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Opinión

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Un peñista eficaz

Justo hace dos años arrancaban las campañas presidenciales. Los tecnócratas habían ganado la candidatura, con el ciudadano Pepe Meade, y el presidente Enrique Peña Nieto negociaba con los gobernadores y la nomenklatura priista, las listas para el Congreso de la Unión, mientras los duros de su equipo trataban de frenar a Ricardo Anaya.

Todavía estaba Enrique Ochoa Reza al frente del PRI y calculaba que una decena de sus candidatos, por lista nacional, podría entrar al Senado de la República. Los Pinos habían remitido una propuesta que buscaba garantizar candidaturas plurinominales —y, por lo mismo, fuero— para media docena de integrantes del gabinete presidencial: Rosario Robles, Gerardo Ruiz Esparza, Claudia Ruiz Massieu, Miguel Ángel Osorio Chong y José Narro Robles.

Con Meade en el tercer lugar de las encuestas, los tecnócratas no podían darse el lujo de cargar con el lastre de los ex titulares de Sedesol, Sedatu y SCT. Al momento de negociar las listas, el candidato objetó las nominaciones de Robles y Ruiz Esparza, quien nunca pudo cumplir su anhelo de hacer carrera legislativa. Tampoco logró ser gobernador, como imaginó alguna vez.

Ruiz Esparza llevaba un año en la Facultad de Derecho de la UNAM cuando la huelga estudiantil de 1968, por lo que se matriculó en la Universidad de Michigan. Laboralmente se forjó en la Secretaría de Hacienda, al lado de Miguel de la Madrid —cuya esposa, Paloma, era su prima—, pero políticamente hizo carrera política en el Estado de México, donde llegó, como secretario particular del candidato priista a la gubernatura Alfredo del Mazo González, a inicios de 1981.

“Fuereño”, sin carrera partidista, el joven abogado viajaba entonces —apuntan exdirigentes priistas orgullosamente mexiquenses— en un desvencijado Renault naranja, al que a menudo le fallaba la batería. “Desconfiado, sin conocer casi a ninguno de los actores relevantes, mostró un celo por controlar el primer círculo de su jefe, imaginaba enemigos en todas partes suponiendo que le disputaban la chamba... y desde entonces ganó antipatías. Le decían El Führer”, recuerdan.

Ya en el Palacio de los Mártires, Del Mazo lo designó subsecretario general de Gobierno, con control directo de la Dirección General de Seguridad Pública y Tránsito y de la Policía Bancaria e Industrial, antecedente de la actual Cusaem. Desde entonces, su fortuna —señalan las mismas fuentes— creció exponencialmente.

El secretario de Gobierno era Leopoldo Velasco, pero Del Mazo controlaba la entidad con sus “fuereños”, entre quienes destacaban Miguel Basáñez y Alfredo Elías Ayub, a quienes llevó a la SEMIP en 1987. El gobernador sustituto, Alfredo Baranda García, designó a Ruiz Esparza secretario general de Gobierno. Y si Del Mazo hubiera sido candidato presidencial...

Pero Carlos Salinas de Gortari fue nominado en 1988 y Miguel de la Madrid rescató a su ahijado, quien el último año del sexenio fungió como coordinador de giras presidenciales, al lado de Emilio Gamboa.

A la llegada del panismo a Los Pinos, se refugió en la CFE, amparado por Elías Ayub, hasta que en el 2005 volvió a Toluca, como secretario de Comunicaciones en el gabinete de Enrique Peña Nieto. Un cumulo de obras carreteras desarrolladas por OHL, entre ellas el Viaducto Bicentenario, lo volvió muy cercano al joven político. “Era eficaz en la ejecución de los proyectos, pero sobre todo en el fundraising”, recuerdan en la entidad mexiquense.

El diseño institucional ideado por Luis Videgaray permitió que el delmacista fuera titular de la SCT, pero las áreas claves de la dependencia —Infraestructura, con Raúl Murrieta, y Comunicaciones, con Mónica Aspe— respondieran directamente al poderoso secretario de Hacienda, aunque el abogado pudo quedarse con la Oficialía Mayor, con Rodrigo Ramírez Reyes, y las coordinaciones de puertos, con Guillermo Ruiz de Teresa; ASA, con Alfonso Sarabia de la Garza; la Dirección General de Caminos, con Óscar Callejo —quien sería subsecretario a la salida de Murrieta— y la Dirección de Autotransporte, con Adrián Del Mazo Maza.

Los megaproyectos peñistas —el Tren Interubano, el AVE México-Querétaro, el hangar presidencial en la T2 del AICM y el nuevo NAIM— se convirtieron en megaescándalos y todos quedaron en su haber. Desde hace dos años, el exfuncionario priista pasaba largas temporadas en Acapulco, para aminorar los efectos de su hipertensión crónica. Eventualmente se trasladaba a Mérida. El accidente cerebrovascular que lo llevó a urgencias ocurrió el pasado lunes 27 y en el Centro Médico ABC fue sometido a una cirugía, para trasladarlo a terapia intensiva de inmediato. Allí sufrió una hemorragia, que lo devolvió al quirófano. La muerte lo salvó de la cárcel.

Efectos secundarios

SEÑALAMIENTOS. Tecnócrata neoliberal y cercano al grupo itamita que condujo los destinos del país en la década anterior, Mario Di Costanzo acumula cinco denuncias en su contra ante la Secretaría de la Función Pública, por probable uso indebido de recursos públicos, enriquecimiento ilícito y manejo de información privilegiada. Esas indagatorias están fundadas en la auditoría 2017-1-06G3A-15-0086-2018 sobre el desempeño de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros. Entre lo más llamativo para los auditores es que el exfuncionario destacó expresamente que no quería hacer pública la información de su declaración patrimonial y posible conflicto de interés a su salida de la Comisión Reguladora de Energía, en octubre del 2019, además de 41 viajes con cargo al erario.

Periodista y columnista de El Economista, autor de Doña Perpetua: el poder y la opulencia de Elba Esther Gordillo. Elba Esther Gordillo contra la SEP.

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