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Sumisión total
Nunca había visto un gabinete, un partido y unos legisladores más sumisos que los del actual gobierno y Morena. Ni en las peores épocas de Echeverria, López Portillo o Salinas había habido tanta sumisión a la palabra presidencial.
En nuestro país el presidente siempre ha sido el hombre fuerte que tiene la última palabra, pero en otras épocas estaba obligado a negociar con el sector obrero, las organizaciones campesinas y las cámaras empresariales y tomaba en cuenta la opinión de su propio gabinete; en el gobierno actual no existen esos contrapesos y la única palabra que cuenta es la del presidente.
El gabinete era el espacio de la negociación y los secretarios tenían una importancia política que, con López Obrador han perdido. López Obrador ha pasado por encima de la ley de la administración pública y ha hecho un verdadero desorden del gobierno, asignando responsabilidades a los secretarios de Estado que nada tiene que ver con su función.
El caso más extremo puede ser el de Marcelo Ebrard, que prácticamente no opina sobre las relaciones exteriores del país, pero está encargado de la compra de vacunas y medicinas y de la política de inmigración que corresponden, de acuerdo con la ley, a las secretarías de Salud y Gobernación, respectivamente. Si Ebrard tuviera algo de dignidad, que no tiene, ya hubiera renunciado, el presidente ha hecho pedazos nuestra relación con España, Austria, Panamá, la Unión Europea y Estados Unidos, ante el silencio cómplice del secretario.
Otro caso extremo es el de la secretaria de seguridad, que es sólo una empleada de los secretarios de Defensa y Marina y que para llenar su tiempo, el presidente le encargó la vacunación en la frontera y las jornadas sociales para vender la mercancía incautada.
Algo similar pasa con la Secretaría de Comunicaciones e infraestructura, los puertos los maneja Marina, el Tren Maya, Fonatur, y el aeropuerto Felipe Ángeles y el próximo en Tulum, la Defensa. La realidad es que el gabinete prácticamente no existe.
A partir de 1997 vivimos durante 21 años una auténtica división de poderes, que sea ha acabado por la sumisión total de los legisladores de Morena al presidente López Obrador. Es cierto que el poder Legislativo funcionó durante muchos años como una oficialía de partes, pero dentro del gabinete se buscaban los acuerdos con empresarios, obreros y campesinos antes de enviar las iniciativas al Congreso. Afortunadamente se impidió que Morena tuviera la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, sino López Obrador ya hubiera hecho pedazos nuestra Constitución.
En el caso del partido en el gobierno la sumisión es total, nunca había visto un presidente de un partido más sumiso e indigno que Mario Delgado, su discurso llega a la ignominia y afortunadamente va a ser un factor de ruptura y declinación de Morena.
López Obrador no oye, no acepta recomendaciones de nadie, el todo lo sabe y como fue quien ganó los votos, nadie tiene derecho a cuestionarlo. Si alguien se atreve a oponerse, sabe que sus días están contados; por eso los funcionarios, los legisladores y Morena no salen a medios y no tiene presencia pública, su sumisión ha hecho que desparezcan y sean solo marionetas de las ocurrencias del presidente.