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Santander lo despidió por los costos médicos de su hijo
José Luis Santiago Pérez fue por 12 años un directivo ejemplar en el Grupo Financiero Santander. Obtuvo el bono de productividad más alto por seis años consecutivos y, antes de que lo despidieran, recibió un reconocimiento del área de recursos humanos.
Fue claro que cuando Santander le pidió firmar una carta de renuncia no era a causa de su desempeño laboral, sino por los elevados costos del tratamiento de Pepe, su hijo, quien entonces llevaba tres años de difíciles tratamientos batallando con una rara y severa enfermedad epiléptica.
Todo empezó en abril del 2013 cuando el pequeño Pepe, de cuatro años, en forma inesperada e inexplicable empezó con ataques epilépticos imparables y constantes; en un principio pudo recibir la mejor atención médica gracias precisamente a la relación laboral de José Luis con Santander. Tres años después, al despedirlo sin miramiento alguno, las cosas cambiaron radicalmente para Pepe y toda la familia.
José Luis le pedía al banco tres cosas: que lo liquidaran al 100% conforme la ley, que le dieran una póliza de gastos médicos mayores que cubriera la enfermedad de Pepe, aunque él la pagara, y que le mantuvieran la tasa especial como empleado de un crédito hipotecario contratado dos años atrás. Santander no aceptó ninguna de las tres, por lo cual a la fecha sigue un juicio abierto.
El punto es que Santander no sólo le arrebató el empleo y su ingreso a José Luis, sino que orilló al desamparo al pequeño Pepe que, a cinco años de detonada su enfermedad, tras miles de crisis convulsivas, dos cirugías e innumerables tratamientos, hoy vive en discapacidad sin control de movimientos ni de su cuello y tronco.
Para Recursos Humanos de Santander, estos casos costosos le toca cubrirlos a la Salud Pública. Pero al quedarse desempleado la opción de José Luis fue ir al Seguro Popular, que como sabemos, no cubre todos los padecimientos ni al 100% de lo que requieren los pacientes.
Así es que José Luis, ya sin empleo y sin ingresos, ha tenido que endeudarse y, con el apoyo de sus papás, ver cómo Dios le ayuda para sacar adelante a su familia y el tratamiento de su hijo que sólo por medicamentos implica un costo de 7,000 pesos al mes, ello sin contar estudios periódicos y terapia de rehabilitación.
El origen fue el esquema negociado por bancos con IMSS
En realidad, el origen de este problema es responsabilidad de Santander, como de todo el sistema bancario mexicano: en algún momento decidió buscar ahorros en prestaciones médicas de empleados negociando con el IMSS una cuota más baja y recurriendo a administradoras privadas de salud, lo cual les era muy conveniente porque como patrones deducían los gastos médicos y así gestionaban mejor los impuestos pagados a Hacienda. Pero para los pacientes de enfermedades crónicas fue el peor esquema porque terminaron quedando al garete.
En el 2013 cuando Pepe cayó enfermo, Santander tenía contrato con la administradora Mediaccess y luego pasó con Axa Assistance, pero como su nombre lo indica son administradoras, sobre todo, de gastos médicos menores. Por eso cuando José Luis se queda sin empleo no podía siquiera tener la opción de negociar con alguna aseguradora para pagarlo por su cuenta porque no estaba cubierto con seguro de gastos médicos mayores. Ese fue el gran error de Santander, quitarle en ese entonces el seguro formal a sus empleados, y en este caso quien terminó pagando los mayores costos de esa decisión fue Pepe y su familia.
Los bancos se dieron cuenta de ese error, retrocedieron, y hoy ya contratan con seguro social y pólizas de gastos médicos mayores, pero en el caso de Pepe como probablemente hay otros, quedaron desprotegidos y en el peor de los mundos.
Lo que le sucedió a Pepe, hoy de nueve años, es muy representativo de cómo los bancos, tratando de ahorrar en servicios médicos a sus empleados, terminaron con una pésima e insuficiente cobertura que al final significó muy elevados costos sociales y familiares.