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Opinión

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Una secuela más de la cancelación del NAIM

En la parte final del 2018, un grupo de personajes cercanos al presidente electo Andrés Manuel López Obrador trataron de convencerlo de no tomar la decisión de cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco (NAIM).

Con Alfonso Romo a la cabeza, le pusieron sobre la mesa al candidato una larga lista de propuestas sensatas, como auditar de forma exhaustiva el proyecto, investigar quiénes eran los nuevos propietarios de los terrenos aledaños al NAIM, comprometer al sector privado para evitar el uso de recursos públicos para su finalización, además de un megaproyecto para los terrenos del viejo aeropuerto capitalino que se desocuparían y que pudo haber lucido el gobierno morenista de la Ciudad de México.

La propuesta resultaba sensata, era un guiño a la confianza empresarial y López Obrador se pudo haber tomado la fotografía inaugurando el mejor aeropuerto de América Latina, al que bien pudo haber llamado Felipe Ángeles.

Pero no, al oído presidencial llegaron los intereses económicos disfrazados de caricias al ego de aquel que finalmente había cumplido el sueño de su vida de ser Presidente.

A prácticamente cinco años de la decisión de cancelar el NAIM se han sumado una cadena de malas determinaciones que harán de ese episodio uno de los peores capítulos históricos del obradorato y de consecuencias económicas incuantificables.

Tirar la confianza empresarial, parchar un aeródromo militar como Santa Lucía sin estudios de viabilidad ni comercial ni aérea, comprometer la viabilidad del aeropuerto actual para pagar la deuda tras la cancelación, militarizar la aviación civil, militarizar una aerolínea quebrada, perder la oportunidad de ser el hub de América Latina, obligar el traslado de las líneas aéreas de carga y forzar la migración de las operaciones de pasajeros a través de ahorcarlas en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).

Como esta mala decisión comparte las consecuencias del capricho y el poder autoritario, estamos en la antesala del siguiente dictado para obligar al uso del lejano aeropuerto del municipio mexiquense de Zumpango.

Por decreto presidencial se van a reducir nuevamente las operaciones aéreas permitidas en el AICM. ¿Por qué? ¡Porque pueden!

Es inminente el decretazo que advirtieron esta semana la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) y la Cámara Nacional de Aerotransportes (Canaero) sobre una nueva reducción en las operaciones del AICM.

El aeropuerto capitalino tiene capacidad de llevar a cabo 61 operaciones por hora, un primer decreto redujo las operaciones a 52, con el pretexto de dar mantenimiento, pero con el trasfondo de empujar vuelos al AIFA.

Por más que fuercen a las aerolíneas, no hay pasajeros dispuestos a usar esa terminal tal lejana, así que lo que sigue es más autoritarismo aéreo. Ya no serían 52 sino 43 los vuelos autorizados cada hora.

Esto implicaría una larga lista de cancelaciones de operaciones que significan dos cosas, encarecimiento del costo de los boletos y el peligro financiero para las empresas de aviación por la cancelación de rutas.

El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México se cae a pedazos por la falta de mantenimiento inducido por el desvío de recursos al pago de una deuda privada, mientras que los que cancelaron el NAIM, una de las peores decisiones en la historia económica reciente, gozan de cabal salud electoral. Así nuestro México. 

ecampos@eleconomista.mx

Su trayectoria profesional ha estado dedicada a diferentes medios. Actualmente es columnista del diario El Economista y conductor de noticieros en Televisa. Es titular del espacio noticioso de las 14 horas en Foro TV.

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