios de la contracción en el consumo.

*Investigadores nacionales del Conacyt, adscritos al Centro de Investigaciones Socioeconómicas de la Universidad Autónoma de Coahuila

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